Viernes creativo: escribe una historia

Os confieso que, hasta última hora, no tenía muy claro que los viernes creativos volvieran. Será que no llevo un año muy inspirado. Pero como no he podido engañar a nadie para venderle el blog y varias personas se han quejado de estos viernes vacíos, pues aquí estoy de nuevo.

Ayer falleció el gran fotógrafo Alberto Schommer por lo que no me extenderé en razones para elegir esta imagen de su inmensa obra. Solo quiero recomendaros que visitéis su web, imprescindible.

 

©Alberto Schommer

©Alberto Schommer

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91 pensamientos en “Viernes creativo: escribe una historia

  1. BESO A PRIMERA VISTA

    Hay gente que se despide con un beso y gente que se despide con un pañuelo. La ventaja del pañuelo (frente al beso) es que con un solo pañuelo se puede despedir a cien personas a la vez, mientras que dar cien besos, si lo piensas, es una tarea laboriosa: a partir del vigésimo se pierde el entusiasmo y se convierte en un ejercicio mecánico. Si te paras a pensarlo, todo indica que los andenes de las estaciones de tren se inventaron para despedir con un pañuelo (Luego, más tarde, inventaron el tren y ya aprovecharon las infraestructuras). La mujer de la fotografía, claro, es más de beso que de pañuelo. Con mujeres tan entusiastas, casi mejor que no vayan a despedirte al tren.

  2. Miradas que comen

    Ella era ciega de nacimiento, pero yo me sentía observado con cada una de sus palabras. Decía tú eres alto, rubio y guapo. Y yo, que era más bien achaparrado y tirando a feo cambiaba por arte de su ceguera. Entonces reía con su hilera de ojos blancos y yo temblaba. Decía tú sabes lo que le gusta a una mujer y yo la cogía del brazo y la llevaba a un callejón en el que se escuchaba la rueda de una máquina de coser antigua y a mí ese sonido me evocaba todos los cuentos. Entonces me miraba con sus labios rojos y yo temblaba. Decía tú me darás de comer lo mejor de ti y yo me arranqué los ojos, los limpié en la fuente de los deseos y se los di y ella me dijo que ahora veía turbio y que ya no soñaría más. Y es obvio que no volví a verla.

  3. Lenguaje metafórico

    Madre solía hablarnos con metáforas. Cuando éramos pequeños teníamos la tendencia natural de toquetearlo todo, personas incluidas. A mi hermana le decía que le iba a meter el brazo dentro de la manga. A mí, que tenía los ojos en las manos.
    Las metáforas, los tropos y las alegorías volaban entre nosotros como si fuera lo más natural del mundo. El problema residía en el exterior. Nadie parecía entender nuestro lenguaje.
    Fuimos creciendo y adaptándonos al criterio común, aunque mis ojos, por lo que comentaban mis compañeras de instituto, seguían estando en las manos. Razón que parecía justificar que se alejaran de mí
    Eso fue hasta que conocí a Gloriana. De ella decían que tenía los ojos en la boca.
    Congeniamos con facilidad. Y ambos descubrimos, con inmenso, infinito y extenuante placer lo que era, de verdad, una metáfora.

  4. Retinas cubiertas de carmín
    Cuando te pedí que rozaras mis ojos con tus labios no pensaba que acabaríamos así. Ahora, desde aquel incidente, debo de llevar un parche donde antes habitaba mi querido lucero. No me importa lo que ocurrió, yo quería que lo tuvieras. Pero me enfada el descaro que tienes, pues veo lo que tu boca quiere, lo que tus labios desean, lo que tu lengua recorre. Quisiera ser yo el objeto de tu ocelo.

  5. UNA SOLA MIRADA BASTA

    Quería que me prometiera amor eterno, ser el único al que amase bajo las sábanas, ser aquel a quien susurrara palabras vestidas de ternura y deseo en noches de desvelo. Ser su amante sin más condición que amarnos.
    Ella paciente me escuchaba, y cuando abrió sus labios para prometerlo no hizo falta que pronunciara palabra, en su bella y sincera mirada pude ver que era cierto. Nos fundimos en un apasionado beso, y mi dulce saliva se mezcló con sus salinas lágrimas.

