Viernes creativo: escribe una historia

Las fotografías de Aëla Labbé son sencillas, pero inquietantes. Como la de esta pareja: hay algo en ella que me perturba. Será que es viernes trece.

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43 pensamientos en “Viernes creativo: escribe una historia

  1. LA VIDA DE LAS ESTRELLAS

    Fue ella quien me enseñó a leer la vida de las estrellas.

    En las tardes de verano nos subíamos a las ramas del árbol que presidía el jardín y esperábamos a que anocheciera. Cuando aparecían las primeras lucecitas, me explicaba cómo había nacido cada una de ellas.

    Decía que las que más brillaban eran las estrellas de las personas que habían sido asesinadas, por eso gritaban desde el cielo. Las que parpadeaban eran suicidas y su destello intermitente era su manera de pedir ayuda. Las que menos lucían habían sufrido una muerte natural, de ahí que se mostraran serenas.

    Hoy me pregunto qué tipo de estrella será ella, si será de las que brillan, de las que parpadean o de las que ligeramente iluminan.

    • Ahora me va a dar miedo mirar al cielo… seguro que la chica de mi relato le ponía sus nombres a las estrellas más brillantes jiji

      • ¡Segurísimo! De hecho, creo que mi historia puede ser la segunda parte de la tuya. Tenemos unas mentes un poco perversas XD

    • María, un microrrelato tierno que ofrece si uno quiere, una lectura fosca. Ese final apunta, hoy que es viernes 13, a una infinidad de posibilidades oscuras. Me ha gustado esas opciones de las estrellas. Ahora las veré de otra manera.

      ¡Buen Viernes Creativo!

      Saludos.

    • Y aquí me tienes, María, mirando al cielo para ver si la veo. Y creo que me acaba de guiñar un ojo.
      Me encanta que tus estrellas tengan tanta vida.
      Besos creativos.

  2. Recorrido
    Nuestro amor perdura con los años como las piedras en el cauce de un río. Nuestra amistad en la infancia creció con nosotros y fue el punto de partida de un recorrido en el que aún transitamos, repleto de subidas, bajadas, curvas y bifurcaciones. En este árbol tuvieron lugar nuestras risas, lágrimas y abrazos.
    La adolescencia desveló la atracción con un tachán que aplaudimos. Nuestro deseo se presentó sin avisar y nuestras bocas y manos, voraces, supieron atenderlo bien. Bajo el mismo árbol testigo de nuestras travesuras, descubrimos el sexo. Fue como descubrir un tesoro escondido en el otro. En nuestros encuentros no tenían cabida las palabras. Quedábamos en el árbol tras entregarme una nota entre clase y clase que destilaba urgencia ‘En el árbol, hoy’. Yo sonreía. Normalmente ya estabas allí cuando llegaba. Percibía tu deseo en la avidez de tu mirada, lo que me encendía sin remedio. Así, sin palabras, leyéndonos es como disfrutábamos. Nuestras mochilas permanecían tiradas junto a nuestras ropas acompañando nuestros suspiros, besos y placeres.
    No quisimos casarnos nunca. Quizás por miedo a que la magia de nuestro amor se desvaneciera como si de un hechizo se tratara. Hablábamos durante horas en nuestro árbol sobre nuestro futuro juntos. O discutíamos en nuestros desencuentros cuando otros intereses amenazaban con distanciarnos y el miedo atenazaba retorciéndose en nuestros corazones.
    Me quedé embarazada y nos casamos, sí. Y nuestra historia juntos sigue transitando por aquella carretera con revuelos y curvas. Sigo recibiendo tus urgentes notas antes del almuerzo en el trabajo. Divertida, me he dado cuenta de que la inmediatez no era originada por la cascada hormonal de la adolescencia, es inherente a ti.
    Nos seguimos encontrando a día de hoy en nuestro árbol donde parece que nos llenemos de energía impulsando nuestro amor unos kilómetros más.

