Viernes creativo: escribe una historia

Escribir cuentos cortos es ofrecer imágenes inacabadas para que sea el lector el que las complete. Algo parecido a la forma de pintar de la artista portuguesa Cristina Troufa. ¿Por qué mira esta mujer ese fósforo consumido? ¿Te atreves a rellenar los espacios vacíos de este lienzo?

A paixão tem un fado ©Cristina Troufa

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15 pensamientos en “Viernes creativo: escribe una historia

  1. ESBOZO DE UN INSTANTE

    Recogida en un ovillo, con la mirada perdida en sus más dolorosos recuerdos, contempla el lento quemar de un sencillo fósforo. Al menos su corta vida tuvo luz, al menos sintió arder su frágil cuerpo al roce deseado por prenderlo, por consumirlo con delirio.
    Y con una lágrima aflorando de sus cárdenos y afligidos ojos, quiso por un instante ser esa llama y consumirse hasta ser solo polvo.

  2. El último cartucho nunca es el último

    Que solo nos quedaba una cerilla y yo dejé que se apagara, decías entre sollozos, aovilada en el suelo y con la mirada perdida en mis pasos. Pero yo no huía de tu lado, no; yo fui a buscar el fuego para que tú y yo, juntos, no volviéramos a pasar frío.

  3. La cerilla…

    Ella es el único recuerdo que le queda de su vida, la única cosa que le une al pasado y que explica por qué está aquí…en esta habitación donde se consume al igual que el fósforo lo hizo.
    Sólo algunas pinceladas en su memoria osan dibujar la locura que la llevó a encenderlo y acabar con todo…

  4. Sinsentido

    Parece una cerilla, pero es mucho más. Si te fijas bien, ese pequeño objeto quemado tuvo algo que no hay en mí. Fue creado con un objetivo, tenía una función que cumplir y la cumplió, por eso hoy permanece ahí, como ser inanimado, casi borrado. Se parece a mí en lo de inanimada, pero yo no he nacido con un objetivo, o si un día lo tuve, hoy, no lo recuerdo. Aquí estoy, más pequeña que tú, menos útil y tan inacabada que ni yo misma se ya lo que soy ni para lo que sirvo, a la espera de que llegue alguien capaz de convertirme en ser vivo, que termine de perfilar mis formas y con sus manos de vida a esta piel ya macilenta.

  5. Analogía dispar

    La cerilla se apaga.
    Ella
    ―tersa,
    inmóvil,
    monocroma―
    se consume.

    Ella se consume.
    La cerilla
    ―marchita madera,
    cabeza de azufre,
    fuego estrujado―
    se apaga.

    La Vida,
    ―esa cerilla―
    se apaga
    si consumida
    te entregas
    ―Vos, Ella―
    incolora.

  6. Intimidad
    Al anochecer, cuando se quedaba sola, Helena se aburría. Temía a Alix, desde luego, pero no soportaba la soledad. Tenía que hacer algo. Una noche, recorriendo la casa, encontró un cajón lleno de cajas de cerillas. ¿Para qué las tenía allí Alix? Por supuesto, no fumaba ni tenía cocina de gas. Ni siquiera había un candelabro o una vela en toda la casa. Helena adquirió una extraña manía. Cada noche, cogía una caja de cerillas. Sacaba una, la encendía y, antes de que se apagara, prendía con ella la siguiente cerilla, y así hasta acabar la caja. La última cerilla era la peor. Significaba que el juego se había acabado: era el momento de volver a la realidad. A veces, estaba tentada de seguir encendiendo cajas y cajas de cerillas. ¿Qué sucedería cuando se acabaran? ¿Qué haría para entretenerse? Helena tenía otro temor. ¿Qué pasaría cuando Alix descubriera lo que estaba haciendo con las cerillas?

  7. Trazos vivos
    Miraba sin saber a qué. Buscaba sin encontrar nada. Quise rodearme de silencio por ver si escuchaba el pulso de mi corazón. Nada, ni un suspiro, ni un latido. Miré alrededor y la habitación estaba vacía. Sillas, adornos, plantas… todo había desaparecido. La oscuridad cegaba mis ojos, el silencio rompía mis tímpanos. Y yo ahí olvidada, dejada, estática.
    Hacía frio, tanto que mi piel empezó a percibir sus estragos, pero no podía reaccionar. A mi lado un fósforo consumido me decía que él tuvo por un tiempo calor, ese que yo nunca sentiría.
    Los músculos de mis brazos y piernas en esa inmóvil posición se fueron entumeciendo y quedé ahí sin haber sido, sin ser. Cuando noté las últimas pinceladas comprendí que sólo fui una idea transmitida a un lienzo.

  8. Curiosa!siempre lo fue, ya desde su nacimiento anduleaba de lado a lado de la calle principal como si fuera el 1° dia de su llegada,miraba, observaba, se metía hasta las trancas en las historias de los otros,-pensaban cualquier cosatenia su pequeña vida escrita en ella,y allí metía sus hocicos, solo quería ser parte de ellas,así mataba las horas porque al fin y al cabo,todo tiene su principio ,su final,su manera de sufrir,su propio dolor,su única depcecion, o su agravio,o porque no-Su mala suerte-!claro!como tiene que ser,»abunda lo malo».Y ya es malo no tener nada,o casi nada,?porque otros quitan?-y no preguntan, y hasta dirán -te lo has merecido-,!Eh EH Señora,-grito-«.Por favor «me da un cigarro-,una calada honda para calmar ,el ansia , y los sapos que anidan entre la miseria,el humo estira su brazo como el día acumula las horas interminables para luego chocarse con la noche,que nos vence.Veo una CERILLA, en el suelo a mis pies perfecta y flamantey no tetengo cigarro al que encender pero las ganas,hacen el resto la prendo y me sorprende su llama vigorosa, para tan pequeña para tan insignificante que somos dos ,dos seres grises, a los que ignoran, LA CERILLA se extingue, un pisotón y la tierra se encarga.!Veis! Una simple CERILLA en su estatus,prende ,estalla, como una traca valenciana, explosiona con la fuerza de un volcán , es todo fuego ,luz y color azules ,verdes rojos y anaranjados que te pueden quemar las pestañas,y las vestiduras y terminar siendo una bola de fuego,!una CERILLA!tiene su dignidad, aun en la levedad de si misma una Cerilla en medio de la cera que se cruzo en mi camino y alguien como yo doblo su cuerpo para recogerla y la rodé entre sus manos como algo frágil , la mimo con sumo cuidado,la sostuvo con hidalgia y la acerco a sus ojos para darle la mejor utilidad a la que fue creada.-La gran llamarada pensó una hormiga-.

  9. No hay color

    Las tardes que llueve, busca refugio bajo alguna cornisa, escrutando la plaza en busca de los primeros charcos. Cuando las manchas onduladas empiezan a aparecer puedes ver brillar una luz en el fondo de sus ojos. Abandona su parapeto y baila. La cara hacia un cielo, los brazos abiertos. Las gotas la fecundan, oleadas concéntricas en la selva bajo su piel, que vuelve a lucir de pura vida. Así, hasta que cae rendida, exhausta, vacía, bajo la mirada aviesa de la soledad refugiada en los portales.
    La incomprensión de la chica de color, en este mundo, arrasado, consumido como un fósforo, y definitivamente gris.

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