Viernes creativo: escribe una historia

A partir de esta foto (de autor/a desconocido/a), ¿podéis escribir una declaración o una historia de amor tibio, de sí pero no, de bastante pero no tanto?

Te quiero bastante

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11 pensamientos en “Viernes creativo: escribe una historia

  1. CANCIÓN DE AMOR
    Que por qué te estoy queriendo, no me pidas la razón. Haces que mi cielo vuelva a tener ese azul, pintas de colores mis mañanas solo tú. Prometimos querernos los dos, con un juramento de sal y limón. Pero te he echado de menos todo este tiempo, he pensado en tu sonrisa y en tu forma de caminar…
    —¡Lupe! ¡Cállate de una vez! Estoy hasta los cojones de tanta canción cursi del Nino y del Pablo. Si hicieras lo que tienes que hacer…

  2. Adverbio de cantidad

    Me preguntas que cuánto te quiero. Cuánto, como si eso se pudiera medir, sacar del armario la pesa de la cocina y colocar encima nuestro amor: 780 gramos. O mejor, ya lo sé, preferirías que utilizara la báscula del baño y que por una vez nos alegráramos de que algo en esta casa engordara. Prefiero decirte, querida, que lo que siento es como ir en un crucero de lujo, capuccinos a cualquier hora, daikiris hasta reventar, caviar, langosta, todo el día viendo el mar en sus distintas tonalidades. Música, descanso, tiempo para leer. Y al lado los pies desnudos de hombres y mujeres de la tercera o cuarta edad, retorcidos, todos juntos en el borde de la piscina. Un crucero puede ser un lugar maravilloso, pero estás ahí encerrado, en mitad del océano, en un puto edificio de doce plantas, hay niños por todas partes que corren y gritan, tienes que hacer cola para recibir un masaje y siempre ese ruido de fondo. Así es como te quiero, amor, bastante, pero con matices. Bastante, pero no todo.

  3. PLE(AMAR)

    Cuando te aman a medias todo se precipita. Nos conocimos aquella tarde de un día sin puesta de sol. Se ruborizaron mis mejillas cuando me miraste, pero no supiste atardecer en mis ojos. Tembló mi cuerpo de emoción al entrelazar nuestras manos por primera vez. Sin embargo, pensaste que sentía frío al ver cómo se erizaba mi piel.

    Desde entonces, aquel rompeolas fue nuestro. Entre besos y caricias, esperé que me susurraras cuánto me querías, aunque siempre me devolviste silencio.

    Te di tanto que acabé por sentirme vacía. Cuando escribiste junto a la orilla: “TE QUIERO BASTANTE”, para mí, ya no era suficiente.

    Durante la pleamar, acaricio tus palabras cuando el oleaje mece mi cuerpo.

  4. Tibio

    -Te quiero bastante –le dijo él.
    Ella lo miró a los ojos durante un segundo, algo ofuscada, le dio un beso en la mejilla y entró a su casa, cerrándole la puerta en la cara.
    El beso en la mejilla y que no lo invitara a pasar eran indicios más que claros: el amor se extinguía. No podía amarla como quería ella, al cien por ciento, al palo.
    Ella encendió la calefacción para entibiar el ambiente. Todo se tornaba tibio en esa tarde-noche de junio.

  5. De película

    «Te quiero bastante, pero no lo suficiente para arriesgarme a una muerte por hipotermia…». Siempre creí que esto fue lo que Rose le dijo a Jack en un susurro apenas audible, mientras él se hundía en el mar helado y ella sobrevivía sobre una tabla de madera. Unos metros más atrás, el Titanic se sumergía quejumbroso y pasaba a formar parte de una trágica historia.
    Luego se convertiría en la película más taquillera del cine de los 90. Tal vez sobre la tabla hubiesen podido salvarse los dos. Tal vez el amor fue el que no se salvó. Otro misterio que el mar se devoró.

