Viernes creativo: escribe una historia

Día del trabajo, ¿nos vamos de fiesta? ¿Qué tal a esta?

¡Subamos la temperatura a nuestras historias!

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20 pensamientos en “Viernes creativo: escribe una historia

  1. QUIEN ME ABONA EL CUERPO!!!!

    Hace tiempo que tengo la cabeza llena de fantasías calenturientas, de naturaleza salvaje. Y siempre pienso como hacerlas realidad.
    Pues hoy me he levantado loca total. Me he puesto mi mejor traje y me he dicho, hoy me tiro a todo lo que se ponga por delante, o por detrás, no soy exigente.
    Pero que queréis que os diga, no me he comido ni un colín y he acabado aquí en el pasillo de las plantas de este super. Solo espero que algún tío buenorro me abone el cuerpo, que falta me hace.

  2. Experiencia inolvidable

    La vida me llevó a aquel colorido lugar a disfrutar, a dejarme llevar, a alcanzar el éxtasis de flor en flor.
    Todas aparecieron ante mis ojos majestuosas y predispuestas a que me hundiera en ellas. Mis compañeros no se atrevieron a entrar. El miedo es una muralla que no te permite ser feliz. Yo la derribé y no me arrepiento para nada. Aquel era un paraíso de posibilidades infinitas, cada una con un placer escondido. Y yo saboreé, me impregné de cada aroma, abrí las puertas al gozar sin prisas y al descubrir los límites de mis capacidades.
    Comprobé que allí, paralelamente a mi momento de gloria, había compañía disfrutando del suyo. Pensé ‘este es un lugar en el que tiene cabida todo tipo de goces’. Y no se andaban con rodeos. Recibí un manotazo que no fue fortuito. Y yo respondí con contundencia hundiéndome con fuerza en una embestida… y un gritito salió de su garganta. Ahí tienes esa.

    Una abeja alfa

  3. ARTES ESCÉNICAS

    La mujer que tiene un arbusto en la cabeza siempre había querido dedicarse al espectáculo. Un día se colocó el arbusto sobre los hombros, se desnudó y salió a la calle. Al principio, los viandantes le tiraban algunas monedas, por aquello de la novedad, pero resultaba un número demasiado limitado como para que perdurase en el tiempo. Por desgracia para ella, cuando se concienció de que así no tenía futuro, ya era demasiado tarde: el árbol había echado raíces y no había forma de desencajarlo de la cabeza. Con el tiempo, se ha acostumbrado a su nueva fisonomía. Ahora, se ha apuntado a clases de inglés e informática, a ver si aprueba unas oposiciones o algo así. Lo de vivir con un arbusto en la cabeza lo lleva bastante bien.. El único inconveniente es que tiene que comprarse jerséis de cuello muy ancho, para que le pasen por la cabeza .y cortarse el pelo con las tijeras de podar. Bueno, y lo de los perros, eso de que cada vez que se queda un rato quieta, se le acerque un perro y le orine los tobillos. Será porque la confunden con un árbol, digo yo.

  4. Edén

    Decidimos crear nuestro propio Edén. Íbamos a ser como Adán y Eva, los dos solos en medio de la naturaleza, con las verduras de Caín. No sería difícil abstraernos del mundo exterior, nos teníamos el uno al otro.
    Con el tiempo, surgió un poco de monotonía, y llegó el día en que quisimos sumar terceras personas. Nuestro Edén se convirtió en un espacio swinger, pero siguió teniendo una onda bíblica; incluía una morena como la del Cantar de los Cantares.

  5. Edén

    Cada vez que te acercas me brotan margaritas en el pelo, tú las arrancas y las deshojas mientras se llena el aire de gladiolos, pero huele tan fuerte que solo quiero irme. Mis pasos suenan como tambores de una tribu antigua y tú vienes corriendo detrás de mí y nos convertimos en enredaderas durante horas. Quiero besarte pero no encuentro tus pétalos rojos y los amarillos saben a mentiras. Se me llenan las manos de pensamientos que arrojo sobre tu pecho y en ese momento llegan todas las abejas y nos escondemos, despacio, casi sin movernos, un día más de esta eterna primavera.

