Viernes creativo: escribe una historia

Las miradas nos hacen humanos… ¿Qué es lo que te sugieren estas miradas, detalle de una obra del artista Timothy Hyunsoo Lee?

©Timothy Hyunsoo Lee

 

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22 pensamientos en “Viernes creativo: escribe una historia

  1. Matar al mensajero

    Tuve que matarle, seguro que lo entiendes. Traía todas esas cartas cada día. Admiradores repetitivos, uno igual a otro, la misma mirada ladina, las mismas ganas. Publicidad, también, recibos de bancos, misivas anónimas. Pero de ti nunca había nada, ni una palabra para que yo supiera que aún significábamos algo. Y esa falta de noticias me demostraba, a la vez, que aún era así.
    Él llegaba con las alforjas llenas y dejaba la pila de papeles sobre la mesa del porche. Yo las apartaba frenéticamente buscándote a ti y nada, nunca. Así que no pude más, una mañana en que podaba los rosales de la entrada apareció con su sonrisa y esa mirada compasiva de «a ver si hoy hay suerte» y ni siquiera esperé a que descargara. Le clavé la podadora donde pude; y debí acertar porque el suelo se tiñó en seguida. Lo utilicé de abono. Tus cartas siguen sin llegar, pero ahora tengo las rosas más bonitas del barrio.

  2. PIEL ESCARLATA

    Sus miradas se clavaban en mi como agujas afiladas de odio y desprecio. Notaba pinchazos en mis manos, en mis piernas, en el recóndito escondite de mi corazón de piedra. Pequeños puñales verbales que se oían en el silencio de sus pensamientos. Ojeadas disimuladas bajo torpes carraspeos y fingidas sonrisas llenas de veneno.
    Cada paso era una liberación para mi ego. Me crecía en sus engaños y me alimentaba de esa áurea de desden y envidia, que lograba que mi piel se tersara, se afinara, se rejuveneciera… dándole un tono escarlata que escandalizaba a cada una de las astadas esposas, cuyos maridos me iba beneficiando uno a uno a lo largo de sus aburridos días.

  3. En un museo de arte, la maestra de primero, reune a sus alumnos al frente del cuadro.
    -Niños, esta es una imagen real de lo que será su mundo cuando lleguen al mundo laboral. Una masa de papeles, sólo con ojos para ver como se escapa su vida, sujetos a un patrono que no endorsa pensamiento libre. Pasando los días añorando esos quince días de vacaciones y tu infancia. Una masa de papeles, que sólo puede ver, no hablar y apenas moverse. ¿Alguna pregunta?.

    Timidamente, un niño levanta la mano.

    – Dime Pepito.

    – ¿Cómo vamos a comer si no tenemos boca?…

  4. EL SOÑADOR

    A veces tengo razones para cojear con mi amor.
    Hay septiembres que no vuelven y barcos que se queman.
    Escribir es hablar para los que miran
    en los papeles blancos.

    Es como cuando estoy leyendo a Mayakovski
    y no se acabarán el amor ni las riñas ni la distancia.
    Es como si a ninguna parte,
    también te quiero acompañar.

    Muchas veces es así.

    Mi patria es una máscara que no engaña a nadie.
    Quizás es simplemente detenerse,
    sentarse en la mesa y decir de repente:
    -Abre los ojos Marisol y nada me asusta.
    Pasan los años y las dudas.
    No puede ser feliz
    quien por no pararse entierra aquello que más quiso.

    Mi patria es un amor a primera vista.
    Son unos ojos, tan solo, de bosque y de cristal.

  5. Comunicado

    Los mil fantasmas miran con tus ojos,
    asaltan mi pasado.

    Nunca sabré defenderme del recuerdo
    cuando existes en la taza de café
    e insistes en la mayor de mis excusas.

    Mis hipótesis encallan.

    Perdiste cuerpo
    en el camino del olvido.
    A tu entidad
    la dilata una memoria
    fiel que no te nombra.

    Desde los sobres
    tu mirada multiplicada
    me acusa sin remitente

  6. Reforma
    Arranqué el papel pintado de aquella salita, en la que había pasado la mitad de mi vida de abnegada, con una energía de la que no me creía capaz. Buscaba, en el papel, esquinitas algo despegadas para tirar de ellas hasta despellejar aquellas paredes por completo, empezando por las zonas bajas, cerca de los rodapiés; allí se había acumulado el moho de años y años de calor asfixiante y húmedo, y desde allí se podían arrancar las tiras más largas. Cuando hube terminado miré al suelo, y pisé con rabia y placer malsano aquellos despojos de celulosa; habían formado como una capa de nieve sucia en el terrazo. Pero enseguida me di cuenta de que tanto esfuerzo no serviría de nada: aquellos despojos no eran más que pieles de muda, las víboras seguían ahí, y sentí sus miradas desde cada centímetro de papel arrancado.

