Viernes creativo: escribe una historia

Al hilo de la frase de Paul Éluard «Hay otros mundos, pero están en este», os traigo esta foto de Theo Gosselin para que inspiréis vuestras historias.

Underwater Theo Gosselin

Underwater, Theo Gosselin

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13 pensamientos en “Viernes creativo: escribe una historia

  1. No temas. Debajo del agua tendremos una nueva vida. Nos bañaremos en el misterio de peces danzando libres, de olas sacudidas por una fuerza oculta, de libertad ensanchando caminos insondables. No temas, amor. No hundiremos nuestros deseos. Simplemente haremos desaparecer los problemas, que se quedarán adheridos a las ropas que posaremos en la orilla. No existe el miedo. Desnúdate, tómame de la mano y sumérgete conmigo. Otro mundo nos está esperando, no lo dudes más. Está muy cerca. Y tan lejos…

  2. – ¡Tírate a la piscina! ¡Atrévete!
    – ¡No, que lo decís para burlaros de mí!
    – ¡Desnúdate! ¡Estamos todos así! ¿Ves? Manoli, Juana, Enrique, Irene, Luis, todos hemos dejado que nos lama el agua los rincones que no vemos. ¡Venga, hombre! ¿No te apetece disfrutar de nosotros, con nosotros? ¡Todos juntos, mira lo que me hace Bruno y por dónde viene Laura! ¿Te apuntas?

    Al final, el pobre diablo se desnudó y saltó a la piscina. Duró los treinta segundos que tardó en recordar que había suspendido los cursillos de natación.

  3. Libres

    Nos dijeron que no podríamos, que no sobreviviríamos al margen de las normas que dicta una sociedad encorsetada. Anclada a una rutina asfixiante.

    Nos señalaron por vivir a nuestra manera, por amarnos de forma libre y sin etiquetas. Nos bañábamos de noche, desnudos, sin las trabas de un pudor absurdo. La desnudez es la expresión más libre de nuestro ser. Somos, sin envoltorios. Sin clases sociales, sin prendas de un lujo que no nos interesa. Cantamos, nos besamos y bailamos alrededor de una hoguera que calienta nuestros cuerpos. Sonreímos, y son esas sonrisas las que abrigan en invierno. Nos abrazamos y nuestras almas vuelan. Tan solo nos unen los hilos que tejen nuestros corazones enamorados. De la vida, del paisaje, del amor.

    Es el amor el que mueve el mundo, el que dibuja el mapa con el camino a seguir.
    Nos dijeron que no podríamos…
    Pobres, triste su vida gris.

  4. Desde que comenzó la nueva terapia me siento de otra forma. La humedad la percibo como luz, el roce de otra piel me llega como un relámpago. Buscar los límites sin bastón me excita. Casi estoy por recomendar a los videntes que se vuelvan ciegos, como yo, para experimentar estas sensaciones.

  5. Las pozas

    Un día de calma
    De conexión con la naturaleza
    De diversión
    Cervezas
    Y agua
    De saltos
    Chapuzones
    De siestas bajo el sol
    De fotos vintage
    De amigues
    De frutas robadas
    De continuas carcajadas
    Un día de verano
    De esos que se te quedan grabados
    Porque son pura magia

  6. Comenzó a llover. Así, de pronto. Una lluvia ligera, pero persistente. Las aguas empezaron a subir muy lentamente, tan despacio que en principio no nos preocupamos. Sin embargo, después de tres días de continuo chaparrón, el agua acabó inundando las casas que estaban junto al río. Subimos a la parte alta pensando que aquello acabaría pronto. Sin embargo, la lluvia no paró. Diez días después el agua lo cubría todo. Acabamos subidos a cualquier cosa que flotara o, simplemente, nadando. En ese momento empezó lo peor. Cada día era largo como un siglo. Había que tratar de mantenerse a flote, resistir al cansancio y no caer en la locura. La sed no fue un problema, pero el hambre nos martirizaba; teníamos que tratar de alimentarnos de cualquier animal que flotara sobre las aguas, una comida asquerosa. No sé cómo aguantamos. Día tras día, la lluvia continuaba, hasta que un día paró. Y salió el sol. Nos pareció un sueño. Pero no había acabado: las aguas bajaron perezosamente. Muchos murieron entonces; no pudieron resistirlo más. Por fin, un día, el cuadragésimo, alcanzamos a pisar el suelo. ¡Había acabado! Y comenzamos la reconstrucción. Un duro trabajo. No estábamos libres de preocupaciones: nos sobrecogíamos cada vez que el cielo se cubría de nubes. ¿Iba a empezar otro diluvio universal?

  7. Arrojaron nuestros cuerpos esperando que muriésemos ahogados, pero el agua de aquel lago ocultaba un secreto que salvó nuestras vidas: la esencia del elixir de juventud.
    Gracias a ello renacimos a una nueva era de nuestra raza que nos convirtió en seres más sabios y fuertes. Así durante generaciones.

    Eso sí, de vez en cuando el afán de aventura torna en necios a los más jóvenes de nosotros. Y al salir a la superficie perecen sin remedio. Tardaremos mucho en que nuestros cuerpos sean perfectos y nuestra naturaleza nos permita vivir en ambos medios. Y lo confieso, aunque quizá yo no lo vea, estoy deseando que llegue ese momento, para que nuestro pueblo se cobre venganza.

