Viernes creativo: escribe una historia

¿Te atreves a escribir una historia para esta foto de Carrie Goodman? Cuéntanos qué está viendo este niño. Sé imaginativo, no caigas en los clichés.

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Te invito a dejar tu historia en un comentario en esta entrada, en facebook, en google+, en twitter, en tu blog o donde quieras, el asunto es escribir. Vamos a ver cuántas historias diferentes nos salen.

39 pensamientos en “Viernes creativo: escribe una historia

  1. Hala, ahí va, sin repasar ni ná, a pelo. Que me hacía gracia participar. Seguro que si algún día lo cuelgo en mi blog, le habré repasado algo…

    VISTO Y NO VISTO
    Cuando era pequeño desaparecía. Todos creemos hacerlo cuando nos tapamos los ojos de niños, pero yo lo logré un día. Y a partir de ahí, me iba cuando algo no me gustaba. En casa, la primera vez les hizo gracia y todos participaron en mi búsqueda. Yo los veía a través de mis dedos, mirando tras el sofá, bajo la mesa, entre las cortinas. Luego, comenzaron a reñirme por ello. Y es que aparecía donde menos se esperaban, ante la tele, subido al mueble-bar, en la ducha. Y se llevaban, pobrecillos, unos sustos tremendos cuando volvían a verme de sopetón.

  2. DESCUBRIMIENTOS DOLOROSOS
    Me tapé los ojos con las manos. No quería mirar. Pero tenía que ver, aunque me doliera la tripita al hacerlo. Papá se comía a mamá y lo peor es que a ella parecía gustarle. Aunque soltara unos grititos extraños.

  3. Cinco lobitos
    ——— ~ ———
    Siempre sobre la mesilla de noche, sin marco, sin colores, lo justo para asustar a los pusilánimes y humillar a los torpes. Algunos le aguantan la mirada desafiantes, pero se vienen abajo enseguida y ya no hay forma de que renazcan. Ni siquiera su padre es capaz de concentrarse, maldito sea.
    Solo Miguel me consuela, incapaz de ver otra cosa que no sean mi piel y mis lágrimas, y no es el mejor amante del mundo, pero me hace olvidarme por un rato del infierno en el que vivo, y del autobús, y de la maldita puerta trasera sin seguro; de la vida negra, como la suya.
    Algunas tardes se queda un rato más, y fumamos juntos, y le pasa los dedos por encima mientras le cuento cómo tenía el pelo, y me dice que es capaz de sentirle las pecas, y le cuenta los dedos como si los estuviera viendo mientras me canta aquella canción que tanto nos divertía, y entonces soy yo quien le da la vuelta, porque aún no estoy lista para que me vea sonreír.

  4. EL EXHIBICIONISTA

    Abre su gabardina mostrándome su desnudez, que apenas veo con los ojos tapados por mis manos temblorosas; sin embargo no puedo despegar mi cara de la ventanilla, que empieza a moverse con el tren. Lo observo ya lejano y él sigue estático en el andén, descubriéndose a mí sin pudor mientras pasa la gente a su lado, sin verlo.

  5. LA MANO PODEROSA

    Intenté colorearlo desesperado, atraparlo con mis manos para congelarlo en lo más alto de la heladera, pero soy débil y bajito y normal, no como Superman. Quise fotografiarlo, aprenderlo de memoria o cantárselo a mamá como en los actos de la escuela, pero no lo conseguí.
    Un día, más triste que de costumbre, me cubrí la cara para gritarme estúpido, inútil. Y ahí encontré la solución, la barrera era de deditos, piel y huesos.
    Desde que papá está en el cielo, todo su mundo se ensució con ese crayón gris que tengo en los ojos y que mancha y ya no sale. Si no miro, todo deberá quedarse en colores. Y mamá estará un poco más contenta.