    • Una historia de amor, donde el árbol juega un papel muy importante. Bien podría decirse que fue el inductor de esta relación y sin duda el testigo de la misma. Muy visual el microrrelato y de mucha fluidez.

      ¡Buen Viernes Creativo!

      Saludos.

  3. Todas las estrellas tienen nombre

    Cuando conocía a un chico que me gustaba le invitaba a subir a mi árbol mágico, le enseñaba las constelaciones y le decía que querría morir de amor en ese instante y convertirme en polvo, en ceniza, junto a él. Cuando la mirada se torcía yo agitaba la rama y, divertida, disfrutaba de su cara de pánico, del salto al vacío y el golpe sordo contra el suelo. Después, le ponía su nombre a una estrella.

  4. Mala concepción

    GABRIEL ERA PURO AMOR, SENSIBILIDAD, MI APOYO EN EL MUNDO, el perfecto amante y el ser, ahora me arrepiento, al que más me he abierto en mi vida. Por eso cuando me agarró la mano en nuestro banco del parque, volví a estremecerme como una colegiala de quince años. Su sola presencia me derretía. Pero aquella tarde de invierno, su voz no resultó melosa y, en su lugar, un tono funesto impregnó sus palabras. Me reveló que no era la persona adorable que yo amaba y, que antes de herirme de forma mortal, lo más conveniente era enterrar nuestra relación en la parte hermosa de la memoria. Algo en mi interior se rompió al escucharlo. «¿Qué?», debí balbucear y él empezó a excusarse como cualquier tipo que ha tomado la decisión de dejarte en la estacada de la forma más delicada. Recuerdo que desconecté de su discurso vacío para pensar que era un cerdo, un mentiroso, un ser repugnante que se había aprovechado de mí; y aun así lo quería con toda mi alma. «¿Por qué me destrozas el corazón?», me dije. Él debió leerme el pensamiento, porque de improvisto reclamó mi atención y quiso demostrar con hechos su naturaleza. Con los labios sellados, me habló su mente: «Mira mis dedos». Enseguida se convirtieron en pezuñas horrendas. Igual sucedió con sus colmillos, sus orejas e, incluso, exhibió el nacimiento de unas alas que emergían de su abrigo. «Soy un ángel caído y nos han reclamado para reorganizarnos», acabó por confesar. Durante un tiempo eterno, le miré sin poder hablar y dar crédito a la pesadilla que estaba padeciendo, hasta que se despidió con un beso cálido y se alejó de mí como un cuervo enorme. ¿Entiendes ahora las dudas que me corroen con mi embarazo?

    • No sé cómo lo haces, pero todos los viernes consigues que crea una cosa al comienzo del relato y termine viendo otra al final. Con la angustia de esa mujer empiezo el fin de semana. Espero saber en algún momento de la vida si da a luz a un niño, a una cabra o a un sapo.

      ¡Saludos, maestro!

  5. ENTRE DOS MUNDOS

    Quisiste que te regalara la luna.
    Que la adornara con un lazo de estelas de colores
    y la bañara en los mares abisales de tus ojos.
    Que encerrara en ella cada una de las diminutas
    notas de mis besos.
    Y que su órbita nos llevara lejos.

    Por ello ascendí hasta lo más alto
    del ramaje espeso y frondoso del boscaje.
    Me enredé entre sus ramas buscando
    la savia y el aliento para alimentar mis alas.
    Pero ellas celosas de la noche y tus luceros
    me atraparon cercenando mi promesa.

    Por ello, cada oscurecer en que la luna
    tímida se asoma entre las hojas y la fronda,
    te parece ver mi rostro apresado y afligido.
    Quedé entre dos mundos, el tuyo y el mio.
    Y un juramento de verbos y versos
    quedó en el olvido.

    • Belén, poesía y amor, amor y poesía es lo que derrocha este microrrelato poético en su forma y en su contenido. Ese personaje atrapado entre dos mundos es un buen final literario, aunque triste para esa pareja. Quizás vuelvan a encontrarse.

      ¡Buen Viernes Creativo!

