Viernes creativo: escribe una historia

¿Os atrevéis a contarnos vuestros sueños? ¿O qué os sugiere esta fotografía de Geir Mosed?

Geir mosed

Geir Mosed

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23 pensamientos en “Viernes creativo: escribe una historia

  1. Andrés se despierta con una amplia sonrisa. Ha tenido un maravilloso sueño. Se había hecho mayor. Sí, el niño estaba muy harto de los abusos, del maltrato al que era sometido. Pensaba que, si, de repente, se convirtiese en un adulto, todo ese mundo negro se transformaría en la blancura de la inocencia y candidez, que a él le habían arrebatado. En el sueño de esa noche, estaba trabajando en la mina con su difunto padre, codo con codo, agotados físicamente, pero unidos por un vínculo de cariño invisible, que no podía mostrarse en público (¡eran hombres!).
    Andrés se despereza y observa sus manos manchadas de carbón.

  2. Paréntesis

    Después de hacer el amor,  como siempre, ella se sienta en el borde de la cama y fuma mirando a la pared.  Él, aún tumbado, estira el brazo hacia ella y repasa con el dedo las constelaciones de lunares de su espalda;  descubre que, donde el año pasado había una estrella, ahora hay una cicatriz.
    Ella comienza a llorar despacio, como si no quisiera,  pero él no dice nada aunque nunca pactaron que no se  harían preguntas o  que no traerían lencería usada ni anillos de casados. Porque  el tiempo en esa habitación de hotel es un verso libre dentro de sus vidas,  una frase entre paréntesis, con sentido propio y completo, que cierra el recepcionista cuando los despide con un  «hasta el año que viene».

  3. EL MAPA DE TU PIEL
    Marqué todos los puntos. Tracé todos los caminos. Besé el lunar de tu hombro y mi mirada oteó la llanura de tu piel. Las yemas de mis dedos caminaron lentamente rozando cada poro. Y allí donde se erguía tu columna mis labios te dejaron un beso y otro y uno más… Y continué la travesía, sintiendo cada centímetro recorrido como mío. Me perdí entre tu belleza. Me sumergí en lo más profundo de ti. El temblor de tu cuerpo y la brisa, acompasada de tu respiración, me despertaron de este sueño, que no fue tal, sino el instante de amor más perfecto dibujado sobre tu piel…

  4. LA PIEL QUE HABLA
    Todos los pliegues hablan. Los de las sábanas, los del edredón que apenas cubre el cuerpo desgastado. Estos pliegues son suaves, dulces, en comparación con los tuyos propios, duros como pedernal. Después de cada encuentro te reduces a la nada. Te recluyes en tu ovillo, con la esperanza de regresar al feto que fuiste, cuando nada te hacía daño, cuando flotabas confiada, cuando no sabías lo que te esperaba afuera, en la luz pálida que te rodea ahora.
    Quisieras alejarte de ese lecho que es tu modo de vida. Pero no puedes. No sabes cómo hacerlo. Quizás cuando tu espalda sea una mancha oscura y nada tenga ya remedio. Quizás entonces, seas feliz.

  5. Guerra y paz

    Se ha librado otra batalla en mi país. Viniste para conquistar mis lunares, trepaste por la espalda y llegaste hasta la boca. Luchamos como fieras. Perdiste un brazo en la pelea y yo gané la noche, pero por fin conseguimos instaurar la paz. Ahora solo queda el silencio de la desolación. Dormirme para soñarte otra vez.

  6. JUEGOS POR SI TE QUEDAS
    No, hoy no, pero por favor no te vayas. Túmbate a mi lado y cuenta los lunares de mi espalda mientras me duermo. Sí, así, despacio y sin saltarte ninguno. Mi hermana siempre hacía trampa; no es justo, decía, yo tengo menos. Entonces al juego del recuento añadíamos el de la pizarra mágica. Por favor, a eso también quiero que juguemos esta noche… si te quedas .

