Viernes creativo: escribe una historia

Una imagen minimalista de la fotógrafa holandesa Marlous van der Sloot?

El reto de hoy es considerable: ¿podremos sacar historias de este helado?

 

 

 

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63 pensamientos en “Viernes creativo: escribe una historia

  1. Días y días

    En los días azules, los espejos te piropean, el armario se alía contigo, te reserva la mejor de sus combinaciones y te anima a comerte el mundo. Liviano, bajas las escaleras de dos en dos, silbando.

    En la calle, te percatas que la primavera lo inunda todo, aunque sea diciembre, y te tropiezas en cada esquina con un conocido, con un vecino que se alegra de verte tan contento, con un amigo olvidado que te agradece tus consejos. Y sigues caminando, luciendo la sonrisa porque sí, recogiendo tréboles de cuatro hojas, fijándote en que los escaparates te los dedican a ti. Y atajas por callejuelas desconocidas, prendidas de sábanas blancas y pinzas de colores, donde los canarios cantan desde sus palcos improvisados, para acompañarte en tu trayecto. Y como no tienes prisa y todo el destino es bueno, te detienes frente a un quiosco. Disimulas que eres un tipo aburrido, mayor, responsable, y cuando nadie puede reconocerte, compras un helado de fresa, que te devuelve a tu infancia despreocupada. Saboreándolo, te sorprendes jugando a las canicas, al fútbol, disfrutando de los primeros besos furtivos, bailando en las verbenas… Consumido el helado de fresa, ya no eres tú y, renacido, corres a buscarla a su casa. Y ahí está, radiante, lista para volver a recorrer juntos cada cafetería, cada cine, cada rincón apasionado y amaros casi sin querer. Y la besas, como la primera vez, como en vuestra bodas de plata o cuando te hizo prometer, sin fuerzas, que la devolverías al Mediterráneo donde nació. Y entonces, roto sobre un banco de madera y con el azúcar por las nubes, maldices al tiempo, por no haber sabido alargar esos días azules y sumirte en los grises, como hoy, en que ya no recuerdas cuando fue tu último día azul.

    • ¡Increíblemente precioso, Nico! Qué ritmo y qué alegría me inundan al principio, cómo sonrío, y como se me desmorona todo al final. Pero eso no le quita belleza. Te envidio, de corazón. Un abrazo enorme.

      • ¡Muchas gracias, Caro! Espero tu Viernes Creativo, y estoy seguro que lo superas con tan solo chasquear los dedos, así que a por ello.

        Envidiar de corazón, no está mal, y te digo, entonces que es mutuo.

        Besos.

    • Pues a mí si me ha puesto tristón, toda la explosión de luz del principio para acabar sumiéndonos en ese gris últimoi. Eso si, contado con la habitual maestría a que Nicolás nos tienes acostumbrados. Pero me ha quedado el buen sabor de boca del recuerdo de cuando yo, que ya voy siendo también mayor, iba al kiosco del barrio a pedir un polo de palo de pela. Gracias Nico.

      • Juancho, es un microrrelato tristón sí, pero no era mi objetivo bajarte el ánimo, y sí, como indicas recordarte, que yo también iba, a los quioscos a comprar de todo y nada.

        ¡Muchas gracias por el comentario!

        Un abrazo fuerte.

    • Que grata,su lectura es precioso.Y es que el espíritu necesita su alimento y de postre para contrastar un helado para refrescarse.

  2. BESO DE SERRUCHO.

    —¿Se le ha comido la lengua el gato?

    Yo negaba desesperada con la cabeza, pero el sonido gutural que salía de mi boca no ayudaba mucho a que mi interlocutora entendiera. Quizás habría sido mejor haber llamado a una ambulancia en lugar de a un taxi para que me acercaran al hospital a curarme después de que el chico que me abordó a la salida de la discoteca se tomara de manera tan literal la frase «te voy a comer esa boca tan rica que tienes».

    *L*

  3. Helados ardientes.
    A veces de nata, otras de fresa, otras de chocolate, pero siempre dulce muy dulce.
    Me sorprendes con un helado y me pides que lo comparta contigo. Al mismo tiempo, tus labios y los míos se acercan al sorbete y cuando se rozan, es tal el calor que desprenden que el helado se derrite.
    Un mordisquito y una sonrisa picarona. Un beso y otra sonrisa. Dibujos hechos con el color del helado, siguiendo el camino hacia un volcán donde perecerá derretido.
    El sabor perdura, el ardor no se apaga, el volcán está a punto de erupción…

  4. El legado

    Tus brazos, embalsamados, en una pequeña urna, bajo el ábside de San Modesto de Paull. Tus piernas, convertidas en polvo, en un sarcófago, en el interior del claustro de San Damián de la Escalada. Tu cuerpo, mil veces venerado, bajo el suelo de la sacristía de San Hermenegildo de Sahena. Tu cabeza, ay tu cabeza, solo Dios sabe dónde la perdiste antes de alcanzar la Santidad. Tus cabellos, habitando tantos y tantos relicarios. Y tu lengua, incorrupta, dentro de un arca de plata, en la celda de la madre abadesa de las Agustinas Legionarias.

