Viernes creativo: escribe una historia

¿Te atreves a escribir una historia para esta ilustración de Oscar Delmar?

Se acerca la nochevieja, saquemos de paseo nuestra escritura más festiva, pícara, divertida y sexual. ¡Pongámonos a cien!

Sexual healing, de Oscar Delmar

Te invito a dejar tu historia en un comentario en esta entrada, en facebook, en google+, en twitter, en tu blog o donde quieras, el asunto es escribir. Vamos a ver cuántas historias diferentes nos salen.

22 pensamientos en “Viernes creativo: escribe una historia

  1. Dalicia

    Jugamos al enredo con los labios, sin sábana, sin aguja, sin el suelo. Ganas mi lengua y yo me pierdo entre lazadas de saliva con deseo. Agotamos las posturas, los colores, nuestros miembros; terminamos la partida cayendo al vacío, eliminados del tablero, enganchados para siempre en ese beso.

  2. Duermes. Y yo aprovecho para contemplar tus labios abiertos, sugerentes. Paseo mis dedos por ellos, los introduzco en tu boca. Intento franquear la barrera blanca de tus dientes. Te revuelves en sueños y, tu boca se frunce en un beso. Junto mis labios a los tuyos y es ahora mi lengua la que busca la tuya, la que juega con tus labios, lamiendo dientes, incitando a tu lengua en espera del momento en el que abras la puerta de tus sueños y dejes que entre.

  3. RESTAURANTE

    Él pide un solomillo, ella un bogavante. Pero antes, los dos prueban el jamón y lo riegan de un espumoso Rioja. Ella le sonríe, él disimula que no le mira el escote. El mismo camarero les sirve sus platos y los devoran a ingesta lenta, muy lenta… mientras se seducen a cada bocado. Coinciden en el postre. «Arroz con leche. Con mucha canela. Con mucha canela», repiten uno y otro. Ella se introduce la cuchara y la relame; él se agita. Los dos sienten cómo la pasión les recorre el cuerpo y los excita. Ella se levanta, le guiña un ojo y los dos se encuentran en el pasillo del excusado. Frente a frente ya no existen barreras. Él le agarra de la cintura, le muerde el labio y saborea su lengua mientras ella le rasga la camisa y lo conduce a la intimidad del aseo. Fuera de sí, se despojan de todo lo que sobra y sus bocas se tornan en amantes inseparables. Ella le acaricia la virilidad; él le pellizca los pezones, y palpa su humedad. Ya no aguantan más la calentura. Ella le acomoda en el trono y poco a poco se va encajando en su masculinidad hasta sentir el fuego placentero en sus entrañas. Se vienen se van, se arañan, se comen, se relamen, se arrancan jadeos y acompasan sus movimientos, primero lentos y después perdidos, hasta arribar los dos al mismo tiempo a la desembocadura afrodisíaca.

    Felizmente extasiados, después del viaje por lo prohibido, se descubren en los ojos del otro, se regalan un último beso y, antes de despedirse, él le susurra. «Por cierto, me llamo Ernesto y nunca antes había comido tan bien». «Yo Pura y ha sido un placer», le contesta ella.

  4. La propiedad transitiva

    Los viernes de primavera después de clase íbamos al parque del río. Dejábamos las mochilas amontonadas al pie de un árbol y las chicas comenzaban a escribir los nombres de los presentes en pedacitos de papel que doblaban y separaban en dos montones. Un pallmall robado pasaba de mano en mano. Otra chica sacaba los nombres alternativamente de cada montón. Chico-chica-chico-chica. Respetar el orden era la única regla. Nos sentábamos en círculo y nos pasábamos los restos de una botella de ron extraviada en casa.
    Y entonces, Dani sacaba un cheiw, lo masticaba un poco y se lo pasaba a la chica de su izquierda en un beso con lengua. Y luego la chica hacía lo mismo con el chico de su izquierda y así una chica me lo pasaba a mí y yo se lo pasaba a una chica. Nuestras bocas confundían salivas y transportaban chicles. Si alguna pareja se entretenía demasiado los demás los vitoreábamos y, a veces, ella se sonrojaba. Era un juego de críos.
    Sin embargo, lo realmente excitante era el sorteo. Asistíamos con expectación al desfile de nombres. Las risitas, las burlas, los codazos. Chicas guapas, feas, con aparato. Si toca vaca, es vaca, decían en el 1 2 3. A veces, quedé entre chicas muy guapas. Pero hubo días, los únicos que de verdad recuerdo, que la fortuna se puso de mi lado y del montón de los chicos salieron, uno detrás de otro, mi nombre y el de Daniel.

  5. DELEITE

    Viejas sensaciones se agolpan en mi cerebro y traen los recuerdos de cuando niños disfrutábamos de comprar dulces en la tiendita de la escuela. Era bueno compartir contigo cada chupada del caramelo, nos gustaban los de sabor a uva y nos reíamos por el color que dejaban en nuestros labios. Éramos dos criaturas inocentes jugando a ser amigos, ignorantes de eso que los mayores llamaban enamorarse y sobre lo que los otros chichos hacían bromas: “esos dos son novios” decían, y nosotros, como locos, corríamos detrás de ellos prestos a halarle los cabellos o darle una pescozada. Hoy, abrazado a ti, todas esas reminiscencias me vienen mientras saboreo tu lengua en un beso que estuvo guardado, esperando que sólo transcurriera el tiempo.

