Viernes creativo: escribe una historia

Atrevámonos a correr la cortina y desvelar la historia que tiene que contarnos la muchacha escondida en este cuadro de Aron Wiesenfeld.

 

Guest house, de Aron Wiesenfeld

 

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23 pensamientos en “Viernes creativo: escribe una historia

  1. Amor en conserva

    Quiero guardar la felicidad
    que viví contigo
    en frasquitos
    tarros de cocina
    taperwares
    congelar los momentos
    vislumbrarte siempre
    a través de cualquier cortina
    que mueva el aire
    que seas eterna
    en mi mente
    y por qué no
    en mi cuerpo
    de noches sin ti
    que son todas
    y no es ninguna.

    No he encontrado mejor forma
    para envasarla
    que el vacío
    de tu ausencia.

  2. SUPLIC(I)O

    No, no te descorras ahora,
    no permitas que las luces
    te dibujen angelical,
    por favor, no te muestres
    tan perfecto y aterrador,
    no me obligues a abrir los ojos,
    a no querer parpadear,
    porque te estoy necesitando
    más turbio, esfumado e irreal,
    porque te estoy queriendo
    mundano y artificial,
    porque te estoy queriendo
    y también necesitando,
    pero no me siento fuerte,
    no mantengo el equilibrio,
    trastabillo con las baldosas
    desniveladas en el fondo
    del vértigo de tus ojos,
    y te grito que no, no te descorras,
    pero no me sale la voz
    y abro más los párpados,
    y entonces se asoma tu alma
    tenue, lenta, mágica,
    entre los pliegues de un velo tejido
    por un desamor de antaño,
    y almidonado por el tiempo doloroso,
    y ahora, justo ahora
    que te estoy necesitando,
    que te estoy queriendo,
    también te estoy sufriendo.

  3. ¿Quién sorprende a quién?
    Acabo de ver por enésima vez la película dichosa. Y es que no tengo perdón, cada vez que la ponen… me atrae como un imán.
    Ahora eso sí, ese a mí no me pilla desprevenida. Aquí estoy esperando tras la cortina. Sentada en la bañera. Tengo los trastos de matanza preparados y en cuanto llegue el «dislocao» ese, ¡me lo cargo!
    En estos momentos está discutiendo con su madre. Me están dando ganas de ir hasta el torreón donde se ve luz.
    ¿Voy o espero?
    Creo que voy a esperar en este motel olvidado del mundo. Venir seguro que vendrá… y ¡se va a llevar una sorpresa!

  4. SECRETO

    Me observa. Sé que me mira. Intuyo una silueta en la atalaya de su ventana. Camino unos pasos y me vuelvo de nuevo. Un simple temblor de esos visillos y sabría que está ahí, que me contempla, me examina, me persigue.
    Si su curiosidad fuera un poco más atrevida, alzaría ahora ese velo y nuestros ojos se abrazarían. Si mi anhelo fuera un poco más decidido, subiría ahora mismo al quinto piso y rozaría el cielo, de su boca.

    >>> http://relatsdearena.blogspot.com.es/

    • Hermoso, Anna, y tan doloroso.
      Ojalá se decidiesen a coincidir, porque es una pena que ambos se amen en silencio. Un abrazo esperanzado.

  5. ATRACCIÓN LUNAR
    Como cada noche de Luna llena observo a mi vecina. Tímida al principio, se oculta a través de una cortinilla y tan sólo con el balanceo que el viento provoca en ella, soy capaz de contemplar por partes su belleza. A medianoche comienza a despojarse de sus ropas para hacer estallar mi excitación. Con su cuerpo totalmente desnudo sale al jardín que da a la playa y yo la sigo. En contacto con la arena se tumba boca abajo y zigzaguea dirección a la orilla. Hipnotizado vuelvo en mi cuando el brillo que reflejan las escamas de su cola se pierde en la profundidad del mar y yo lloro su ausencia hasta su regreso.

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    Aprovecho para recordar a los que sois asiduos a los Viernes creativos que aún podéis participar en el concurso de microSeñales de humo.

    Un saludo Indio
    Mitakuye oyasin

  6. Reincidente

    Te espero, silenciosa, tras el velo de expectación que anuncia cada encuentro. Poderosa, seductora, dejando al viento suspiros y veletas. Acude hambrienta el alma, dispuesta a devorar los sabores ya probados. Muerdes el tiempo que se escapa, haciendo presa mis labios calientes en las comisuras desabrochadas de mi boca. Tibia la cama, se agrietan los sentidos. Se adormece el ángel de alas blancas, y arde la noche endiablada. Otra vez se encadena el deseo en mis muñecas. Lamen mis tobillos lenguas de fuego. Tu imaginación gime, mi verdad jadea. Prometo no volver a caer, mas la piel protesta, y la memoria es viva. Yo, aún sedienta, disimulo.
    Tú, sonríes.
    Siempre cedo.

