Viernes creativo: escribe una historia

Me acuerdo es un ejercicio literario que utilizó George Perec en su libro Je me souviens: Les choses communes I. Se trata de un ejercicio de recuerdos que él mismo explica:

Los Me acuerdo son pequeños pedazos de cotidianidad que fueron vividos y compartidos y luego olvidados. Sin embargo, de repente regresan, por azar o porque han sido buscados entre amigos una noche: es algo que aprendimos en el colegio, un campeón, una canción, un cantante, un escándalo, un eslogan, un traje o una costumbre, totalmente banal, que por un milagro es arrancada a su insignificancia y es reencontrada por unos instantes, provocando unos segundos de una impalpable y pequeña nostalgia.

Os propongo rescatar un Me acuerdo de vuestra memoria y a partir de él escribir un relato.

Para ilustraros os dejo uno de la escritora zaragozana Patricia Esteban Erlés, publicado en su libro de microrrelatos Casa de Muñecas:

EL COLUMPIO

Me acuerdo de cuando confundimos la muerte con un columpio.

Te invito a dejar tu historia en un comentario en esta entrada, en facebook, en google+, en twitter, en tu blog o donde quieras, el asunto es escribir.

23 pensamientos en “Viernes creativo: escribe una historia

  1. Me acuerdo de Irene y Marina, las niñas hijas del malvado panadero, que tanto hacia sufrir a mis padres. Esas niñas eran buenas conmigo, me admiraban por las cosas extraordinarias que recibía como regalo.
    Aquel día estrenaba una cometa. No sabía cómo manejarla y mis vecinas me miraban con deseo de jugar con ella. Compartí con ellas el artefacto. Tras más de una hora de vanos intentos, la cometa no voló y la frágil amistad de las tres se quebró para siempre. Culpa de la cometa, obviamente.

  2. Me acuerdo
    Me acuerdo de cuando, al fin, conseguimos él y yo acorralar a la chica de nuestros sueños y le pedimos que se bajara las bragas; de su tez pálida; de sus lágrimas contenidas. Me acuerdo de que también, nosotros, nos bajamos los calzoncillos. Me acuerdo.

  3. Me acuerdo de aquella noche, cuando yo era niño,que llovió tanto en mi pueblo que algunas casas empezaron a derretirse…
    Recuerdo que durante el dia llovieron ranas que montaban sobre burbujas cual potros salvajes…
    Todavía tengo presente en mi memoria, que cayendo la noche,yo debía ir a dormir a la taberna de mi tía en la plaza de Las tres moreras…
    Se quedó en mi mente la tozuda negativa a ir a dormir a la taberna, alegando que también aquella casa se iba a derretir…
    Al amanecer se derritió de repente…

  4. AL ESTILO GEORGES PÉREC

    Me acuerdo de lo que disfrutaba con los juegos de patio: la comba, la goma, la gallinita ciega, la pelota, las tabas, la rayuela, las canicas, al escondite, a campo quemado, al escondite inglés…
    Entonces no existían los móviles, ni las gameboys, ni los iPods, ni los lectores de CD, ni de casetes…
    ¿Me hago mayor? Claro, soy del siglo pasado.

  5. ME ACUERDO…

    Me acuerdo de aquellas mañanas de invierno en las que el frío te invitaba a quedarte en la cama, y al fondo escuchaba a mamá trajinar en la cocina en compañía de la radio. Y te levantabas y subías la persiana y allí estaba la calle, tu calle, esperándote con su niebla, su cierzo, su vida.

    Me acuerdo de ir a comprar el pan, a la panadería de la esquina, La Fiterana se llamaba, y entrabas y la panadera te esperaba con su delantal blanco y me compraba una chocolatina y un bollo para almorzar en el colegio.

    Me acuerdo de esos mediodías camino de la escuela, que le pedías a mamá tres pesetas y con solo ese dinero te comprabas felicidad, y cruzabas la calle y allí esperándote estaba ella, la castañera, con su aroma a castañas asadas y golosinas.

    Me acuerdo que la vida era sencilla, de jugar en la calle, que no contabas las horas, que las vivías intensamente.

    Me acuerdo del día en el que el mundo se paró, así de repente, sin avisar, cuando la realidad llamó a mi puerta y la vida me mostró su otra cara.

    Me acuerdo que ese día te dicen que no irás al cole, sin motivo, sin explicación, y tu mente de niño se pregunta ¿estoy enfermo? ¿es fiesta?

    Me acuerdo que ese día te fuiste de mi lado, para siempre, sin decirme adiós…papá

    (disculpar un texto tan largo. pero mi «me acuerdo» es una suma de recuerdos).