  6. AURGI

    “A diez estadios de Tosiria se hallaba la ciudad de Aurgi, que Aníbal destruyó.”
    Estrabón, Geografía

    Al poco de acabar el invierno, cuando los picos perdían la nieve, celebraban en Aurgi el festival de la primavera. Las casas y las calles se cubrían de flores. Marchaban los púberes al prado y, durante días, bailaban, bebían, adoraban al dios de la juventud. La fiesta continuaba hasta que todos los celebrantes quedaban rendidos. Sólo entonces iban sus padres a buscarlos al prado para llevarlos de vuelta a sus casas. Gimoteaban y lanzaban reproches al dios de la juventud, cuyas dádivas son tan transitorias.

  7. DESAVENENCIAS

    Le digo que deje de excitarme de ese modo, que me tiene todo el día cardíaca, sudorosa y con los bajos mojados. Pero no me hace ningún caso. Es complicado vivir con un cerebro tan rebelde dentro de un cuerpo aún sin desflorar.

    *L*

  8. CLASE MAGISTRAL

    En un banco del parque, sentados bajo las ramas de un cedro, le preguntó cuál de todos aquellos árboles centenarios era su preferido. Todavía no había empezado Botánica y no conocía sus nombres. Sí sabía de la virtud, porque su madre la había instruido sobre ella. Así que al notar una mano larga y firme ascender por su muslo dijo “a tomar por culo”.

    LA SEÑORA FERRER

    La florista le dice a la señora Mercedes Ferrer que la tienda está cerrada, es martes y, además, están rodando un corto que no es muy de su estilo, asegura. La señora Ferrer murmura que ella no entiende de estilos y la florista, que de nuevo intenta frenar su avance, le confiesa con cierto reparo que “se trata un corto pornográfico”. La señora Ferrer da un paso más y descubre a dos mujeres con cabeza de árbol desvestidas de cuero y a un pobre fauno cubierto de pétalos intentando controlar el tallo de su flor.
    —Y ese chico —pregunta— ¿también va desnudarse?

  9. Éxtasis y audiencia (o Delicias y miserias)

    Me despierto y todo el Jardín de las delicias es para mí. También para Eva, claro, porque somos seres inseparables, ella nacida de mi costilla, según el Altísimo. Quiero despertarla pero me encanta cuando queda callada, con su desnudez excepcional, porque parece como ausente. Recogeré los frutos más sabrosos para comerlos junto con ella, a lo que llamamos desayuno. Debería encontrar una bestia para ordeñar, pero las cabras son inexistentes en el Edén, o al menos yo no las he sabido encontrar. Hago un apunte mental para pedírSelas, a Yahvé. Así quizás mejoraremos estas comidas demasiado frugales…

    Quedo boquiabierto un rato más, me fijo en las curvas sinuosas e insinuantes de Eva. A la luz del día, a pesar de que el fuego siga encendido, es más bella todavía. Me excita fijarme en cada centímetro de su cuerpo, engendrado por una parte tan ínfima y casi inútil del mío. Los ojos quedan hipnotizados en la rugosidad más oscura de los pezones que, al aire, se han endurecido y son más deseables que de costumbre. Me atrevería a lamérselos, pero tiene tan mal despertar que eso me frena. Con la visión del vello púbico, que recorta tan asiduamente como puede porque le provoca asco cualquier pelo, la excitación es palpable en mí.

    No me doy cuenta cuando Eva abre los ojos porque me estoy masturbando debido a estos calores tan matinales. El placer que siento me ha hecho poner los ojos en blanco y perder el mundo de vista por unos segundos. Pero el guantazo de las palabras de la Eva de mis ensoñaciones, que es una Suhaila terrenal y cabreada, restaña el éxtasis y la erección y me devuelve a las miserias de la isla:

    — Nacho! ¿Crees que estas son maneras de recibir a la audiencia de Supervivientes?

    d.

