Viernes creativo: escribe una historia

¿Escribimos una historia para Humming, este  video de Portishead ?

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20 pensamientos en “Viernes creativo: escribe una historia

  1. Detective stories

    De todos los locales de la ciudad que ofrecían «experiencias paralelas de vida», mi preferido era el Private Eye Bar. Allí dentro todo estaba pintado en blanco y negro, el local estaba lleno de humo falso y en cada rincón olía a aromas sintéticos de tabaco, perfume de mujer y dinero recién impreso. Yo siempre elegía el papel de detective amargado, fracasado y alcohólico, me vestía con una gabardina gastada y un sombrero con marcas de sudor en el interior y me sentaba en una mesa a emborracharme con güisqui. Y hasta que el local cerraba, trago tras trago, no hacía otra cosa que contemplarla a Ella, que, como siempre, había elegido la «paravida» de cantante casquivana y huelebraguetas. En la vida real, no sabía cantar.
    Aquella noche, Ella salió al escenario vestida de negro, más guapa que nunca, y comenzó a cantar casi en susurros esa canción que le pedí que nunca volviera a cantar. Y lo hizo, además, mirando a todos menos a mí. Como era costumbre.
    Al poco, una chica vestida de puta se acercó a mi mesa. En la vida real, era una abogada que se dedicaba a defender camellos de poca monta; otro tipo de puta. Sentó medio culo sobre mi mesa, de espaldas al escenario, y pasó su mano por mi mejilla.

    —¿Sabes , McNulty, qué chiste se cuenta en los juzgados? —cogió mi vaso y dio un sorbo— Que el único gilipollas de la ciudad que viene a un local de «paravida» y elige la misma mierda de vida que lleva en el mundo real eres tú —sonrió mientras ponía un dedo en mis labios.

    La cogí de la muñeca y la aparté de la mesa. Siguió mi mirada hasta Ella y después me dijo al oído:

    —Anoche le dieron una paliza de muerte a su último novio. Pero de esas cosas los buenos detectives y los buenos exmaridos os enteráis los primeros, ¿no es cierto? —se irguió y se alejó unos pasos. Justo en ese momento, la canción acabó. Ella bajó del escenario y se sentó en la mesa de un tipo. La puta/abogada se detuvo y se giró hacia mí—. Lo que quizás no sepas es que Ella estaba embarazada… Pero no te preocupes, no tendrás que mantener a ningún bastardo cabroncete: abortó en un clínica de la ciudad.

    La muy zorra se alejó despacio para no perderse el sonido de sus palabras al taladrarme la carne, pero no le di el gusto. Ya lo sabía: el aborto se lo había pagado yo.

  2. Click

    Cierro los ojos, sueño que me sigues por el pasillo, que entras en mi habitación y nos miramos de cerca, que tu camisa cae junto a mis medias, tus tirantes al lado de mis tacones, tus besos en mi espalda. Abro los ojos y otra vez te has ido, sin decir una palabra, sin dejar una nota.

  3. Mi fantasía

    En la mesa central del Osaka, él la mira con lujuria y bebe güisqui para envalentonarse. Se imagina que cuando ella baje del escenario, se sonreirán, se rozarán sus nombres y, en la intimidad, se besarán sobre una cama ardiente hasta morir de pasión. Al mismo tiempo, ella mientras canta, se fija con ansía reprimida en la yugular de él y se repite: «no, no, hoy solo quiero descansar en paz».

    Y ahora, por favor, guarden silencio. Dejemos que la balada acabe y, entonces, que sea la realidad la que se encargue de decidir por los dos, y no yo.

  4. CORAZÓN DELATOR

    Hasta un bar repleto de soledades arrastraron los pies, tratando de anestesiar la taquicardia de ese día tan olvidable, de ese mes ya olvidado.
    Colisionaron las miradas acuosas sin salvavidas, se estremecieron por las caricias que decantaba la imaginación –ella contra la barra, él bajo el dintel de una puerta que tenía prohibido llevarlo a otro lado– y se sedujeron por un instante eterno. La pasión los hizo trastabillar y robarse un par de acercamientos de protocolo.
    La casa en su silencio les postergó la urgencia y las desilusiones. Mientras bebían para estimular los labios que adormecerían de besos más tarde, mientras caminaban por el pasillo, incineraban recuerdos amarillos, otros grises, congelados, añejos, malolientes. Tendieron el amor sobre la precaria cama y se envolvieron todos los poros, las sonrisas milagrosas y los sueños. Se amaron en un espectáculo sin público, sin aplausos, sin propinas.
    Se amaron hasta que ella consumó su última fantasía…

    Ya nunca te mirarán como lo hacía él, ni sabrán acariciarte del mismo modo. Nunca, nunca más te acorralarán con ese deseo encendiendo los despojos de vida que te tiran encima, generándote esas ganas irrefrenables de exterminar soledades ajenas que sólo te satisfacen por un rato.

  5. Gozos y sombras.

    Desde que he salido al escenario, sólo he pensado en el final de esta noche.
    Mi canción seductora e insinuante, no hace otra cosa que preparar el camino.
    Me debes algo que hoy pienso cobrarte.
    Tu sueño, gozar de mi cuerpo, el mío gozar mientras se esfuma tu último suspiro.
    Soy dama de la noche. Mi color es el negro. Hoy pienso adornarlo con matices de rubí.