      Besos.

      • Gracias Nicolas. la verdad es que la poesía de un tiempo a esta parte habla más del desamor que del amor, por ello en esta ocasión he apostado por versos con mucho amor.
        Sí, se encontraran, pero creo que ya en otra vida.. Un beso.

  6. SUSURROS
    Siempre fue el árbol favorito de mi abuelo. Siendo muy pequeño, su madre le contó que una tarde de verano, cuando él era un bebé, un rayo incendió el bosque que los habitantes del pueblo solían frecuentar para protegerse del calor. El fuego se extendió con tanta rapidez que ella se vio sorprendida por las llamas mientras corría con sus hijos en brazos. Cuando despertó en el hospital, se enteró de que su niña de dos años había muerto protegiendo a su hermano con su cuerpo.

    Pocos años después, y en presencia de las autoridades de la comarca, los vecinos plantaron árboles nuevos en un emotivo acto que retransmitieron por la radio.
    Mi abuelo eligió un árbol pequeño, con hojas brillantes que miraban al cielo. Cavó con ternura el hoyo y guardó entre las raíces su canica de la suerte antes de enterrarlas con respeto. Dos lágrimas cayeron en la tierra mientras la allanaba. Desde entonces, todos los días se acercaba a regarlo y le contaba lo que había hecho en la escuela, y cómo estaba madre, si le había regañado o le había hecho su comida favorita, o si había llegado alguien nuevo al pueblo o un vecino se iba definitivamente a vivir a la ciudad; que la vaca había parido un ternero precioso o que el cartero se había casado y había invitado a todos los niños a un chocolate en el bar, o que a su amigo Tadeo le gustaba la hija del alcalde, o que la matanza de ese año había sido mucho mejor que la del año pasado.

    Y así, el tiempo pasó y el árbol creció mucho más que mi abuelo. Cuando sus ramas alcanzaron la robustez suficiente, se encaramaba a ellas y le hablaba fundiéndose con las hojas.
    Y pasó el tiempo. Y mi abuelo le contó que se había enamorado. Y que se casaba. Y que había nacido su primer hijo. Y el segundo. Y su hija. Y que estaba feliz. Y tantas cosas más.

    Ahora, cuando vengo al pueblo a veranear, todas las tardes me acerco hasta el árbol de mi abuelo y, cuando el viento está en calma, puedo oírlos susurrar.

    • Precioso, desprende mucha ternura. Llegas al final con un pequeño nudo en la garganta. Y es que los abuelos tienen algo mágico. Me ha encantado, Margarita.
      Saludos.

    • Margarita, las historias nostálgicas de abuelos te salen bordadas, con una contención de sentimientos y un derroche de sensaciones que erizan la piel. Ese árbol amigo fiel de toda una vida es un protagonista ideal, que junto al abuelo configuran una gran historia.

      El final que has elegido, de diez.

      ¡Buen Viernes Creativo!

      Saludos.

  7. El árbol de los sueños
    Miro esta foto que nos hicimos de jóvenes. Esos árboles de la parcela que papá compró. Nos gustaba pasar largas horas en sus ramas. Perder el tiempo, con nosotros no iba esa frase de “El tiempo es oro” le dábamos más valor, el que tenían nuestras horas juntos.
    Sin pensar en nada, tú haciendo planes de futuro, yo… mirándote. Nos sentíamos tan libres. Pero un día, tu padre nos vio y te prohibió subir a los árboles y estar conmigo.
    Por supuesto que no obedeciste, jaja; eras una alocada, ¡divina alocada! Me pediste que nos casáramos sin contar con nadie, y lo hicimos. Fue otra bomba en las familias. Cuando llegó la pequeña Eva nuestros padres se sintieron abuelos y todo cambió.
    Cuando nació Adán las relaciones mejoraron. Ahora que son pequeñitos hemos construido una cabaña en el árbol que nos cobijó para que sientan la fuerza de la naturaleza, estén más cerca de las estrellas y sueñen como hacíamos nosotros; tal vez igual esos sueños algún día se convierten en realidad.