  7. Sutil

    Acercándome, y cual miedo saboreo y me atrae y me atrapa. Querrás que destape tu pelo, tus pechos, tu cobardía premeditada, tu verdad sumisa, tu mirada que se cree perdida y desbocada, tu alma sensual y cruel, tu desnudez prohibida. Y conseguí la impaciencia y descuidar la certeza. Pero no crucé el dolor, cual sensatez inhóspita me invadió. Me despedí de ti sin abrazos, sin besos, sin caricias; ni dejé lugar a la esperanza, ni a la excitación sutil de segundos que tardaba en correr el velo, en dibujar. Solo imaginé como sería amarte. Olvidé que me esperabas, me cansé de ser yo.

  8. Ultrajada

    Escondida tras la cortina, la chica quería ocultar algo. No sé qué; quizás algún suceso acontecido que mellaba su alma.
    La cortina parecía de agua, un diluvio.
    Necesitaría mucha agua para lavar esa herida. Comenzaría sacándose la ropa, y luego su cuerpo desnudo recibiría el fluido de la ducha. Su honor no sería reparado del todo, pero al menos tendría un alivio.

  9. Hablo contigo a través de la fina nada de la cortina. Me cuentas tus deseos. Tu voz es cálida y, como mandan los cánones de los amores imposibles, sensual, morena. Te pregunto y me respondes, te cuento y te ríes. Me cuentas y lloro, de la risa y de la emoción.
    Tus cuentos son mis cuentas.
    Me pides que descorra la cortina, que me esperas desde el mismo momento en que te sentaste, desesperada en el banco del olvido. Mi voz se quiebra. Tu voz presiona el aire que mueve las cortinas. Dónde estoy, preguntas. Cómo responderte que, si descorro la cortina, si me hago ver, si dejo que tu mano se entrelace con la mía perderemos el cuento la risa el llanto la emoción.
    Sé que sonríes con la tristeza del desamor, sé que me marcho y que no debo. La sutileza con que se abre la nada de la cortina, que me deja entrever tu falda. Esa sutileza es la que me obliga a marcharme. Miro de nuevo, y no estás.
    Dónde estarás la próxima vez, le prgunto al vacío.

  10. La entre vista

    A través del hueco que deja la cortina, siento que sus miradas se posan sobre mí.

    Ha sido un acierto disponer la sala de entrevistas de esta forma. Así, no sólo percibo que me miran, también puedo escuchar sus conversaciones con claridad.
    Ahora comentan lo bonitas que son mis piernas y que, si el resto acompaña, poco va a importar lo que diga mi currículum.

    Antes de entrar, voy a darles un poco más de cuerda. Que quieren ver más, pues, con un pequeño movimiento, mi falda subirá unos pocos centímetros y mi escote asomará un poco por la rendija. Quiero comprobar hasta dónde son capaces de llegar sus lenguas desatadas.

    No. No voy a descruzar y cruzar las piernas a lo Sharon Stone. Mejor que no se queden con una imagen tan frívola de su nueva directora general.

  11. La cortina
    Arduo resultó derrotar al gigante. La bestia esgrimía una peligrosa maza. Sólo la dureza de su armadura impidió que el caballero resultara malherido. Finalmente, una hábil finta le permitió acabar con el último oponente.
    Durante unos instantes, el caballero se detuvo para recobrar el aliento. Estaba exhausto. Si hubiera sospechado que liberar a la princesa le costaría tanto esfuerzo, tanta sangre, quizá no lo habría intentado. Pero todo eso era pasado: el caballero había triunfado. Una vez más.
    Subió las escaleras, todavía receloso: una nueva trampa le podía esperar al final del siguiente rellano. Por fin entrevió a la princesa detrás de una cortina. Lo había logrado.
    Iba a entrar, cuando le asaltó una última duda. ¿Merecía todo aquello la pena? ¿Tenía sentido el esfuerzo del largo camino, la matanza de guardianes? Una corriente de aire hizo que la cortina se moviera. El caballero entrevió a la princesa. Parecía hermosa. Fue entonces cuando decidió que no, que todo aquello no merecía la pena. Y el caballero, que había recorrido, incansable, campos agrestes y selvas casi inaccesibles, que había matado a cien guardianes y un gigante, el guerrero no quiso apartar la cortina.

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