  6. Duchas

    Como cada martes, tenía clase de natación. En los vestuarios, la monitora se volvía loca llamándolo; sin respuesta alguna. Permanecía callado, y escondido; mirando por el hueco que había en la pared, que separaba el vestuario de las chicas. Al rato, cuando ellas se daban cuenta; gritaban asustadas, al ver que alguien las espiaba.

  7. Pubertad:

    Teresa me dice ¡No mires! Y yo no quiero mirar, pero mi curiosidad es grande, mucho más grande que las razones que ella me da. Con los dedos sucios sobre mi cara entreveo sus piernas blancas, su espalda, sus nalgas. Cuando termina de vestirse nos marchamos juntos al parque, pero me cuesta concentrarme en los juegos que normalmente me divertían, no paro de pensar en su cuerpo, también en las palabras de mi madre al entrar al baño: Pedro, cariño, qué mayor te has hecho ya, mirando sin pudor mi torso, mi sexo, mis piernas. Las madres son así, no preguntan ni escuchan. A la tía Cari, le cuenta que ya estoy entrando en la pubertad. Aunque no comprendo bien eso de la pubertad, creo que a mí me ha dado fuerte.

  8. El cuarto oscuro

    En el viejo sillón,
    castigada,
    blandura antigua
    de la niñez.

    Me siento, me levanto
    otra vez yo.
    Sin ojos escucho
    risas sonoras en el salón
    y veo, sin oídos
    gestos fracasados
    en el inevitable personaje
    del recuerdo

    Instante vacío
    cuando se hace la luz
    en el cuarto oscuro
    y aparece tan lejana
    rota,
    mi infancia.

  9. Simple alergia

    “Sí, Señora, me ha quedado claro, ¡que ni una mota de polvo le toque”.

    -Y esta foto, papá…
    -Yo, de pequeño. ¡Qué días! qué bien lo pasábamos jugando al escondite en aquél caserón abandonado.

    Se acuesta malhumorado. En su aséptica habitación, entre níveas sábanas, dentro de un impoluto pijama. Daría su mejor consola por llegar así como su papá en esa foto, sucio, despeinado…

    Rosy

  10. Olvido

    Desde aquella tarde me miras acusador, sin piedad. Sabes que acabo esquivando tus ojos, con sentimiento de culpa. Tu madre me lo advirtió, pero no le hice mucho caso. Tampoco fue solo culpa mía, si no lo hubieras llevado contigo a todas partes… Solo cuando volvimos a buscarlo y ya no estaba en la silla del restaurante, me di cuenta de lo mucho que lo querías: jamás te había visto llorar así, lágrimas sin ruido. De nada sirve que te pida perdón, ni que te jure que no lo abandoné, que no sentía celos de que le contaras tus secretos al oído, ni de que prefirieras dormir con él y no conmigo. Te he comprado otro igual, pero lo has arrojado a un rincón; claro, no tiene su olor y el pelaje es suave, de recién nacido. Sin embargo, tu madre se ha apuntado un tanto: ayer viniste de su casa con un peluche rojo, y ahora lo cuidas más que al otro. Me miras de reojo, mientras le riñes enfadado: “No te separes de mí o te olvidarán como a tu hermano”.

  11. Con tus manos

    Siempre, a la hora en que el profesor de zazen les invita a cubrirse los ojos con el cuenco de las manos “sin que entre nada de luz exterior”, siente unas irresistibles ganas de ver. Hoy, por fin, doblega su natural —cree— inclinación a la obediencia y abre rendijas entre sus dedos. Observa, uno a uno, el semicírculo de esforzados lotos centrados en espirar, profunda y lentamente, el aire, ya contagiado de otoño. Hasta que, encima de unos nudillos, aparece una pupila fija, desbordante, y entiende cosas. “¿Desde cuándo?”, se pregunta, y por qué a mí. Una delicada libélula florece, entonces, entre las líneas que se cruzan y convergen en sus miradas, de pronto risueñas.