  6. Gris

    Me acuerdo de la primera vez que te acaricié el pelo y tenía un tacto gris y suave. Un gris que se pegó a las yemas de mis dedos durante meses. Pensar en ti era sombrío y subía por el brazo, trepaba por los hombros, se extendía como una enfermedad plomiza. Años, digo, sin poder olvidarte, mirando a través de ese recuerdo que lo anegaba todo. Tu pelo gris, suave entre mis dedos, la luz que filtraba la cortina, las colchas blancas. La vida en blanco y negro sucio. Tú, yo. El pasado. Nada.

  7. Me acuerdo de aquel día gris en el que jugaba con mis hermanas al escondite en casa.
    Pili, la pequeña buscó el mejor, dentro del armario ropero.
    Y, yo no quise ser menos y me metí dentro en su busca diciéndole, te he encontrado.
    Pero el hueco era demasiado estrecho y al hurgar para agarrarla rompí el espejo. Entonces, el temor a los gritos paternos me llevaron a huir de casa. Y desde mi escondite, detrás de una roca del descampado frente a mi casa oía como mi madre y mis hermanas me buscaban:
    «¿Habéis visto a mi hija? ¿Sabéis dónde está mi hermana?
    Y, en ese momento, al verlas tan preocupadas mi temor se diluyó como un terrón de azúcar y regresé cabizbaja esperando recibir un castigo, que nunca llegó.

  8. DESILUSIÓN

    Me acuerdo del coche en el que me declaré, de mis nervios, del anillo, de tus ojos entusiasmados y de lo largo que fue el beso. También me acuerdo de las luces, el claxon, el balanceo, el golpe, el rojo, el negro, tus gritos, las sirenas, el dolor, las voces, las descargas y el pitido. Pero no recuerdo haber muerto, y parece ser que tampoco me acuerdo de hablar.

    No me mires así. ¿Ya no te gusto?

  9. Desacuerdo

    Me acuerdo de ver arder los troncos en la chimenea. Del intenso frío. De las palabras de mis padres. Del miedo. Miedo a no saber qué decidir, a no saber qué responder. El chisporroteo del fuego, los leños consumidos. Me acuerdo.

  10. Me acuerdo de tus ojos apagados diciéndome adiós, me acuerdo de tu voz gélida, y de aquel frío beso de despedida en la mejilla. Recuerdo que te abracé y tu no me devolviste el abrazo. Pero soy incapaz de recordar tu cuerpo desnudo, tu calor, tus besos, la forma en que me acariciabas y tu voz susurrando que me querías. Cuando te fuiste te llevaste mis buenos recuerdos y eso es lo que nunca te podré perdonar.

  11. Recuerdo haber escrito algo similar en la Universidad y también, recuerdo que nos divertimos haciéndolo, pero este proceso que han realizado, me ha encantado, todos en su estilo, el proceso en su conjunto. Saludos

  12. Mercedes Castejón (25/08/1920-14/04/1950)

    Me acuerdo de todo, de la ventana que daba al patio de luces, a medio día unos popurrís de olores llegaban a través de ella, en la tarde entraban los gritos y juegos de los niños hasta la hora de la merienda. Recuerdo ese edificio antiguo y en mi evocación puedo vivir cada instante como si fuese ayer. Hasta recuerdo a los porteros que, desde el entresuelo, cuidaban de que se mantuviese el orden en las zonas comunes.
    Pero Antonio, todo lo que me cuenta parece bastante normal, comenta el psicólogo.
    Sí, todo sería normal si no fuese porque, en esa época, mi madre todavía no había conocido a mi padre, aquellos porteros fallecieron antes de mi nacimiento, y cada día mis pasos me llevan al cementerio, me siento en la tumba de una mujer de la que no sé nada, sólo que tendía la ropa cada día con creciente dificultad, su abultado vientre hacía muy costosa la labor y sueño con la sangre que resbala por sus piernas.

    Releo una y otra vez la escueta esquela…

  13. ENCIMA

    Me acuerdo de aquella vez que me quitaste un beso de encima. Yo lo tenía arriba, en un sueño, y tú viniste a ponerlo en mis labios. De allí pasó a mi recuerdo, donde lo guardo con celo en un rinconcito, donde lo veo al cerrar los ojos, donde lo cuido, donde lo pienso. Y ahora, otra vez, sueño ese instante en que apareces, sueño que lo tomas con tu boca, sueño que lo pones en la mía. ¡Menudo fue el beso que me quitaste de encima!

  14. Me acuerdo de cuando mi abuela mató a mi gata. Le puso vidrio picado en la comida. Lo supe porque cuando volví de la escuela me encontré los restos en el plato del jardín en el que yo solía ponerle las sobras. Y había también vómitos de sangre entre las hierbas y sobre el muro bajo que separaba la casa con la del vecino. Lloré, claro. Y la tristeza era tan grande como la rabia. Yo tenía unos seis o siete años por aquel entonces, y había acogido a esa gata callejera unos meses atrás. Venía a visitarme al patio todas las tardes. Yo la alimentaba e intentaba acariciarla. Era algo arisca, pero de ojos profundos y cálidos. El pelaje negro le brillaba tanto que no recuerdo bien la distribución de sus manchas blancas. La gata se quedaba conmigo mientras yo examinaba los insectos, escarbaba en la tierra con un palito o me sentaba a comerme un mango anaranjado y fibroso que acababa de arrancar del árbol. Mi hermano decía que la gata era igualita a una que habían mandado en un cohete unos años atrás, que él lo había visto en una revista. Por eso aquella fatídica tarde me obligué a pensar que ella no se había ido al cielo (que de allí no se volvía) sino que había viajado muy, muy lejos: al espacio.

