Viernes creativo: escribe una historia

Seguro que esta imagen victoriana te llena, te vacía, la cabeza de historias. ¿Nos la cuentas?

decapitado victoriano

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10 pensamientos en “Viernes creativo: escribe una historia

  1. Inaudito
    Me habían dicho que ese año en la feria se habían visto cosas muy curiosas, pero yo creía que habían exagerado un poco.
    Por eso me acerqué a comprobarlo. Y menos mal que lo hice acompañada de mi prometido.
    En la cola del fotógrafo esperaba, como si nada, un hombre que llevaba su cabeza debajo del brazo.
    Después de recobrarme del susto asiendome del brazo de mi prometido, ni corta ni perezosa le arranqué la cabeza de un tirón y la tiré al campo de fútbol para que los chicos pudiesen tener ahora una pelota llena de razones.

  2. La maldición

    Dicen que Sir William tiene un don. Bueno, en realidad, dicen que lo que tiene es una maldición. Soy yo el que piensa que eso no puede ser una maldición, tiene que ser un don, como el de la telequinesia. A ese nivel. Poder mover cosas y hacer que vengan a ti sin necesidad de incorporarte para ir en su busca, debe ser de las mejores cosas que existen en el mundo. Esa, y poder dejarte la cabeza en casa. Salir a la calle sin ella. Caminar sin tener que saludar al vecino. No tener que parar a escuchar lo que tiene que contar el cartero. Ni siquiera tener que disimular al ir a comprar las manzanas para la compota en la frutería. Sin cabeza no tendría que tratar de dominarme. Margaret, la frutera, no intuiría lo que miro de soslayo. Escondido tras la espalda de mi madre, la observo y contemplo sus senos redondos de piel pálida. Imagino cómo deben ser al tacto, quizá sea como tocar el pudín que hace la abuela. Firme, pero maleable. Suave, blando, contundente…

    Sir William tiene suerte, él puede caminar sin tener que soportar el murmullo continuo de sus pensamientos. Sobre todo los impuros, los que te empujan a pecar.

    Tengo que ir a hablar en él, sin demora, para que me diga el secreto: ¿Qué tendré que hacer para perder la cabeza?

  3. Merci, monsieur Guillotin

    En la prisión todos le conocían como el fantasma de la guillotina; era el último reo en ser decapitado. Se paseaba por los corredores del edificio carcelario con la cabeza bajo el brazo dando las gracias al doctor Guillotin por introducir semejante mecanismo letal, mucho más «civilizado» que los anteriores artilugios que provocaban la muerte.

  4. Me sorprende que a pesar de tu descabezada memoria sigas recordándome que perdiste la testa por esa chiquilla que iba a la fuente a por agua. Que me digas que fue un encuentro casual de la vida y además te reafirmes con esa mirada de cordero degollado que ya no me afecta y además me da grima mirarla.
    Déjalo, mejor pasar de estos momentos sepia y buscar otros en que los colores me ruboricen al escucharlos.
    Ya perdiste la cabeza, la mía está en su sitio y muy bien colocada.

  5. Olvidos
    Se pasaba largas horas en su laboratorio. Su hermana solía tocar la puerta a la hora de comer, pero a veces, muchas veces, la comida se quedaba fría y regresaba de nuevo a la cocina sin haber sido tocada. El profesor olvidaba que los días tienen horas en las que el descanso es obligatorio. Olvidaba también que hay que dedicar tiempo al aseo, al ocio, al contacto con las personas; olvidaba que hay que respirar aire puro, hay que reír, hablar, amar…
    El profesor solo vivía para sus fórmulas, era un ser superior cuando miraba por el microscopio; se sentía feliz entre sus matraces, pipetas y probetas, y olvidaba que pertenecía a un mundo global, que formaba parte de él.
    Aquella mañana creyó descubrir la solución que, durante años, había estado buscando. Su descubrimiento revolucionaría el mundo de la ciencia. Subió de dos en dos los peldaños que separaban el laboratorio del salón, sin acordarse de que uno de ellos estaba astillado. Al poner el pie el escalón cedió y el profesor cayó rodando chocando contra la mesa y cayendo sobre él todos los tarros. Mientras recogía todo se preguntaba ¿dónde habré puesto yo la cabeza?

  6. Serendipia

    Perdí la cabeza por ti muchas veces y cada vez que la buscaba encontraba otra. A veces ajustaba bien, otras no tanto y tenía que llevarla a cuestas, atada a una cuerda o bajo el brazo si no pesaba demasiado. A ti te gustó especialmente la cabeza de la trapecista de rizos rubios, como caracoles después de la lluvia, decías, y no vomitaba por pudor, porque la trapecista odiaba la poesía casi tanto como la lluvia. Yo prefería aquel hombre que se sorprendía por todo y que tú te agachabas a besar solo por las cosquillas que te hacía con el bigote. Y fue así hasta que perdí la cabeza y encontré un par de guantes que iban con todo y ya nunca volví a verte.