  6. Me enamoré de una mujer que tenía un ojo en la boca: cada vez que hablaba, me veía; cada vez que me veía, hablaba. Quería estar siempre conmigo, por eso hablaba hasta por los codos. Era tal su obsesión que me sentía continuamente observado por esa boca que no podía callar. La única forma de liberarme fue acabar de un tajo con todas sus palabras. Le corté la cabeza, pero me fue imposible sacarle el ojo de la boca y aún sigue mirándome desde esos labios que ya no me volverán a besar.

  7. Juego de niños
    Jugábamos con ellos dentro de casa porque rodaban mejor, pero cuando mamá, harta de nuestros gritos y de nuestras peleas, nos mandaba a la calle, salíamos a buscar a otros niños con los que jugar. Allí no rodaban tan bien y, además, cuando se llenaban de tierra, los rechupeteábamos para volver a dejarlos limpios otra vez. Después no gustaba el crujir seco de sus granos al chocar contra nuestros dientes. Algunos jugábamos al gua, otros al triángulo o a ver quién los dejaba más cerca de una raya pintada en el suelo. Muchas veces apostábamos y cuando los perdíamos todos, teníamos que esperar a que Papá saliera de cacería para volver a llenar nuestra bolsa de ojos.

  8. OJO SOÑADOR

    El ojo estaba cansado de ver pasar la vida ante él en silencio. Pensaba que necesitaba un cambio en su vida, tenía que crecer y prosperar. Decidió un traslado de residencia. Se instalaría en la boca, donde podría expresar con palabras sus sentimientos. Una vez acomodado en la boca vivió desconocidas sensaciones, como los sabores, sobre todo el excitante sabor de un beso de amor. Estaba entusiasmado por poder hablar y sentir además de ver.
    No todo eran ventajas. Siempre estaba mojado, no todos los sabores eran agradables y descubrió que no podía controlar sus palabras.
    Comenzó a sentir nostalgia de su cómoda vida anterior donde al menos era dueño de su silencio.
    Tomo la decisión de regresar. Cuando volvió a su lugar se le escapó una lágrima de felicidad. Ese era su sitio.

  9. EL BAILE DE LOS SENTIDOS

    Cansada de que me comiera con los ojos, decidí besarle con la mirada.
    Y aquí seguimos, con las emociones a flor de piel, esperando que pare esta música que huele tan bien.

  10. El barquero enamorado
    Caronte se quedó pensando un rato. La mujer que solicitaba sus servicios portaba un bellísimo ojo de color verde entre sus labios, en lugar de la habitual moneda. No se podía considerar que tal objeto fuera instrumento de cambio reconocido y, en consecuencia, no debía de aceptar que aquella beldad subiera a su barca. De hacerlo, se enfrentaría a las iras de Hades, y ya conocía de sobra cómo se las gastaba el dios del inframundo. Aunque, en el fondo, sabía cuales eran sus obligaciones, el anciano barquero ya había cometido el error de detenerse a mirar aquel iris magnético. A medida que lo examinaba, encontraba nuevas imágenes, cada vez más sugerentes. Al principio, encontró en su interior una amalgama de algas que reflejaban los rayos del sol. Después, la enmarañada cabellera de Medusa, formada por miles de serpientes reptantes. Para entonces, ya era demasiado tarde. La muchacha se había sentado en la parte de atrás de la embarcación, cruzado las piernas y sonreía.

  11. El secreto del amor

    Dice mi amigo Braulio que el secreto del amor es saber disimular, y no le falta razón. Doy fe. Hoy, hace un año, que un cirujano plástico me hizo pasar a la habitación de mi esposa. Me guiñó un ojo como si fuésemos cómplices de una fiesta sorpresa y le ordenó a la enfermera retirar con cuidado las vendas que cubrían el cuerpo de mi mujer. A medida que la sanitaria procedía a realizar su trabajo, el doctor me estuvo explicando con todo lujo de detalles los trabajos que había practicado. La papada, los senos caídos, las ojeras, las cartucheras, el culo fofo, en definitiva las deformidades de las que yo estaba enamorado, descansaban ya en un vertedero de residuos grasos. Me aseguró que ante nuestros ojos aparecería una mujer nueva. Así fue. La belleza de ojos azules, nariz chata, sonrisa dulce, boca seductora y cuerpo sinuoso que yacía en la cama no era mi Olga, era una joven que en nada se le parecía. Pero no dije nada, me callé. Desde entonces, todas las noches me acuesto a su lado, en silencio, fingiendo que la conozco desde hace veinte años y ella hace lo mismo. En mi caso se puede entender, pero en el suyo todavía no explico por qué.