  6. INTERCAMBIO

    Estabas a punto de martirizarme con explicaciones rancias, por eso te callé. Con el dedo sobre tus labios, me acerqué a la toxicidad que despiden tus sonrisas dormidas, tan despacio como me fue posible, para estirar esa intimidad desesperada de ojos bien abiertos y respiraciones suspendidas. Te ahogabas, me ahogaba, te besé, te humedecí los silencios y las soledades, me mordiste la impaciencia y los desvelos. Subastamos los pasados devaluados por unos minutos eternos de presente, y vibramos en los puntos más altos de una escala que inventamos.
    Me quedé con el gusto de tus amaneceres en las papilas. Te quedaste con mi “Sí, quiero” y una caja vacía de ansiedad y especulaciones.

  7. INSTANTE
    El deseo es salado, te arrastra en corriente continua. Las ganas de ti son dulces. Las palabras a veces, ácidas. Pero el beso detenido, tintineante, el que me va inundando todo mientras la respiración se entrecorta con cierta cadencia, ése es sin duda el ritmo de mejor gusto.

  8. PALOMA AL VUELO

    Febrero 1990

    – Vamos Maribel, sigamos practicando lo haremos mejor cuando probemos con los chicos.
    – Bien, ahora con lengua.

    Diciembre 2013

    – Paloma, mira ¡que encontré¡ el negativo de donde surgió la idea del dibujo, ¿me oyes?, ¿donde estas? y sobre el escritorio común, encontró la temida nota:

    No es ninguna sorpresa, fuera engaños, me voy con él.

    – Sabía que volvería, ella lo intentaba…

    Autora
    tRamos

  9. Tus labios me miraban. Tus labios me besaban en la distancia. Atrayentes. Sensuales. Semiabiertos. Sin embargo, yo no podía posar los míos en ellos. Mi lengua te buscaba. Y tú la llamabas, con susurros que gritaban en mis oídos. Una fuerza invisible los mantenía separados. Soñaba el baile de nuestras lenguas en un vals infinito. Pero la música cesaba de repente cuando Adrián volvía a casa y me decía con una palmada en la espalda: “Hoy te quedas a cenar, ¿verdad?”. Yo no sabía decir que no y nuestros labios sufrían en silencio mi cobardía.

  10. Natalia, Alex y los otros

    De tanto palabrear se les humedecieron las lenguas y acabaron hundiendo, con alevosía, una boca en la otra. “A mi prima y a mí —había dicho Natalia, antes— nos dejaban en remojo en la misma bañera. Éramos bastante mayores, ya las rositas de nuestros pechos habían eclosionado con valentía, cuando agotamos el juego de la pastilla de jabón, ovalada como una piedra de río, pero mucho más sedosa. Además, también ocurrió que el hijo de Angustias fue severamente castigado por intentar suplantar a mamá en nuestro baño, con bata de encaje y todo”. Lamida y corrompida por el estímulo de Natalia, la lengua de Alex recordó, y se atrevió a contar, la noche de fin de año con su primera chica. Alegrías, así se llamaba ella, consiguió sacarlo de la fiesta que había organizado la pandilla en un garaje y llevarlo hasta un piso que parecía desocupado. En la oscuridad, Alegrías abrió una ventana y apoyó los codos en el alféizar como implorándole a la luna, pícara. Los cercanos focos de la catedral arrancaban destellos de una intrigante pulsera de tela enrollada en su muñeca. Luego se levantó la falda. Con los cuartos ensayaron y con los otros doce aldabonazos él le abofeteó con “brío y mucho estilo”, como había pedido ella, su redondo y precioso culo. La performance finalizó con dos, pretendidamente, artísticos juegos de manos.

  11. La última noche del año.

    —Te falta valor—dijo ella clavándome sus provocadoras pupilas.
    — Acepto— contesté taurino citado por el perfecto contorno que ceñía su vestido rojo.

    Apoyé el codo en la mesita de cristal y agitando los dedos sonreí nervioso. Nunca me había medido en un pulso con una mujer, pero «¡Qué demonios!», pensé; «un reto es un envite, una provocación, un duelo que no tiene porqué desarrollarse entre iguales». Sin embargo, ella me sorprendió nuevamente.
    —Yo pongo las reglas— y tras un segundo teatral continuó— . Será un pulso diferente Tu lengua contra la mía. Y pierde quien se rinda primero.
    Increíble. Finalizar el año entre los labios de una mujer como aquella era un sueño. «¡Qué suerte la mía!» celebré mientras asentía. Ella se acercó felina y tomando mi rostro entre sus manos dio comienzo al pulso.

    Repasó con la punta de su lengua el cuadrilátero dentado en que se había convertido nuestro duelo. Libaba, lamía y succionaba “a tempo”: adagio, moderato, allegro… Las sienes me palpitaban al ritmo ardiente de mi cuerpo mientras un incómodo cosquilleo ascendía tras mis rodillas.

    Desperté horas más tarde en el cubículo de los aseos del local, con una aguda resaca como única compañía para descubrir que, junto con la consciencia, había perdido el alma abultada de mi cartera.

¿Qué opinas?