Viernes creativos: costumbres

Buenos días,

Esta semana he descubierto a un artista plástico que tiene algunas curiosidades. Cheyenne Randall es un joven de origen «nativo americano» que explora la obsesión por figuras icónicas del cine y los tatuajes dando como resultazo una mezcla muy atractiva y fotogénica.

Podeís echar un vistazo a su web «INDIANGIVER» que, bueno, no deja de ser curiosa. Yo he elegido la fotografía que os traigo que me ha parecido muy original, espero que os guste y os inspire.

Espero leeros pronto y que disfrutéis, ya sabéis «Lo importante es escribir»

Un abrazo.

6 pensamientos en “Viernes creativos: costumbres

  1. JENNY & DOROTHY
    —Jenny, vamos a fumarnos un pitillo, mujer. Que no todo va a ser hacer deporte.
    —¡Venga!, Dorothy, dame uno de los tuyos, que a mí casi no me quedan.
    —¡Qué bien sienta! Parece que se me ha esfumado el cansancio del partido…
    —¿Amiga, te has fijado cómo lucen nuestros tatuajes al sol? Eso compensa de todas las burlas que nos brinda esta embrutecida sociedad de ignorantes clasistas.
    —Cierto, pero nos falta cubrir la cara. ¿Nos animamos?
    —No sé. Es que mi anciana tía Elizabeth, que ya sabes que es una fanática religiosa, desconoce que tengo tatuajes, pues me ve totalmente cubierta con la ropa y el foulard, cuando acudo al oficio y, si me dibujo la cara, va a ser imposible disimular. La pobrecita está muy mayor, no tiene hijos… Tú ya me entiendes.
    —Pues yo no me escondo, Jenny. Es más, me he comprado una minifalda y una blusa muy escotada. Así todo el que me vea podrá admirar el arte que está plasmado en mi cuerpo. Bien es cierto que no tengo una tía rica a la que heredar… Tú haz lo que quieras, pero yo sí me tatuaré la cara. Creo que voy a ponerme la frase: “yo soy la mejor”, entre hojas de parra, ¿no crees que es una genial idea? No aguanto más, voy lanzada a ver a Henry, a ver si me puede atender ahora mismo.

  2. –¿Cómo has podido ofrecerle un cigarrillo después de la discusión que habéis tenido?
    –Porque he pensado: ojalá pille él también un cáncer de pulmón.

  3. REVOLVIENDO
    Hacen la habitación y dicen que lo dejan todo colocado y lo que no paran es de revólver.
    ―Estaré casi acabada pero aún me tienen que oír, que se han creído estos.
    Hasta la luz del dormitorio parece oscurecerse. No esperaba encontrarme con esa imagen que guardaba allí, donde los recuerdos no duelen.
    ―¡Qué jóvenes éramos!
    Nos teníamos que haber comido el mundo y él nos comió a nosotras.
    ―¿Lucy, donde estas? ¿Me has olvidado?.

    • MENOS GEMELAS
      —Uffff. Estoy hecha caldo. Dame un pití.
      —Toma. No empieces aún que luego me ganas.
      Querían consumir el cigarro a la vez, para que nadie pudiera distinguirlas.
      —¿Te has fijado que tu arco iris del pecho derecho, no tiene añil? Azul y salta al violeta. Solo tiene seis colores.
      —Eso es porque tu eres ciega al añil.
      —Tu prima será ciega al añil. Yo soy tu hermana.
      —Pues tu serpiente emplumada tiene las escamas del vientre de color naranja en vez de amarillas.
      —Es que tienen que ser naranja. La serpiente tenía el vientre naranja, no amarillo.
      Se habían hecho los mismos tatuajes para que nadie pudiera distinguirlas.
      —Mañana nos toca cambiar de tinte. Yo morena y tu rubia.
      Se cambiaban el color de pelo a la vez, para que nadie pudiera distinguirlas.
      —Estas muy guapa, aun así sudada, Dolores. Nadie diría que tienes seis años más que yo.
      —Gracias, Lola

  4. Ni Thelma ni Louis
    Teo, Teodora en su carnet, había decido huir de su marido, un estúpido que era feliz comentando sus limitaciones, a diestro y siniestro, y hablando de ella en tercera persona estando presente la propia Teo. En su huida, renacer para ser exactos, recurrió a amigos y familiares, y acabó por cambiar de aspecto, por tatuarse, por empezar a fumar y por hacerse monitora de comedor en un colegio.

    Cada verano desde su divorcio, no ratificado por juez alguno, porque optó por el “ahí te quedas”, se apuntaba a un club de tenis cercano, esperando que alguien quisiera jugar con ella, pues contra ella era muy fácil, siempre perdía. Así conoció a Luisa, de edad similar y tatuajes del mismo estilo, y con tan mal revés como el suyo. Se hicieron amigas, y compartían un café cada jueves y sábado. Llegaron a intimar.

    Luisa acabó explicando su historia, diferente a la de Teo radicalmente. Su marido era Javier, y seguía casada. Él era un alto cargo de la mayor empresa de vigilancia del país. Viajaba mucho y tenía la afición de hacer, cada fin de semana, circuitos de bicicleta de horas. Se sentía mimada, cuidada y consentida, pero no era feliz. Por rebeldía se hizo tatuar y se tiñó el pelo, a ver si así llamaba la atención de Javier, cuyo comportamiento era de asertividad siempre. Todo lo que ella comentaba o proponía le parecía estupendo, si bien en la cama estaba como poco motivado, siempre.

    El día que captaron en la imagen, acababan de quedar en ir a París las dos solas. Sin avisar a nadie, conduciendo el Mercedes de Luisa. Lo primero que hicieron fue tirar los móviles por las ventanas, antes de llegar a La Junquera, muertas de risa, y saboreando por anticipado perderse en los salones de Versalles.

    El ex de Teo se enteró del viaje y la denunció por abandono de hogar. Javier denunció a Luisa por posible desaparición o secuestro. Ellas, llegando a le Champs Eliseés buscaron hospedaje, y dejaron los DNI en recepción del hotel. Para su sorpresa, a las dos de la noche llamaron a la habitación. Una policía de la Interpol las acompañó a declarar a la gendarmerie del distrito X, donde amaneció el día con tres mujeres tronchándose de la risa. La aventura había acabado, “que viva la aventura”, dijeron las dos españolas.

¿Qué opinas?