  12. Pues me hace ilusión participar por primera vez en estos viernes «vicentianos». Dejo aquí el micro y también el enlace al blog: http://enmalestado.wordpress.com/2013/08/30/movimiento-en-paralelo/

    MOVIMIENTO EN PARALELO:

    El niño prefería no mirar cuando el columpio del patio de casa comenzaba a balancearse solo. Por eso se escondía detrás de la tomatera y esperaba, como cada tarde, que dejara de moverse.

    El otro niño también se tapaba los ojos cuando las ramas de aquella planta comenzaban a agitarse sin motivo aparente. Luego dejaba el columpio, salía corriendo hacia el interior de la casa y esperaba, como cada tarde, que dejara de moverse esa maldita tomatera.

  13. Ciegos
    Mi hermano y yo nos llevábamos doce años, así que yo era un crío cuando, a través de la puerta entreabierta de su habitación, lo observaba hacer la maleta. Papá se había ido al bar y a mamá se la oía llorar en el salón. Él me vio y me hizo pasar.
    —Carlos, mírame a los ojos: ¿quién soy? —dijo acuclillándose.
    —Mi hermano —contesté sin saber si era la respuesta adecuada.
    Entonces, él hizo algo extraño: se desnudó del todo, dejó que lo contemplara y volvió a acuclillarse.
    —Carlos, ¿quién soy ahora?
    —Pues… mi hermano, ¿no?
    —No lo olvides nunca: siempre seremos hermanos, pase lo que pase, diga lo que diga papá, tenga el aspecto que tenga cuando nos volvamos a ver.
    Mientras se vestía, le pregunté adónde se iba. «A Bangkok», respondió. Nunca más volví a verlo con vida y siempre me negué a viajar a Tailandia.
    Hace unos días, un funcionario del ayuntamiento de Barcelona me llamó y me dijo que lo habían encontrado muerto de una sobredosis en un portal de una zona de travestis. Cogí el primer avión del puente aéreo y me presenté en el tanatorio que me habían indicado. El empleado abrió el ataúd y se retiró unos pasos. Miré los ojos cerrados de mi hermano, pedí que la pusieran guapa, pero no quise volver a verla.

  14. Desde la azotea

    Debajo de mis parpados cerrados están las sábanas tendidas al sol en la terraza de nuestra casa. Veo a mamá sonriendo y oigo a papá, me dice que me tape los ojos y que no debo hacer trampa. Es así como lo recuerdo, jugaba conmigo a esconderse entre la ropa que se agitaba colgada de las pinzas de madera. Mamá protestaba, decía que le íbamos a manchar la colada con nuestras tonterías, pero no dejaba de sonreír. Cuando me cansaba de navegar entre aquellas olas de tela encontraba a papá asomado al alfeizar de la azotea, me ponía a su lado y juntos contemplábamos aquellas figuras tan diminutas que correteaban en la calle.
    Ahora ya no hago trampas, me cubro muy bien los ojos con toda la fuerza de mis dedos, pero por mucho que lo intento no consigo oír la risa de mamá y siempre veo lo mismo cuando me asomo a mirar desde el terrado: muchas figuritas congregadas alrededor de un bulto sobre una mancha roja.

  15. ¡¡Vergüenza¡¡

    Mi despertar fue brusco, me incorporo y allí está junto a mi, en el suelo, levanto las sabanas y se introduce sin mucha efusión, pero si pega su cuerpo al mio y enseguida le abrazo y acaricio su melena y ronroneo moviendo mi cuerpo y el suyo a la vez, – dicen que el ronroneo de las personas es el lenguaje del alma, viene de una antigua leyenda sobre el «don de los gatos» – mientras noto que afloja los músculos y se deja llevar.

    Una mano debajo de la almohada y la otra ya abraza mi cuello y toca mi pelo, estamos en la postura del relax cuando conversamos de una manera sosegada sobre aquello que venga a nuestra mente; es la que adoptamos todas las noches antes de darle el beso de buenas noches y dejarle tapado.