  7. Servicio de habitación para solitarios

    Entré en el hotel Ambassador arrastrando mi vieja maleta y un cansancio de veinte horas de viaje. Me preguntaron si me hospedería solo los diez días que tenía reservado y, aunque dudé por la precaución de confesar mi soledad en un país tan alejado al mío, asentí. Me entregaron la habitación 301 y me sonrieron “Feliz estancia” con acento francés. La habitación no disponía de vistas al mar y en su minúsculo armario empotrado solo colgaba una triste percha de madera. Es lo que había. Enseguida, acomodé mi ropa como pude, me tendí en la cama apenas diez minutos y me duché con un escaso chorro de agua caliente. Al cruzar la calle, me esperaba un restaurante solitario e infame, con un camarero medio sordo que no me entendía. Me emborraché, qué más podía hacer. Cuando subí a la habitación, antes de dormir, me encerré en el baño, me lavé los dientes y me desprendí de las jodidas lentillas que se resistían a despegarse de mis ojos. Y al salir, vaya por Dios, me encontré con una mujer desnuda en mi cama. ¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí? Algo azorada, me miraba y sonreía invitándome a no hacer más preguntas, pero al comprobar que yo seguía entre perplejo y aterrado, me preguntó en un inglés más precario que el mío si así nos podíamos entender. Yes, of course. Entonces, más o menos, supe lo qué ocurría y me excusé con que tenía novia, que no podía ser, que por favor se marchase de mi habitación. Ella, mostrándome la alianza en su dedo anular, me aseguró que estaba felizmente casada y que nadie se iba a enterar, que me necesitaba. Fui rotundo y le repliqué muy serio que no. Con lágrimas en los ojos, me dio la espalda y empezó a sollozar como una niña desvalida lamentando el miedo que padecía, las horas de sueño atrasadas que soportaba, su soledad. Hoy es la quinta noche que dormimos abrazados, solo eso, ni siquiera sé cómo se llama, si es checa, noruega o polaca, a qué se dedica ni por donde se mueve durante el día, pero al llegar la noche, no puedo dejarla sola, la necesito.

  8. Respuestas

    Hace poco me hicieron una entrevista. Lo malo de las entrevistas es la cantidad de veces que te preguntan las mismas tonterías. ¿Cuándo empezaste a escribir? ¿Cuál es tu libro favorito? ¿Qué te sirve de inspiración?

    En aquella ocasión, la periodista me hizo una curiosa pregunta: ¿Cuál es tu momento favorito del día? Quizá pensaba que la respuesta tendría que ver con la profesión de escritor. Nada más lejos. Cerré los ojos para concentrarme y en la oscuridad de mis pensamientos apareció la constelación que conforman los lunares de su espalda. Esas pequeñas y malditas marcas que atentan contra mi cordura. Que me indican el camino que debo seguir para llegar al lugar donde pierdo el juicio.

    Mi momento favorito del día es: despertar con su aroma impregnado en mis fosas nasales. La luz baña su piel mientras su cuerpo calienta mi cama y mis bajos instintos. Es despertar empalmado y apretarme contra sus nalgas buscando desesperado el calor de su carne. Besar su espalda, sentir cómo se eriza la piel y cómo encajamos como un engranaje perfecto. Empezar el movimiento sutil de caderas y terminar exhaustos. Jadeantes, embriagados.

    Quizá no era la respuesta que esperaba, pero por cómo se mordía el labio, sé que la disfrutó.

  9. Pecas
    Cuando me miras con esos ojos de león hambriento… pecas.
    Cuando dices que me quieres solo para ti… pecas.
    Cuando piensas que eres lo mejor que me puede pasar en la vida… pecas.
    Cuando deseas estar en el lugar de cada hombre que se cruza en mi camino… pecas
    Cuando estallas ante una de mis sonrisas que no va dirigida a ti… pecas.
    Cuando desistes de seguir intentando conquistarme… pecas
    Cuando por fin te doy la espalda y me imaginas desnuda… pecas.

  10. A LA DERIVA

    Envuelto en la oscuridad, ingrávido, viajo por el universo de tu cuerpo. Deslumbrado por la blancura de tu piel, me dejo guiar por la constelación de lunares de tu espalda. Así consigo llegar al nacimiento de tu cabello, que oculta la luna de tu nuca, donde descanso, para después deslizarme, beso a beso, por la ladera de tu cuello, hasta alcanzar el mar de la tranquilidad de tu boca.

    Mi cuerpo se estremece abrazado a tu cintura, mientras el corazón me estalla en el pecho por la fuerza de mis latidos. El sol amanece en tus ojos y abrasa los míos, que te miran.

    Despierto tiritando cuando, a la deriva, el témpano de tu piel roza la mía.

