Viernes creativo: escribe una historia

Escribamos un cuento para Elles (La fuga 2011), una obra de videoarte del grupo de danza La intrusa

 

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14 pensamientos en “Viernes creativo: escribe una historia

  1. El tratamiento

    Nadie se cuestiona que uno y uno suman dos, que a la fórmula de la inmortalidad le falta tiempo, que los milagros no existen o que las babas de los caracoles no te devuelven la felicidad. Pero no discutiré. Hoy no, le susurró, mientras le colocaba uno de esos moluscos en su ombligo. Después, se desnudó para tumbarse a su lado. Le agarró la mano y cerró los ojos para llorar. Otra vez. Se lamentó de que ella y él, juntos, ya no formasen una pareja. De sus pocos conocimientos en física y química. De no haber creído nunca en Dios ni en los Santos para suplicar su clemencia. De la impotencia que sentía cada vez que ella le miraba a los ojos, le sonreía o sollozaba, y le preguntaba «¿tú quién eres?». Y sobre todo, del poco tiempo que le habían diagnosticado los médicos. Por eso, porque la quería más que a su vida, decidió abandonarse y pasar sus postreros tres meses a su lado, inmóviles, desnudos, siendo inundados por babas de caracoles, que les irían arrebatando el oxígeno, para con suerte, viajar juntos al otro lado.

    Así, una mañana de mayo, una nube de mariposas amarillas, que colisionaban contra los ventanales, reclamó la atención de los vecinos que, tras profanar la puerta del apartamento, se asombraron al encontrarse con un enorme cascaron de caracol recubriendo los cuerpos sonrientes de los dos amantes que, de forma milagrosa, emanaban, a pesar de su defunción, un manantial de polen dulce que, desde entonces, se comercializa como remedio contra el olvido del amor.

  2. Dormir y volver

    Primero llegó la lluvia, el repiqueteo en los cristales, tap tap tap. El viento después, con su silbido en los tímpanos que hacía daño, fiuuu fiuuuu.
    Tendría que pensar en taparse los oídos, pero el viento y la lluvia acallaban los fantasmas que desde hace días le nacían dentro. Entonces, con esos ruidos llegó una paz que no recordaba, como la nieve; le empezó en el vientre y salió por el ombligo, subió a los pechos, trepó por el cuello, se enlazó entre su pelo, le cantó una nana y la hizo dormir. Dormir, lo que se dice dormir, de verdad, horas. Un sueño lento que acariciaba su piel, como los dedos de aquel hombre que se perdió en su bosque de cicatrices. Dormir sin parar de soñar. Y despertar con nostalgia del presente, de la vida que no conseguía vivir. Y entonces acariciarse el cuerpo, despacio, como una bandada de caracoles, en paz.

  3. Cosmética natural
    Cada noche me embadurno el cuerpo con crema de baba de caracol.
    —Estás muy guapa, por ti no pasan los años —me dicen mis amigas.
    Me debato unos instante entre vértigo y pudor, antes de volver a mi concha preguntándome si es «de verdad» o solo «mala baba».

  4. Caminitos

    Ella se desnuda ante el espejo. Aún conserva las huellas de sus besos. Regueros que recorren su piel, desde los pies a su boca. Lentamente transita los caminos con sus dedos temblorosos, cierra los ojos. Rememora y, sin darse cuenta atraviesa el espejo y todo vuelve a empezar otra vez.

  5. ESTÍMULOS
    Ya habías observado mi nula reacción a la picadura de mosquitos, a la exposición a arañas y al tratamiento con sanguijuelas. Me rogaste un último intento y fuimos al laboratorio. Tardaron cincuenta minutos en alcanzarme y cubrirme por encima. Para nuestra sorpresa, el húmedo acariciar de aquellos colonos sugestionaba mis sentidos. Comenzaste a tomar notas, emocionado. Intenté juguetear, aumentar mi gozo cercándolos en el estrecho canal de mis pechos. Observabas incrédulo; los moluscos, amenazados ejecutaron al unísono un movimiento sucionador que tensó mis músculos.
    Procuré relajarme y la presión cedió. Aproveche la distracción para reposar mi cuerpo sobre el costado izquierdo, lentamente. Sonreí al escuchar el sonido de huevos cascados y vísceras aplastadas.Tu me sonreíste, complice. Retrocedieron, dejándome la piel radiante de estelas irisadas. Te acercaste. El tropel de intrusos en ordenada cola, esperaba a resguardarse al amparo de mi vientre. Me miraste confundido, apretaste los labios y bajaste los ojos. Los míos permanecieron varias horas en blanco.

  6. OVULACIÓN

    Tocaba de nuevo. No sabía bien por qué le avisaba de la fecha exacta, pero lo hacía. Se desnudó, se tumbó en la cama decúbito supino y se dejó hacer, completamente pasiva. Hacía meses que identificaba las caricias previas a la penetración con incómodos abrazos de pulpo insistente, y los besos en boca, rostro y cuerpo, con regueros de fría y pringosa baba de caracol. Para ella el sexo se había convertido desde hacía tiempo en un absurdo y metódico ritual para concebir un hijo que, según los especialistas, jamás anidaría en su vientre estéril.

    *L*

  7. Subordinada

    La joven se sentó en la silla vestida con ropas sugerentes. Él le llenó el cuerpo de caracoles. Poco a poco, como danzando, fue quedando desnuda y sus pechos turgentes recibieron la suave baba de los moluscos; demostrando placer, se fue deslizando hasta yacer en el piso. Era difícil determinar si su goce era real o fingido. Él, su jefe, que la contemplaba desde un rincón de la habitación, estaba convencido de que era real. En eso radicaba su propio goce, en creer que ella lo disfrutaba; pensar que lo hacía a cambio de conservar su empleo de secretaria ejecutiva, hubiera destruido la fantasía.

  8. Miles de lenguas lamen tu belleza:
    tu cuerpo suave, terso y frágil.
    Te rindes a ellas,
    con flemática calma
    que consume tu existencia
    lentamente,
    hasta yacer en el suelo
    sin fuerza,
    exhalando el último aliento…
    Te parece tan solo
    un momento,
    pero es la Vida entera
    que pasa por ti.

    -Pulgacroft-

  9. Volver

    Froto. Con fuerza. El metal de la bañera está frío, lo agradezco.
    Necesito eliminar de mi cuerpo el rastro de toda esa panda de babosos.
    ¿Cuántos eran hoy? al llegar a quince he dejado de contar. Tengo el cuerpo entumecido, me han dado duro. Sin prisa, se tomaban su tiempo. En algún momento casi he perdido el sentido, todo se volvía transparente: los muebles, el cuartucho, los focos, la cámara, todo. Podía verme a través de sus cuerpos, como desde afuera, ellos apenas una sombra acuosa, solo esa sensación.
    Aprieto todavía un poco más, duele. Tengo la piel enrojecida, ya no sé si vine así o es fruto de la limpieza. Limpieza, limpieza, necesito quedar bien limpia, antes de volver a llamarles.

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