  7. Click
    En Crawn City los duelos son a machetazos. Gana el que primero cercena la cabeza del contrario, o lo que es lo mismo, pierde el que tenga la cabeza más lenta (agachar a tiempo la cabeza, en estos casos, es fundamental) Después, es costumbre que el vencedor haga alarde de su trofeo en una fotografía para la posteridad. En ocasiones, raras, se produce el corte al unísono, y ambos decapitados se retratarán exhibiendo la cabeza del contrario. Crawn City es un lugar sórdido y muy poco recomendable para pasar un fin de semana. Con todo, lo más asombroso es que en pleno siglo XXI, las fotos que se hacen allí siguen saliendo en color sepia: al final va a ser verdad que es un pueblo fantasma.

  8. Ímpetu (o Granítica)

    L’ímpetu i la batzegada. I una personalitat forta, granítica. Aquestes característiques l’han acompanyat des de la naixença. I fins ara no havia hagut de suportar les conseqüències d’aquesta forma de vida. La topada entre el seu pare i ell era previsible. Les diferències d’un pare cirurgià i un fill que somniava en escriure obres de teatre i novel·les i poemes cada vegada eren més insalvables, irreconciliables. Per tant, el xoc de trens, sense data fixada, es veia venir. I com és el colofó d’una escalada d’improperis i de discussions? Sí, ho heu endevinat: el cop de porta fatídic i irreversible, ple de raons i també d’orgull, de llàgrimes contingudes i de frases rabiüdes dites sottovoce.

    I potser haver estat més dòcil i mesell també l’hauria ajudat en trobar-se envoltat pel foc del primer amor. L’ardent passió, la dèria per acoblar-se i festejar sempre omnipresent. El primer amor, sí, però que el refusava, des del bell començament, per unes frases sornegueres que volien fer-lo graciós sense cap mena de gràcia. I ja tenim l’heroi de la nostra història com una ànima en pena, arrossegant la còrpora pels carrers d’una ciutat estranya, i havent perdut el cap per una noia preciosa però gairebé desconeguda. Rambla amunt i Rambla avall, la gavardina dissimula cada vegada menys la seva tristesa, i el seu aspecte. La pols i la brutícia, la pluja i la intempèrie conformen la pàtina de l’home defenestrat que ha esdevingut.

    Vagareja sense esma. Quants cops s’ha penedit de la fatídica discussió amb el seu pare…! Ara que més el necessita, no sap com empassar-se l’arrogància ni la saliva. Seria tan fàcil demanar-li que arreglés la seva situació actual per no convertir-se en un titella de fira, tot acompanyant la dona barbuda o el nadó forçut de torn, en un monstre a causa del desamor o de la maledicció de no saber oblidar.

    [Ímpetu (o Granítica)

    El ímpetu y la sacudida. Y una personalidad fuerte, granítica. Estas características le han acompañado desde el nacimiento. Y hasta ahora no había tenido que soportar las consecuencias de este modo de vida. El choque entre su padre y él era predecible. Las diferencias de un padre cirujano y un hijo que soñaba con escribir obras teatrales y novelas y poemas eran cada vez más irreconciliables, insalvables. Por lo tanto, la colisión de trenes, sin fecha fija, se veía venir. ¿Y cómo es el colofón de una escalada de improperios y discusiones? Sí, lo habéis adivinado: el fatídico e irreversible portazo, lleno de razones y también de orgullo, de lágrimas contenidas y de frases rabiosas dichas sottovoce.

    Y tal vez haber sido más dócil y calzonazos también habría ayudado al encontrarse rodeado por el fuego del primer amor. La ardiente pasión, la lujuria por retozar y cortejar siempre omnipresente. El primer amor, sí, pero que lo rechazaba desde el principio, por unas frases burlonas que querían parecerlo gracioso sin ningún tipo de gracia. Y ya tenemos al héroe de nuestra historia como alma en pena, arrastrando el corpachón por las calles de una ciudad extraña, y habiendo perdido la cabeza por una chica hermosa pero casi desconocida. Arriba y abajo, por las Ramblas, la gabardina ocultando cada vez menos su tristeza y su apariencia. El polvo y la suciedad, la lluvia y la intemperie conforman la pátina del hombre defenestrado que ha devenido.

    Deambula por ahí sin ánimo. ¡Cuántas veces ha lamentado la fatídica discusión con su padre…! Ahora que más lo necesita, no sabe tragarse la arrogancia o la saliva. Sería tan fácil pedirle que arregle su situación actual para no convertirse en un títere de feria, acompañando a la mujer barbuda o al bebé de fuerza sobrehumana de turno, en un monstruo debido a la ausencia o a la maldición de no saber cómo olvidar.]

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