  11. Soledad infinita

    Despierto con una mujer desconocida. No recuerdo su nombre, ni cómo habla, tampoco cómo llegó a mi casa. Ansío que se marche para estar solo y volver a ahogarme con la inmensidad que hace meses dejaste en mi cama. Me agobian las estanterías medio vacías de libros y discos. Me duele oír cómo mi ropa retumba en los cajones. Me irrita ver la radio anclada siempre en el mismo dial y el mando del televisor en mi lado del sofá. Me desgarra ese vacío que corroe mi mente. Esa soledad infinita que ha conseguido que hoy vuelva a escribir.

  12. UN LUNAR DONDE QUEDARSE

    Estuve una vez en uno de esos lunares con encanto a los que llegas sin saber muy bien cómo pero donde luego quieres permanecer de por vida. No hablo de un lunar cualquiera, no. Es uno maravilloso, ideal para hospedarse. Está un poco apartado, allá por la cara oculta de tu espalda. Da la impresión, a primera vista, de llevar tiempo deshabitado. Pero una vez allí pronto se descubren los años, los daños, y es sencillo percatarse de que la mano del hombre ha dejado su impronta. De todos los lunares que he visitado, el tuyo es sin duda el más acogedor. Y lo peor, sin duda, es el acceso. No es nada fácil llegar hasta él. No es que haga falta un mapa, tampoco es eso, pero sí que hubiera agradecido alguna indicación previa. Que me hubieras dicho, por ejemplo, que no conviene pasar por encima del corazón ajado, que es mejor bordearlo. Es duro descubrirlo por uno mismo. De haberlo sabido antes seguro que habría podido quedarme.

  13. No entiendo qué ha pasado. Eva ha compartido mi vida. Mi alcoba. Mis expectativas de futuro. He recorrido su piel como un explorador sin prisas. Me he perdido entre sus lunares como entre laberintos de recorridos imposibles, y creía haber llegado a las grutas de sus razonamientos y esperanzas. Creía haber atisbado los precipicios de sus miedos y anhelos. Pero no.

    Cuando llegó anoche y, entre la ensalada y la tortilla puso a relatarme sus andanzas con Luis, su compañero de redacción, no podía entender de qué me hablaba. Era absurdo pensar que, mientras seguíamos embarcados en la planificación de mi estancia en la Universidad de Groninga, prevista para Agosto, ella estaba construyendo una relación ajena a mí, y en su propio centro de trabajo.

    Lo que más me ha dolido es que insistiera en que pusiera en mi equipaje protección solar de 50 por si al final podía acompañarme la primera semana, porque, como dijo hace pocos días, sin ella se quema los hombros y la espalda con facilidad.

    La miro dormida por última vez. Cierro las maletas y llamo a un taxi. Mañana, cuando ella se haya ido, empezaré a reconstruir mi vida. Solo, por primera vez.

  14. HISTORIA DE UNA VOCACIÓN

    Apareció por casa una noche de principios de junio, como una más del grupo de amigos de mi hermano Andrés. Se llamaba Julia, y tenía la piel más blanca que recordaba haber visto nunca. Una piel casi traslucida que dejaba ver el entramado de capilares y finas venas que la recorrían. Recuerdo que, en la cena, se sentó en frente mía y no pude dejar de mirarla en ningún momento. Desde sus ojos azules como el cielo de verano, a sus níveas manos, tan delicadas y finas que parecían de porcelana, todo en ella captaba mi atención. Se quedó a dormir, y aún pude verla a la mañana temprano.
    La luz se filtraba bajo la puerta entreabierta de su habitación que, por algún motivo, se había olvidado de cerrar. No pude desperdiciar la ocasión que se me ofrecía de asomarme al umbral. De puntillas, casi sin atreverme a respirar, abrí la puerta y pude contemplarla durmiendo. Estaba de espaldas a mí y el edredón se le había escurrido hasta la cintura. Mis ojos recorrieron el trazado de su columna vertebral desde la nuca hasta el comienzo de las nalgas. Su blanca piel lucía, bajo la claridad de la mañana, salpicada de numerosas pecas y lunares.
    No volví a ver una espalda como la suya, por más que soñé con contemplarla algún día en cada una de las muchas pacientes que pasaron por mi clínica. Volviendo la vista atrás, creo que lo decidí, inconscientemente, ese día. Me hice dermatólogo porque me enamoré de la piel blanca y salpicada de pecas de Julia.