  12. NUEVO MUNDO

    Asomé a tus labios, siempre húmedos y sugiriendo noches de sábanas revueltas.Tu universo conquistó mi mirada que desde entonces cual satélite gira en tu boca.

  13. Cuervos
    Cría cuervos y te comerán los ojos, decía mi madre cuando mis hermanos o yo teníamos que llamarla de madrugada para que viniera a sacarnos de la comisaría. Al principio se lo tomaba como una afrenta. Sus hijos metiéndose en líos, cuando sólo les había dado buenos ejemplos. Pero después del cuarto o quinto paseo hasta el cuartelillo, empezó a sacar provecho a la cosa. Por cada rescate, nos cobraba una tasa. Que variaba dependiendo de la hora de la madrugada, el día de la semana, y la estación del año en que tuviera que actuar.
    Después, al llegar a casa, nos preparaba el desayuno, fuera la hora que fuera. Y se iba a dormir. Con el tiempo he dejado de preguntarme, por qué mis hermanos y yo somos tuertos.

  14. MIRADAS DE LIBERTAD

    Cuando a las personas les prohibieron hablar libremente y decir lo que pensaban, decidieron que hablarían con los ojos y que sus miradas serían gritos de libertad.

  15. Bocado

    He notado cómo miras mis labios.
    te deleitas con la carnosidad suave
    ¿qué deseas de ellos, simple placer
    o desquiciada lujuria?

    He visto cómo ansías mis labios
    tu mirar penetra en el labial
    y tu iris los ilumina de tal manera
    que quema, pero me congela

    He sentido tus ojos de verde amargura
    que juguetean entre mis labios
    estos serán un grato bocado.

  16. OJOS
    –Quitaos las batas y los ojos.
    Me despojé de la bata.
    –¿Necesitas ayuda? –me preguntó un asistente.
    –No sé cómo quitarme los ojos.
    –No te preocupes. Ya lo hago yo.
    Antes de que pudiera darme cuenta, ya me había sacado el ojo derecho. No sentí ningún dolor.
    –¿Has visto? Ha sido fácil.
    Cuando me quitó el otro ojo, me cogió la mano.
    –Deja que te lleve.
    La sesión de fotos se me hizo interminable. Los asistentes tenían que estar continuamente cambiándonos de posición. Me tendieron en el suelo, me hicieron apoyarme en una pared, me subieron a unas escaleras. No paraban de escucharse los sonidos del disparador.
    –Bien, bien –repetía el fotógrafo.
    Sentí como se acercaba para tomarme unos primeros planos.
    –Perfecto.
    De repente, alguien me tendió la bata. Me la puse.
    –Hemos terminado.
    Me llevaron al vestuario. Logré ponerme la ropa. Me pusieron un papel en la mano. El cheque.
    -Gracias –dije.
    Bajé vacilante las escaleras. Cuando llegué a la calle, pensé que sería difícil en mi estado conseguir un taxi. Tendría que haber dejado que Álex viniera conmigo. En cualquier caso, no sentía tristeza por la pérdida de mis ojos. Estaba segura de que las fotos quedarían magníficas.

  17. Modo avión

    Resuena en mi cabeza una voz metálica que recomienda colocarme en mi asiento en posición horizontal. De un plumazo tengo localizadas las salidas de emergencia que son, a saber: el lavabo y el camino hacia el bar, solo en caso de despresurización severa de la cabina. Los pequeños dejan de ser los pequeños y en lugar de las habituales trastadas reparten cacahuetes y cerveza a espuertas. En mi pantalla particular, de primera clase, claro, una manada de leones me ameniza este viaje a la modorra. En mi visión se interpone un sobrecargo sospechosamente parecido a mi mujer. Conecto un momento.

    —Cariño, hazme el favor, échale un ojo a la sopa mientras ducho a los niños.

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