  15. Nuevos tiempos

    Me acuerdo de mil y una noches repletas de estrellas, del brillo de la luna llena, de aquellos mágicos amaneceres cubiertos de rocío…
    Me acuerdo del olor a jazmín, del tañido melodioso de las campanas meciendo dulcemente el despertar de la ciudad. Una ciudad ya para siempre convertida en nostalgia…
    Me acuerdo de las risas; de los sueños; de la alegría y la esperanza.
    Me acuerdo de la inocencia y la ternura.
    Me acuerdo de ti.

    Y olvido. Sí, también algunas veces olvido…

    Olvido con infinito esfuerzo que un día el tiempo se volvió contra mí.
    Olvido la oscuridad y el cansancio; el frío y la tristeza.
    Olvido la devastación; el miedo; los llantos; la rabia y el dolor.
    Olvido el silencio eterno de las fotografías; este desamparo; la expresión rota de tu rostro cuando lo impensable sucedió…
    Olvido que mi corazón junto al tuyo se detuvo y que hay heridas que no cicatrizan jamás.

    Y entonces, al fin, sólo en ese instante dulce y cálido donde triunfa el olvido, un recuerdo antiguo espejea en mi mirada y un destello de felicidad salpica mi alma…

    Recuerdos de la vida que fue. Recuerdos de una vida ligera y suave. De mi vida antes de la huída y el horror. Recuerdos de Alepo.

  16. Recuerdo las noches de verano cuando volvíamos del cine. Siempre era en lunes, ponían las mismas películas que el domingo pero con la oferta de que eran “Féminas” o sea, que las mujeres no pagaban. Así íbamos los cuatro por dos entradas. Jaja.
    Tú sí que sabías, papá. La verdad era que te gustaba más el cine que a ninguno de nosotros y que tampoco andábamos muy boyantes de dinero. Así que los lunes sesión de cine y después tan contentos que veníamos.
    Recuerdo en verano cuando llegábamos por nuestra calle veniíamos jugando y cantando bajito, ya no eran horas, eso de “Teresa la marquesa, tipití tipitesa, le gusta el bacalao, tipití tipitao…”
    Recuerdo tantos momentos dichosos con mi padre, tantos, que espero que nunca me falten los recuerdos, es su mejor legado.

  17. MEACUERDOS

    Me acuerdo de cuando cogía la bici para ir a buscar a alguna amiga y luego, despistada, me volvía a casa a pie. Ella se quedaba sola, olvidada, con el pedal sobre el rastrillo preguntándose si aquello era la libertad.

    Me acuerdo cuando nos perdimos entre los huertos buscando unas ruinas romanas pero encontramos un melocotonar y nos pusimos las botas. Luego andamos una semana con el culo al aire y las bragas estancadas en los tobillos por culpa de los pesticidas.

    Me acuerdo del aroma penetrante y tibio a plátano que hacía siempre mi mochila los días de excursión. Del paquete de rosquilletas despedazadas que le acompañaba y del botellín de agua sin etiqueta que volvía a casa vacío, para ser enjuagado y vuelto a utilizar en la excursión siguiente.

    Me acuerdo de cuando me calcé unos zapatos de tacón aguja, ajenos, en el vestuario del gimnasio y entonces la dueña de los susodichos entró por la puerta. De cómo mis orejas, que me ardían de vergüenza, tuvieron que escuchar cómo me pedía que por favor sacara mis pies de dentro de los mismos.

  18. PRESCRITO

    Me acuerdo de cuando jugábamos a dispararnos en la cabeza: yo ponía las balas y tú ponías la sien, cada uno pone lo que tiene más a mano, como es lógico. Te disparé diez cargadores de un tirón (A ocho balas por cargador, ochenta balas en total) Hoy, cincuenta años después, vienes a reclamarme no sé qué de daños y perjuicios. Te recuerdo que aquello era un simple juego, que hace medio siglo que estás muerto, que no creo en los fantasmas y que los supuestos delitos entre mi munición y tú cabeza, hace un par de décadas que han prescrito.

  19. Me acuerdo de aquel día que nos sentamos frente a frente en un café y nuestras manos no se buscaron, de las miradas bajas que ya no se esquivaron culpables, de la estridencia de las cucharillas de café, del revuelvo de las hojas del periódico, de los movimientos lentos para pagar cada uno su cuenta. Sí, puedo recordar con todo detalle el día que nos olvidamos.

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