  8. Vida bajo las aguas
    El mar está revuelto. Seres invasores avanzan hacia los pecios donde colonias de corales han tardado décadas en forjar un nuevo mundo, donde bancos de peces tienen su hábitat y alimento.
    Al verlos zambullirse sin miramientos, todos los habitantes del mundo submarino huyen, dispuestos a cobijarse en algún hueco donde no puedan ser alcanzados.
    Conocen las intenciones de esos “extramarinos”.
    Mientras los nadadores se mueven tranquilamente en las aguas, se zambullen, emergen y disfrutan de un día de verano, sin pensar en peces ni en tesoros, sin pensar que bajo sus pies también existe otro mundo.

  9. Ameba
    Mi mamá a veces se enfurruñaba conmigo y me regañaba:
    -¡Matilda vives en otro mundo!, ¡y ya tienes catorce años!
    Pero a mí la edad siempre me había parecido algo insustancial y a pesar de sus reprimendas, desplegaba mis enclenques bracitos como si fuesen alambres, que cimbreaban las amplias mangas del jersey de lana fucsia, tal que si fuesen alerones, e intentaba volar en el aire impregnado de aroma de lavanda, que era la fragancia con la que se perfumaba mi mamá y corría por los pasillos de casa gritando con voz de Penélope en el Mar Jónico:
    – ¡Soy una ameba!, ¡soy una ameba!- mientras mi melena se ondulaba como la arena de la playa bajo el rítmico romper de las olas de la mar latescente.
    Cuando llegaba mi papá también se enfadaba conmigo, me decía que a ver cuando iba a madurar. Yo por no enervarlo más, permanecía en silencio e inmóvil como un mimo frente al palacio de los Uffizi, pero me quedaba con las ganas de preguntarle: “¿madurar cómo si fuese una papaya?”. Yo prefería mi mundo que era más alegre que el de mis papás, que no tenían sentido del humor y siempre estaban serios, parece que habían borrado las sonrisas de sus labios con la goma de la rutina matrimonial. Yo estaba más ilusionada que nunca y seguía siendo una ameba, un día descubrí que podía sentir en mi cuerpo la ingravidez sumergiéndome en la piscina del gimnasio.
    Tal fue mi persistencia en seguir siendo una ameba, que logré volver a hacer sonreír a mis padres, les hice sentir de nuevo jóvenes de espíritu. Les decía que en la vida hay que tener ilusiones y que por qué no soñar. Hoy en la puerta de mi despacho de arquitectura en Nueva York, no puse mi apellido, en su lugar manuscribí con letras aceradas: Ameba. Siempre supe que el mundo era de los optimistas, de los que jamás dejan de soñar.
    j. mariano seral

  10. QUIERO ESA

    Era el restaurante de moda y pese a tener hecha la reserva con meses de antelación casi llegamos tarde. Al entrar, nos recibió el jefe de sala. Nos acompañó hasta un acuario y nos proporcionó una polaroid. Explicó que, cuando tuviésemos claro cual nos gustaba, tomásemos una instantánea y se la entregásemos. Así lo hicimos y nos dirigimos a nuestra mesa. Pasados unos instantes, llegó el momento tan esperado de probar aquel exquisito bocado cocinado por tan afamado chef.
    Al solicitar la cuenta, preguntamos si sería posible llevarnos las sobras. No nos pusieron inconveniente alguno. Al marchar, nos entregaron un recipiente de plástico que contenía el delicioso manjar. Pegada sobre la tapa estaba la fotografía de la joven que nos habíamos cenado.

  11. ANOTHER WORLD

    Bajo un sol abrasador, poco a poco, los espectadores van ocupando sus asientos. Los más solicitados son los de la zona de sombra. Faltan unos minutos para que empiece el espectáculo. Los responsables ultiman los preparativos. Los participantes han recibido un duro entrenamiento. Si los nervios no les traicionan todo saldrá como en los ensayos. Permanecen sumergidos en el agua desnudos, esperando impacientes a que llegue el momento de su actuación. Anuncian por megafonía que comienza la función. Un golpe de silbato señala su entrada a la piscina central.

    El público los recibe expectante mientras con sus aletas aplaude enardecido.

  12. Y si no existe

    Nos dejó allí, donde están los grandes rascacielos —antes era todo campo—, desnudos, con frío, con hambre y nos dijo: buscad el amor. Como si supiéramos qué era eso, como si él nos lo hubiera enseñado alguna vez: de qué color es, a qué huele, cuál es su sabor, si se puede tocar, si da urticaria. No teníamos nada con qué cazarlo ni sabíamos si nos mataría el simple contacto. Y así, con este miedo pegado a la piel, salimos a buscarlo con una sola pista: tendréis que mojaros. Primero una lluvia fina y nada, después los ríos, los lagos, el mar. Nos mojamos todo lo que pudimos y seguimos vivos. Hemos construidos ciudades, canalizado el agua, establecido horarios y sistemas de supervivencia. Pero el amor no lo hemos encontrado.
    Tiene que ser por eso que no vuelve a buscarnos.

  13. Tomó su mano y se zambulló en la piscina con ella. Las luces de este mundo se apagaron y los límites de piedra, de cemento, ya no existían. Nadaron todo el día, al anochecer se les acercaron otros nadadores perdidos como ellos.

¿Qué opinas?