Viernes creativos: la cuarentena obliga

Buenos días,

Buscando propuestas para vuestros viernes creativos me he encontrado a Golsa Golchini una artista italiana muy original.

He seleccionado una de las obras que componen su colección «Books in quarantine» (libros en cuarentena) que es bastante chula y muy apropiada para los momentos que vivimos. No podremos salir de nuestra provincia pero nadie dice nada de no viajar a través de los libros, utilizarlos como refugio o mudarnos directamente a ellos hasta que esto acabe.

Espero que os guste, que os inspire y os apetezca contar historias. Aquí os espero, como siempre. Feliz fin de semana.

Elena

3 pensamientos en “Viernes creativos: la cuarentena obliga

  1. Tres cosas que hacer en la vida.
    Desde la ventana veo llegar a mis hijos
    y como se mecen las ramas del árbol que un día planté,
    y no, no escribiré un libro, con formar parte de esta historia tengo bastante.

  2. Mi querido amigo
    tengo una nueva profesión
    la de mirar por la ventana
    he dejado la lectura abusiva
    porque la fantasía está sucediendo fuera
    y no quiero acabar
    como con los libros de caballerías
    mi querido amigo Sancho

  3. ¿Y EL LOBO SOPLADOR?

    ―¿Quién es?
    ―Soy Caperucita, abuela. Ábreme ―contestó el Lobo, fingiendo con poco acierto, la voz de una niña.
    ―No pareces Caperucita. A ver, mete la manita por la gatera. ―Así lo hizo la falsa niña―. Uyy, que mano más sucia. Tú no eres Caperucita. Ella… ―Sintiéndose descubierto, el Lobo metió la pata en un cubo de pintura blanca que había en el andamio de los grafiteros que estaban pintando la fachada. Luego volvió a meter la pata por la gatera―. Ahh, ahora sí que te reconozco. Pasa Caperucita ―dijo la abuela abriendo la puerta.
    El lobo empujó la puerta y la franqueó. La abuela viendo el engaño, pusó la trabanqueta al Lobo, que cayó de bruces, y se dio con todos los morros en la esquina de una mesita. La abuela, percatándose de la pequeña ventaja de que gozaba, se dirigió a la ventana y pidió ayuda.
    ―¡Socorro, socorro!
    Pero nadie hizo caso. Viéndose desamparada, la abuela sacó, primero su pierna y luego el cuerpo entero por la ventana, y no sin gran esfuerzo, logró pasar hasta la ventana del libro de al lado. Allí, viendo la visita inesperada, el cerdito albañil empezó a correr y gritar, brazos en alto, dando vueltas a la mesa del salón:
    ―¡Brecha de seguridad! ¡Brecha de seguridad! ―Sus dos hermanos, que ya se habían refugiado en la casa del hermano mayor, lo imitaron, ya que no conocían las costumbres de la casa. «Allá donde fueres, haz lo que vieres», pensaron al unísono. El espectáculo dejo perpleja a la abuela , que tampoco conocía las costumbres de la casa.
    Finalmente, el Lobo logró recuperarse, y siguió los pasos de la abuela. Una vez dentro de la casa del cerdito albañil, percatándose del banquete que le esperaba, ni corto ni perezoso, se dirigió a la puerta, la abrió y llamó al Lobo que hacía rato que ya no soplaba intentando derribar la casa.
    ―Eh, venga entra, que aquí voy a necesitar ayuda, para despachar toda esta carne ―Pero allí no había nadie.
    Mientras tanto los grafiteros, ayudaron a salir a los tres cerditos y la abuela, por aquella ventana. Luego, antes de que el Lobo pudiera seguirlos, la pintaron con imprimación blindada y laca de acero. De este modo el Lobo se quedó sin merienda.
    MORALEJA: Todos los Lobos de los cuentos son el mismo. Solo hay uno.

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