  6. CASQUERÍA CHICAGO
    La primera vez que me volví hacia Jack Cara de Pato me encontraba fumando en el bar. Jack tenía enfrente a Luiggi Moco de Pavo, que le escuchaba distraídamente. Eso le costó un tiro en la entrepierna. Joey, el camarero gallina, se hundió tras la barra en cuanto vio a Jack desenfundar la pistola. Y Freddy, Ojos de Ganso, que se encontraba vigilando la entrada, se metió en el bar al oír el disparo para socorrer a su jefe, que se desangraba. Ciego de ira, levantó la vista hacia Jack y le asestó tal tiro en el hombro, que el impacto tumbó a Cara de Pato en el suelo. Alarmado por los gritos de histeria de Joey, Freddy huyó despavorido, dejando a Luiggi tirado junto a Jack, para arrancar el coche e ir, según él, en busca de refuerzos. Luiggi levantó el dedo pulgar a modo de O.K. mientras decía adiós a sus aspiraciones de seductor. Freddy volvió cabizbajo al comprobar que el coche no arrancaba. Y Jack me miró atónito cuando apagué mi cigarrillo, calenté una tila para Joey, me alisé la falda y saqué la placa

  7. Olvido

    Empezó el repertorio de la noche con «Mad about the boy» y un grillo-gallo saltó de sus cuerdas hasta una mesa lateral. Justo allí estaban los ojos de la presencia que desde hacía unos días, siempre entre candilejas, la tomaba. Diez noches el medio extraño ocupó el mismo lugar y pidió la misma bebida. Ella cantó con su mejor voz. Siguieron viéndose en el otro lado de los cortinajes, allí donde a la realidad se la llama sueño. Hasta que ella le clavó un puñal por el mango. No recuerda por qué. Ahora incluso en el bar, saturado de respiraciones, el vacío empuja. Esta mañana ha recibido un sobre por correo, contiene unas fotos de ambos que a todas luces es imposible que se hayan hecho. Ella nunca ha sido tan feliz.

  8. La muerte viste de mujer

    Ese hombre se había tomado la costumbre de acecharla. Frecuentaba una mesa del bar donde ella cantaba. La devoraba con la mirada, con ojos libidos.
    Lo dejo ir entrando a su vida. Lo sedujo, un poco involuntariamente y otro poco porque su naturaleza era así; no podía evitar ser una mujer fatal. Su voz y sus movimientos felinos lo fueron enamorando.
    La noche que lo recibió en la intimidad fue la última. Cuando sostuvo el picahielo en su mano, decidió que él ya no la acecharía más.

  9. Purgatorio

    Así que era esto, que es así como va la cosa ¿Por qué dirán que dura un instante? Reconozco pedazos de mi vida en este lugar, en finas virutas que flotan, ninguno en concreto, pero a la vez todos, no sabría explicar cómo. Un aire que ya he respirado antes, un olor, un dolor. Dolor. La punzada aguda en el pecho y de nuevo aquí sentado, y otra de mis mujeres que sube al escenario, y el resto repartido por las mesas. Hago un recuento rápido, tampoco me parecen tantas como para. No me parecen tantas. Intento alcanzarla una vez y explicarle, dos veces y a la tercera, vuelta a empezar.

  10. Cambio de ritmo

    Todos necesitamos ese momento, ¿no es cierto? Parar un poco la velocidad a la que van las cosas, bien para acelerarlas después, para precipitarlas hacia un abismo sin fondo, o para ralentizarlas hasta pararlas del todo. Es justo antes de ese cambio de ritmo, cuando cogemos el vaso y saboreamos su contenido.

    Si te fijas, todos hemos hecho ese gesto aproximadamente a la vez, como si a nadie le gustara realmente cómo estaba discurriendo el tiempo. Es tan difícil manejarlo, ¿verdad?

    Ahora, con las copas vacías, tú pretendes acelerar y yo que se pare todo. Terminar de una vez con esta historia absurda. Borrar incluso, de un plumazo, hasta el primer beso que nos dimos, como si la vida fuera una película de 35 mm. que se puede eliminar con una cerilla. Es un planteamiento pueril, pero no menos que el tuyo. Pretendes seguir como si, en el fondo, nada se hubiera grabado en esa película y te encontraras, nos encontráramos, en el preciso instante que sucede a ese primer beso.

    Son dos formas diferentes de reconstruir dos vidas. O de destruirlas. La diferencia es que tú, para hacerlo, sólo tienes prisa y yo, en cambio, dos agujas puntiagudas.

  11. Coleccionista de fantasmas

    Las noches que canta sobre el escenario de algunos de los bares que perturban a la ciudad, produce una catarsis entre sus espectadores, esos que la siguen a cualquier tugurio que la contrate, es cómo si al escucharla purificaran sus almas. Les regala hermosas canciones que compone para ellos, no le importa que los otros, esos que sólo beben, conversan y fuman no le presten atención, conoce la rutina. Al terminar su turno alguien le invitará a un trago y luego la llevará a un cuarto de mala muerte, donde ella, con el filo de su navaja, sumará un nuevo fan.

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