  7. BLOQUEO

    Sacó otro folio del cajón y comenzó de nuevo. Las palabras fluían, desde su cabeza al papel; sin obstáculos al principio. Hasta que aparecía ella; en cuanto el personaje femenino entraba en escena la desazón le oprimía el pecho y era incapaz de verter ni una sola gota más de tinta.
    «Eran sus ojos un precipicio en el que arrojarse…» Arrugó el papel y lo lanzó a la papelera. Se sirvió otro whisky.
    De nuevo, otra hoja en blanco. Hizo crujir los nudillos, tomó el bolígrafo y atacó por séptima vez. Sin dificultad durante dos párrafos; hasta que se abrió la puerta el bar y apareció ella.
    «Se asomó a su mirada y sintió vértigo…» ¡Vaya mierda¡ Una nueva pelota de celulosa voló hasta la papelera, golpeó en el borde y cayó al suelo. Apuró el vaso. Con un esfuerzo más fingido que real se levantó de la silla y recogió el balón, hizo como si lo botara, esquivó a un defensa y machacó la cesta mientras la grada se venía abajo.
    La papelera estaba casi llena. Seguro que entre aquellos folios había algún despojo que no era tan malo, después de todo. Se agachó y empezó a revolver entre los desechos de su talento. Unos ojos lo miraban desde uno de los papeles. Hubiera jurado que estaban pintados en uno de los folios, o que miraban a través de él. Apartó las hojas y el efecto desapareció. Debo haberlo imaginado. Pero no, allí estaban de nuevo, cautivándolo con aquella profundidad oscura. Vació la papelera en el suelo y una docena de miradas se clavaron en su corazón; en una de ellas se podía nadar sin descanso, otra le miraba como si pudiera verle el alma; sintió vértigo y se perdió en un pozo oscuro. Al amanecer lo encontraron frío en la alfombra, rodeado de basura y ahogado en su propio vómito.

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  8. Me veo abocado

    La mañana fría y pálida. No había más salida que la que estaba apunto de escoger. Si la elección no era fácil, dado mi recelo a saber quién soy, ya pueden imaginar mis labios estriados como la mañana que es y la inexistencia, por poco, de besar. La terquedad ilustrada en cada una de las paredes estrechas y blanco hollín, del mismo color que el cuerpo cuando apresa el dolor y deja de estar enterrado. Mi frente se dejó caer levemente hacia el borde de la puerta, por las que se sale, y tras ella, el purgatorio, construido por alguna mujer cuando supo amar. Sigo cabizbajo, y las manos enredando a los dedos, mis piernas cruzadas y de puntilla. Estoy detenido con aires salvajes, en la necesidad de la búsqueda, pregunto, y hallar o no hallar importa menos. Ya no hay razón más poderosa que tenerla; como la noche es la noche. Importa seguir necesitando, como el mar, el mar. Eran las culpas que miraban insistentes.

  9. En la mira

    Cuando comenzó a escribir, fue plasmando experiencias en hojas de papel. Así, acumuló varios textos que poco a poco quedaron a disposición de los lectores.
    Con el tiempo, se dio cuenta de que, en ocasiones, esos lectores buscan en las obras algo de la vida del autor.
    Ahora, siente que en cada uno de esos papeles están los ojos de ellos, que lo vigilan como si fuera parte de un reality show.

  10. Su mejor actuación

    Llegó custodiado como alguien importante. Todos los ojos de los que llenaban la sala se fijaron en él. Se sentía el Primer Actor, el Protagonista. Esta historia era su historia, y nadie ni NADA, iba a cambiarlo.
    Por un momento, la expresión de su cara pasó de una risa heladora a un miedo atroz. Miró a su alrededor, buscaba, dirigía la vista en todas direcciones. Sus ojos pararon frente a los miembros del jurado. Un escalofrío recorrió las espinas dorsales de éstos.
    Lo percibió y eso le hizo sentirse de nuevo el Protagonista. Era crucial que todos supieran quién mandaba allí.
    Los vivos no le daban miedo. Él podría arrebatarles toda su energía. Pero lo que sí temía, lo que no podía soportar eran los ojos, las miradas de todas sus víctimas. Al principio sólo se presentaban en la noche a robarle el sueño, más tarde a cualquier hora y ahora estaban allí en los bancos destinados al público.
    Le miraban, le acusaban y pedían un final espectacular y se lo dio. Sin que nadie se diera cuenta arrebató la pistola del guardia que lo custodiaba y abriendo su boca disparó.
    Los aplausos de sus víctimas, mezclados con los gritos del público fue el final más apoteósico que puede esperar un gran actor.