    MVF

  15. HISTORIAS DEL CIRCO

    Erika, la ex trapecista del Gran Circo de Sry Lanka, perdió ambas piernas cuando le pasó por encima una caravana. La caravana pertenecía a Willy Caralata, el ventrílocuo funambulista, quien además de manco tiene muy mal carácter, como todos los mancos pelirrojos. A Erika la reciclaron y actualmente es quien vende las entradas en el cubículo de la taquilla. Lo de vivir alejada del trapecio lo va superando, aunque echa de menos eso de no ver una red bajo sus pies cada vez que mira hacia abajo. “Eso de que justamente después de tu cintura esté el suelo, es raro”, suele decir. Willy Caralata, un poco por remordimiento y un poco por carácter, suele visitarla cada día. Pasa por la taquilla con su muñeco Dustin, lo introduce por el agujero de la ventanilla e imitando una voz de niño rebelde, coloca la boca del muñeco junto a la oreja de Erika y le susurra al oído ¿A quien se le ocurre quedarse dormida debajo de una caravana?

  16. Alguno de los amantes de Lili Kraub
    Lili Kraub me odiaba. Podía pasarse meses sin saludarme al cruzarnos en el comedor de la fábrica y una noche cualquiera llamaba a la puerta de mi apartamento y se colaba en mi cama. Me hacía el amor con rabia: mordía, arañaba, empujaba con la pelvis como si quisiera partirme. Cuando al fin se corría, se tiraba a mi lado dándome la espalda. Su respiración, en lugar de calmarse, se agitaba aún más. Su cuerpo huesudo se ponía rígido y temblaba ligeramente. Agarraba la esquina de la sábana bajera y cerraba el puño hasta que la punta de los dedos se le quedaban blancas.Y luego se levantaba en un solo movimiento, se vestía deprisa y huía de casa con la cara enrojecida por la ira, dejando un montoncito de tela arrugada en la esquina de la sábana.
    Una noche que apareció borracha ocupé con mi cuerpo el hueco de la puerta y pregunté por qué volvía si tanto me odiaba. «Hay cosas que tienen la potencia de ser; otras, la necesidad de ser y otras simplemente son», dijo, y me empujó hacia dentro sin decir ni una palabra más en toda la noche.
    Semanas después, conseguí un trabajo en Berlín y dejé la fábrica y el apartamento.No me despedí de Lili, ¿para qué?. Sin embargo, de ella conservo la costumbre de alisar las esquinas de las sábanas antes de dormir.

  17. DUERMO
    Me diste tantas veces la espalda que me acostumbré a repasar cada centímetro cuadrado de tu piel, a recorrer tu columna, a remontar tus omóplatos, a entretenerme saltando de lunar a lunar. Por eso, cuando te pones de frente, no sé qué hacer. Me aburro. Te doy la espalda. Duermo.

  18. El arquitecto de sueños
    -He estado releyendo detenidamente su currículum y como se puede imaginar no le he llamado por las notas de su expediente académico, sin ánimo de ofenderle y siendo realista las calificaría de mediocres – Dijo el señor Aramendia con tono solemne, mientras en tono quedo sonaba la opera de Aida por el hilo musical.
    – Debo confesar que no son las mejores calificaciones de mi promoción, es cierto, reconozco que tengo capacidad para haber obtenido mejor nota media –contesto Ernesto.
    Mientras el señor Aramendia sostenía con su huesuda mano diestra el currículum de Ernesto, se arrellanaba bajo el quejido de su sillón de cuero negro tras la diáfana mesa de cristal y patas de cerezo:
    -Veo que prácticamente no tiene experiencia, ya que finalizó arquitectura en junio.
    -Sí, así es, acabo de terminar la carrera, todavía no he tenido la oportunidad de incorporarme al mundo laboral.
    -Me gustaría que me explicase, ya que es el motivo real por el cual me he fijado en su currículum, ¿qué quiere decir que usted es “arquitecto de sueños”?
    -Muy sencillo, la ilusión es la arquitectura de los sueños, son el bastidor de la vida.
    -Pero no todos los sueños se cumplen señor Ernesto López.
    -El mundo es de los que tienen la ilusión de que se cumplan y luchan día a día por ello.
    -Y para finalizar, aquí donde pone que usted es mago y funambulista…
    -Mire seré sincero, para mi vivir no es suficiente, en ocasiones es necesario ser funambulista sobre la sirga de la vida, sin magia no hay ilusiones, sin ilusiones no hay sueños, sin sueños no hay vida.
    j. mariano seral

  19. INEXISTENCIA

    Conté, hasta el infinito de tu espalda, cien lunares azules. Buceé bajo la piel de la sábana hasta encontrar la perfección más exquisita de tu perfume. Acaricié con mis dedos, en círculos concéntricos, la luna de tus pechos.