  5. Con los cinco sentidos y una gota de azar

    Tu lengua estaba tierna, dulce y fresquita, jugueteaba con la mía a enredar amores y bailar tangos bajo las farolas de la plaza. Los ojos se nos cerraron para sentirnos más intensamente, era su íntima forma de colaborar en acercarnos el uno al otro. Olías a masaje de después de afeitar, limpio y atrayente, la nariz no podía dejar de unirse a la orgía desbordada. Las manos, esas sí que tenían trabajo, en tu cintura, en mis nalgas, apretando un cuerpo contra otro, bajo mi vestido vaporoso, haciéndote cosquillas detrás de la oreja, buscando tu entrepierna, acariciando mis senos. Para redondear el momento, un coche se detuvo en el semáforo con las ventanillas abiertas, y su música invadió la calle: “…bésame, bésame muuuucho… como si fuera esta noche la última vez…”. Aquella fue para siempre nuestra canción.

  6. Fútbol es fútbol

    Era un juego muy tonto: comprábamos una cocacola en el quiosco de la plaza y pedíamos que nos la pusieran en un vaso plástico con un cubito. Nos la bebíamos a medias, refugiados en algún portal fresco. Luego tú te metías el hielo en la boca y lo pasabas a la mía. Yo te daba otro beso y, en un contraataque relámpago, lograba colártelo de nuevo en la boca. Empate a uno. Metía mi lengua en tu boca buscando el hielo, presión en todo el campo, pero tú me lo escondías, cerrabas las lineas, agotabas el tiempo. Y cuando quedaban apenas segundos para que el cubito desapareciese, encontrabas un hueco en mi defensa y metías el último pedacito de hielo hasta mi garganta.
    Ahora, cuando voy a vuestra casa y me pongo a ver el fútbol con tu marido, me gusta mirarte mientras juegas con tu hijo. A veces se me escapa un ¡gol! cuando te veo tan guapa y ausente. ¿Gol?, dice tu marido, si ha sido penalti. Tú sonríes sin levantar la cabeza y acaricias el pelo de tu hijo.

  7. Aquellos años felices

    Recuerdo aquellas siestas de verano, cuando era niño. El heladero pasaba en su bicicleta y todos corríamos hacia él para comprar uno de esos “palitos” de agua o de crema. Era lo único que necesitabamos para ser felices; eso y una manguera para mojarnos jugando.
    Pasaron los años, la vida se nos complicó, nos volvimos más sofisticados, las revistas y los medios audiovisuales nos muestran un millón de cosas a las cuales aspirar… Como si fuera poco, las noticias hablan de un tipo que le cortó la lengua a su pareja porque le era infiel, y no tuvo mejor idea que guardarla en el congelador con un palito incrustado simil helado.
    Hoy, se me antoja volver a tomar uno de esos helados de palito. Lo hago en busca de la felicidad perdida, para sacar de mi mente al loco de la lengua en el congelador. Pero como era de esperarse, el helado ya no es el mismo.

  8. PALITO DE HELADO
    Al Penetrar en ti te noto fría, entonces, la boca se acerca golosa y le ofrece tu dulzura. Con cada chupada te humedeces más, siento la presión de los dedos que juegan conmigo, buscando prolongar el momento, de pronto, un pequeño mordisco y un roce de la lengua hacen que te derritas. Yo me entrego a la certeza de que, cuando te hayas corrido entre los labios, quedaré abandonado y a nadie más podré darle placer.

  9. «¡Mamá, quiero, quiero… un frigopie! ¡No, no. Mamá, quiero un frigodedo! ¡No, espera! ¡Quiero el pie, el pie! ¡No, esperaesperaespera, que Luis lleva un dedo! ¡Mamámamá, hazme caso, mamámamá! ¡Mamá! ¡Maaaaaamáááá! Que quiero ¡un frigodedounrfigopieunfrigodedounfrigopie! ¿Dónde vas, mamá? ¡Mamá!, ¿qué traes ahí? ¿Unas tijeras y un palo de polo? ¡Yo no quiero unas tijeras, yo quiero un frigopie y un frigodedo! ¿Un abrazo? ¡Mamá! ¡No quiero un abrazo! ¿Es que no sabes lo que quiero? ¡Dame lo que quiero y dámelo ya! ¡Mamá! ¿Mamá? ¿Ma…?»

  10. Operación bikini

    Su cuerpo derretido no es tan fresco y terso como ese polo de fresa con el que él se pasea de la mano por la playa, pero aún sabe bien y es dulce.

  11. Inesperado. De repente me quede no menos que aturdido, rigido como una piedra ,fría como sepulcro helado hasta los huesos,volví la cabeza y pude apreciar, tu lengua vicerina esputando odio y rabia sobre mi cuello .Entonces comprendi,! que no me habias olvidado!-que pena-yo a ella si.

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