    28 de Junio, 2018.
    Silvana Alexandra Nosach

  6. Declaración de amor

    Te quiero lo suficiente para escribirlo en una piedra junto a tu mar. Te quiero, porque es imposible no quererte. Pero no te quiero todo lo que debería. Porque no estamos preparados para querernos. Porque no nos hemos querido bien. Aunque soy consciente de que nuestras vidas siempre estarán entrelazadas y que bailaremos con el vaivén de las olas. Nos buscaremos para luego separarnos por tiempos. Nos amaremos con desesperación y nos observaremos mientras uno de los dos llora. Porque tú quieres algo de mí que no tengo para darte y yo quiero dejarte ir, pero no lo consigo…

    Envejeceremos en continuo conflicto. Con la sensación de libertad que conseguimos cuando nos dejamos. Con la satisfacción que vivimos al reconciliarnos.

    Te quiero bastante, pequeña, que es más de lo que he querido nunca. Te quiero libre, te quiero siendo tú. Te quiero a ratos conmigo y a ratos sola. Como me quieres tú. Lo suficiente para perdonarnos, siempre.

  7. INDEFINIDO

    Frente a aquel mar de olvido, solo fuiste capaz de poner: Te quiero bastante. Como siempre, te perdiste en tu indecisión. Tal vez, hubiese sido mejor escribir únicamente: Te quiero. Lo que para ti era bastante, para mí no fue suficiente.
    Fuimos un amor indefinido. Sin pasado, sin presente, sin futuro…

  8. TE QUIERO BASTANTE

    —¿Cuánto me quieres? —preguntó ella.
    —Bastante —respondió él.
    —Bastante no es mucho —protestó ella.
    —Es bastante más que nada —sentenció él.

    Esa noche la mujer no durmió muy bien pensando en la contestación que le había dado su pareja. Ella creía que congeniaban a la perfección el uno con la otra. No esperaba para nada la respuesta que había recibido a su pregunta. Aunque le estaba bien empleado por preguntar. Sabía de sobra que la romántica en aquella relación era ella. A él no le gustaban esas ñoñerías de los «te quiero», de las cenas con velas, de las puestas de sol… En el día a día le demostraba su amor con hechos; jamás con palabras.

    A la mañana siguiente el hombre se levantó más temprano de lo habitual. Se fue de casa sin despedirse de la mujer con su rutinario pico en la boca. Ella jamás pensó que una simple pregunta, un juego, pudiera traerle tantos problemas. Él se había sentido molesto, o quizás cuestionado, por la pregunta que le había hecho la tarde anterior. Pero no era esa su intención.

    La mujer se tomó un café con leche, se puso su chándal y deportivas. Hacer un poco de ejercicio a la orilla del mar le sentaría bien. Necesitaba despejar la cabeza, pensar con frialdad la manera de solucionar ese entuerto que la estaba distanciando si haberlo pretendido de su pareja.

    Bajó hasta el puerto. El paseo que había al lado del espigón que protegía a los barcos era su espacio favorito para caminar. Las grandes piedras de hormigón contra las que el mar batía con fuerza los días de gran oleaje conseguían calmarla; la hacían sentir segura, protegida. Según se iba acercando entrevió a un hombre sentado entre ellas mirando al mar aunque no le hizo mucho caso inmersa como iba en sus pensamientos.

    Sólo cuando estaba más cerca reconoció al hombre. Era su pareja. ¿Qué pintaba allí a aquellas horas? El corazón se le aceleró; sus pasos también. Su cabeza comenzó a pensar estupideces tales como que si estaría sopesando suicidarse o algo semejante. La angustia no la dejaba respirar con facilidad pero no le impidió correr hacia donde él estaba sentado.

    Al llegar al lugar gritó al hombre para que se percatara de su presencia. Él se incorporó y se quedó de pie encima de una de aquellas enormes piedras. En ella había escritas unas palabras con pintura negra, en letras bien grandes, para que se leyeran con facilidad desde el paseo: Te quiero bastante. Ella sonrió feliz al leerlas.

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