    Pero solo el tiempo en el que te tuve expuesta ante los lacrimales de mis besos, sirvieron para darte cuenta que la ausencia estaba escrita en el finito de tu cuerpo, en el límite que separa el deseo de una almohada acolchada, humedecida de sueños inconclusos destinados a la nada.

  20. Naipes

    No hay certeza absoluta que soporte cien negaciones y, en algunas contadas ocasiones, solo se necesita una para derribar un concepto bien consolidado.
    Por aquel entonces, yo era el típico necio que desconoce sus límites y piensa que cualquier reto puede ser superado. Estaba convencido de que cada piel era un lienzo en blanco sobre el que crear una historia, con la única ayuda de tintas, agujas e imaginación.
    Ella había oído hablar de mí y me aseguró que era la única persona en quien podía confiar su espalda. Tatúame lo que quieras, el dinero no es ningún problema, suplicó con la tristeza de quien se desprende de algo valioso.
    Recuerdo que pasé un buen rato tratando de descifrar la constelación de pecas que pueblan su dorso y que solo acerté a trazar unos torpes caminos entre ellas con mis dedos. Nada que se pareciera a un boceto.
    Las falsas creencias, como sucede con los naipes de los castillos, suelen arrastrarse unas a otras en su caída. Esa noche descubrí que algunos folios no se dejan escribir, ciertas historias no se pueden contar y que el amor a primera vista existe. Todas esas cartas cayeron hace mucho tiempo, entre las ocho de ayer por la tarde y las siete de esta mañana.
    Desde que ha amanecido y contemplo desde otra luz la maravilla que derribó mi credo, me pregunto qué nuevas verdades caerán cuando ella despierte, se gire y me interrogue con su mirada.

    https://vozdelsilencio.blogspot.com.es/2017/07/naipes.html

  21. IMPOSTOR

    Siempre fue mi mejor amigo. Sus hijos me llaman tío y su mujer me prepara café cuando le recojo cada mañana para ir al trabajo. Compartimos el peso de los sacos de arena, la cerveza después de una dura jornada, alguna que otra novia en el pasado. Ni siquiera puedo recordar cuándo nos conocimos, seguramente porque mi memoria no puede echar atrás hasta ese punto.
    Hace demasiados años que le cuento mis inquietudes, mis proyectos. Demasiado tiempo que corrompí nuestra amistad con cientos de mentiras.
    Yo nunca busqué sus confidencias, ni su lealtad, ni su camaradería. Yo solo deseo que llegue el día en que ansíe acariciar, uno a uno, los lunares de mi espalda.

  22. HIPERSENSIBILIDAD

    Preocupada por las dolorosas manchas coralinas que han aparecido en la delicada piel de su espalda, Sara acude al Centro de Salud. La joven médico las observa con atención. Parecen picaduras pero el nítido agujero central la remite más a un pinchazo de aguja que a cualquier insecto que conozca. Aficionada, como es, a considerar todas las posibilidades, le vienen a la cabeza un par de ismos. “¿Recuerdas alguna actividad fuera de lo común que hayas realizado en las últimas cuarenta y ocho horas?”, le pregunta a la paciente. Sara solo consigue destacar del día anterior haberse acostado aún con el vívido recuerdo de las bellísimas mariposas enmarcadas que vendían en un puesto del mercado.

  23. Se habrá dormido ya, casi seguro. Eso espero, que se haya dormido ya. Espera un momento y…, ahí está, su respiración fuerte y entrecortada. Sus ronquidos, vaya. Ya está. En realidad es como un crío: un poco de teta, un poco de juego, dos caricias y un poco de ñoñería y en seguida se corre y me deja tranquila. ¡Qué hartazgo de vida, qué hartazgo de hombre! Por qué no haría yo caso de mi tía, la soltera, y me buscaría una mujer como el diablo manda… Por qué no haría caso.

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