    Sé que ya no debía hacer eso, pero somos lo que se denomina una familia monoparental y bueno soy una egoísta que se excusa diciendo que es por su bien y ahora con lo ocurrido soy aún mas permisiva

    Lo advertí hace poco, inmediatamente le lleve al pediatra y él al especialista, y ya tuvimos nuestra tragedia, el diagnóstico : estrabismo alternante, tratamiento: evitar la pérdida de la visión del ojo desviado (ambliopía u ojo vago): para ello el niño debe utilizar gafas con la graduación adecuada y ocluir el ojo sano con un parche para que el otro desarrolle una mejor visión.

    Por fín, volvió a dormir y lentamente como cada mañana prepare para ese día mi guión adaptado de la fábula de Roberto Benigni ¡ La vida es bella ¡, no sería por mucho tiempo y motivación tenía la suficiente, su vergúenza era mi refuerzo para espabilar mi fantasia.

  16. pido disculpas, pero pensé que ese final quedaba corto y añadi el siguiente:

    Es vital que haga esto, hasta que lo tome como corresponde y sepa enfrentarse a sus amiguitos que se ríen de él y descubra que la vida es bella.

  17. JUGAR A LA ESCONDIDA
    Me ha tocado quedarme y contar hasta diez. Comprobaré si es cierto lo que todos me han dicho. No importa que me llamen tramposo, hoy me toca encontrarla primero. Con mi cara tapada separo los dedos y veo que se oculta detrás del tronco del pino. Cuento: uno, dos, tres…diez, la busco y compruebo que es cierto, detrás del árbol ella baja su falda.

  18. Y tú, que crees mirarme ¿Que miras? cuidado con lo que dices, puesto que no es a mí al que examinas. Ojo por ojo y entre mis dedos una mano. Oh mano! tu que me escondes el rostro, la mirada, la vida.

    Bien tirada, amiga mía.

  19. Cuando ella dejó de ser una princesa

    No fui capaz de mirar cuando Laura diseccionó a la rana en el laboratorio de ciencias. Un rato antes había visto como la besaba a escondidas; y ahora esa mirada asesina mientras mascullaba: «si no eres mi príncipe, no lo serás de nadie».

  20. Juegos

    – mammmáaaaaaa, decile a Santi que no haga trampas, así no vale!!

    – pero nena, no estoy haciendo trampas, es solamente una rendija para saber por donde piso y no caerme. Dale que empiezo a contar, escondete!!!

  21. Como todos los días la joven profesora saluda a los niños con una amplia sonrisa. Un grupo rodea a un niño pelirrojo de ojos azules cuestionándole el porqué de su cara marcada.
    – “Me he caído en el parque con el monopatín” les contesta con una voz tímida ausente de toda gracia natural. A la profesora no se le escapa el leve rubor de sus mejillas y la falta de chispa en sus ojos. Pronto los otros niños vuelven, con su inocencia, a su bullicio habitual.
    Sentado ya en su sitio, la profesora, en lo que dura un pestañeo, recoge la mirada cargada de pesadumbre que él le lanza a través de sus manos con las que intenta cubrirse la cara. El niño aprieta los labios y unas lágrimas silenciosas, discretas y llenas de pudor corren por sus mejillas. Ni un hipo, ni un gesto que delate a los demás toda la angustia que le ahoga.

  22. Más difícil todavía, aún con más retraso

    EL ARTE DE MIRAR (SÓLO UN POCO) PARA OTRO LADO

    Fue un trabajo arduo. Meses malmetiendo, deslizando comentarios, reales o no, como quien no quiere la cosa, en los momentos más oportunos (o inoportunos, según se mire). Un chico, ciertamente, no puede hacer el trabajo de un hombre. Así que se dedicó a utilizar su presumida inocencia hasta que ahora, por fin, un hombre se ocuparía de ello. No es fácil sembrar el odio suficiente para llegar a este punto, se sentía tremendamente orgulloso. Se tapó los ojos fingiendo espanto, ciñéndose al papel que tan magistralmente había interpretado. Pero no pudo evitar, en el último momento, abrir los ojos para observar entre ellos.

    Miguelángel Pegarz

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