  11. ESPEJO DE PAPEL
    Antón Era un tipo cara dura, de los que acostumbran a sacar ventajas de cualquier oportunidad. Por eso, cuando firmó aquel contrato, supo que a partir de ese mo-mento se estaba asegurando que nunca le faltara riqueza y con ella, el amor.
    Faltando poco para que se cumpliera lo pactado, quiso engañar a su socio y, con lá-grimas en los ojos, le propuso romper sus acuerdos, argumentando que la crisis no le permitía obtener los resultados que había proyectado. El otro le veía llorar y, aunque intuía que esto era solo una artimaña ensayada para lograr su objetivo, le ofreció una servilleta para que secara su rostro y lo consoló con suaves palabras asegurándole que a él ya no le importaba lo firmado.
    Tomó entonces, el papel mojado por el llanto y vio en éste los ojos cargados de malicia, de con quien, hasta hace poco, había hecho negocios, y lo guardó en el bolsillo, esbozando una sonrisa que Antón no logró ver; pero, en ese instante, comprendió el significado del dicho: “los ojos son el reflejo del alma”. Y cuando de alma se trata, el diablo siempre encuentra la manera de obtener las que les perte-necen.

  12. El dios que fabrica los semblantes
    Cuando les pregunté por qué los asal se parecen tanto unos a otros, me contaron esta historia:
    En el cielo de los asal viven decenas de dioses mayores y menores, semidioses y ángeles. Tienen, desde luego, un dios supremo, Frarart, el fabricante de almas, al que adoran en un gran templo oculto en las montañas.
    Entre los dioses menores se haya Tarfart. Es el dios que se ocupa de dar a cada humano una cara. Un día, Tarfart se enfureció con Frarart, el dios supremo. Consideraba éste que el dios de los rostros tenía poco trabajo, pues se limitaba a dar una cara a cada humano. Él, sin embargo, tenía que dotarles de alma. Enfurecido, Tarfart se retiró a una cueva. Durante un año entero, todos los niños asal nacieron sin rostro. Preces y sacrificios fueron ofrecidos a Frarart –nadie sabía cómo había que adorar a Tarfart– hasta que el dios supremo hizo que los ángeles buscaran la cueva donde se ocultaba el dios que fabrica los semblantes. Cargado de cadenas, Tarfart fue llevado ante Frarart, su tío. Los asal cuentan que el castigo fue terrible. Frarart ordenó arrancarle los ojos a Tarfart. Desde entonces, el dios que fabrica los rostros los hace todos iguales.

  13. Producción asistida

    En la fosa común de mis fracasos docenas, como borrones en un pedazo de papel arrugado. Me asaltan desde todas partes: a veces en una esquina cualquiera, a veces en un café, a la salida de un cine, de un colegio, en el autobús. A veces, como ahora, en el fondo de tus ojos. Celosamente os voy recolectando. Os arrastro hasta mi santuario, mi guarida, para asegurarme. Y sí, es verdad, todos tenéis mis ojos; pero una mirada tan diferente.

  14. Papel.
    Piel blanca donde cabe
    el agua y la llama.
    Madera que espera
    la abraces con letras
    comunicando,
    que la garabatees o dibujes
    dejando un rastro banal o emotivo
    de un instante de tu existir.

    Dentro de un depósito de arrugas
    reposan escondidos un millar de mensajes;
    unos pedazos desechados -quizá válidos-
    del acierto de vivir.
    Tantas experiencias expresan tus ojos
    -penetrantes pupilas-
    grabados sobre el papel y mirándome,
    realzados por la sangre
    única que opina
    y me delata sendas posiciones
    que adoptaste,
    la cual me dice que aún persisten, tozudos,
    al menos unos cuantos retales de tu latir.

    Por faltarme… me faltó un guiño,
    éste quede para darme intriga y rebuscar.

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