  8. Arborecer
    Aquel árbol le recordaba los de su infancia. Un día, decidió escalarlo. Se quitó la chaqueta y los zapatos y comenzó a subir. Subió y subió hasta quedar agotado. Mientras descansaba, tomó una resolución: se quedaría allí arriba. Al principio, le resultó incómodo; se despertaba sobresaltado en medio de la noche temiendo caerse. Tuvo que colocar unas ramas que acabaron resultando muy confortables. Comenzó a gustarle su nuevo habitáculo. Veía caminar a la gente de abajo y no podía por menos que lamentar sus vidas erráticas. La verdad es que se estaba muy bien allí arriba. Si la gente lo supiera, seguro que querría vivir como él. Durante unos días, aquella idea le aterrorizó. Luego cayó en la cuenta de que los de abajo vivían oprimidos, esclavizados por la vida que llevaban, como lo había estado él.

  9. Lucia hablaba distraída. «Manuel, quiero que después de la boda, no nos demoremos. Quiero ser madre Manuel, y enseñarle a nuestro querido hijo nuestro árbol. Junto a él crecimos. ¿Te acuerdas Manuel?» Hablaba y hablaba. Organizaba la vida de ambos, sin preguntarse por qué no obtenía respuesta. “Manuel era tan callado…» Junto al árbol jugaron al escondite, aprendieron a besar, se prometieron. «Manuel, quiero un vestido blanco con una gran cola. Y un velo. Y un coche de caballos que me lleve a la iglesia. Y tú. Tú llevarás chaqué Manuel, como los príncipes…» «¿De acuerdo Manuel?» «¿Manueeeel?» «¡¡Manuel!!»

  10. Guisantes
    Yo quería uno de esos que dan criaturitas de dos, tres años, como máximo; que se quedan así, chiquitos y adorables, por siempre. En lugar de eso me han florecido un par de adolescentes, desabridos e insolentes. Es tan difícil distinguir unos de otros cuando los siembras.
    Encima, me han salido teleadictos y han interpretado el vínculo que los une enamorándose perdidamente. Ahora me toca explicarles que aunque cuelguen de diferentes ramas, salen del mismo tronco, y hablarles de consanguinidades y esas cosas.
    Maldita biotecnología y malditos cultivos transgénicos. Cuanto más sencillo era todo, cuando de esto se encargaba Mendel.

  11. Desde lo alto del limonero: Le ame vestida de amarillo limón subida al limonero , desojabastante la margarita en lo más alto de la copa del árbol, -SÍ, -NO -Si-NO si II los ojos chisporroteaban plenos de Amor sesgado, la luna empezaba lentamente a adueñare del cielo , colocando estrellas a la medida de su terca ambicion, Yo no quería perderte de vista , y si por casualidad pasabas por allí y me veías, y o te lanzaba besos igual que destellos pleniturios para que te alcanzase y te engullera de su energía. Pero lo tuyo no era mirar hacía arriba , y te escurrias igual que una lombriz en línea recta , buscando donde refujiarte. Un día en el supermercado sosprendida te roze un brazo, y fue como sentir el reflujo de la sangre, buscando una bocanada de aire fresco , mi corazón adquirió de pronto, gratuitamente una pequeña recompensa para mi todo una conquista. Los días pasan ,los limoneros maduraron, y yo sigo intentando, todos los días, vestida de Amarillo Limón , trepó hasta la copa del limonero y te imagino, a ti, frente a mi , príncipe amado charlando, aquí conmigo, y tú mirada clavada en la mía punzante ,entendiendonos , con tus labios y los míos ,basándonos como dos apasionados amantes, tus manos rodeandome de abrazos rotos. Abiertos los oídos al espacio ,susurrandome seductoras palabras. !porque!hice mía esta obsesión -Me quiere No me quiere me quiere. La rama del limonero quebro! Ho! Todo ha sido una pantomima que entristece mi Corazón.

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