  10. Diáspora

    Un bullicio festivo, le acerca a la ventana. En la calle, un grupo de bailarines al compás de tambores y timbales marca el paso del gentío que les sigue. Por primera vez en su vida, sus pies y sus brazos, siempre torpes, empiezan a moverse con ritmo y le obligan a calzarse para unirse al jolgorio.

    Una joven rubia y una morena de cintura cimbreante le hacen hueco en la marcha y le dan la bienvenida con dos besos, uno por mejilla. «Si esto no es el Paraíso, que venga Dios y lo vea», exclama radiante. Y saltan, gritan, bailan como locos. Hay alcohol, cigarros de la risa y flores psicotrópicas. En cada esquina, se les unen centenares de personas, sin discriminación de sexo, raza, edad o estado mental. Todos caben en la marea humana. De tanto en tanto, Floristería Valkiria —que patrocina la jarana— lanza su cuña de descuentos en claveles, crisantemos y margaritas, arrancando aplausos y vítores por Valkiria, la floristería amiga, mientras llueven pétalos de rosa. Y así, recorren la ciudad, sin dejarse ningún rincón por explorar, ninguna de sus arterias por atravesar, ningún ciudadano al que reclutar, hasta llegar a un parque inmenso y primaveral —que ayer no existía, como bien señalan muchos jubilados—, donde cortan el paso dos puertas enormes. En una de ellas, un cartel reza: “Sin ropa”. En la otra, “Decencia”.

    La misma voz del anuncio de Floristería Valkiria solicita silencio a la concurrencia e indica, una y otra vez, que deben elegir puerta. Entre murmullos sorprendidos, se organizan filas. Los pudorosos y los nudistas no se lo piensan mientras la gran mayoría duda y se escuchan: «¿Tú vas?; Ni muerta enseño mis tetas; Hagamos una locura por una vez; ¡Qué vergüenza!; Lo que tú digas…»Y frases por el estilo, que van decantando la balanza y nutriendo las colas. En menos de una hora, la muchedumbre está dividida en dos hileras —una más kilométrica que la otra— y las puertas se abren para recibirlas.

    ¿Y nuestro protagonista que opción habrá elegido? ¿La derecha, la izquierda? Habéis acertado: se ha dejado llevar por la excitación y enseñará sus cachas fofas en la entrada de la izquierda. Allí, los reciben desnudos, con una sonrisa y les cuelgan un collar de flores al cuello. Suena la música al gusto de cada cual y con dedicatorias. No falta comida, bebida, estanterías de libros, rincones oscuros. ¡El libre albedrio! Sin que ninguno de ellos pueda sospechar los réquiems y lamentos que se escapan de la puerta de la derecha.

  11. «VEGETARIANAME»

    Tengo que dejar este trabajo, va a acabar conmigo. La humedad del invernadero se apodera de mi cuerpo. Me cuesta respirar, no puedo pensar y el calor me inspira primitivos deseos vegetarianos. El roce de las punzantes rosas sobre mis pezones, el sabor tibio de las orquídeas vaciándose sobre mi boca. Todo alrededor son manos desnudas que me tocan y gotitas invisibles que escurren sobre mi piel. El pasillo de los nardos me provoca orgasmos duros y espontáneos que se suceden a cada paso. Apenas puedo andar sin sentir una sacudida.
    Un cliente me pide margaritas. Lo imagino penetrándome sobre los sacos de abono, rodeada de ramos blancos que escurren su polen amarillo sobre mí, dejando una deliciosa sensación a talco. Los rígidos tallos de las enredaderas se acercan con disimulo subiendo por mi entrepierna. Hago como que no las veo, y las dejo subir hasta el borde interno de mis ingles. El riego a aspersión se dispara e inflama aún más mis ganas de derramarme. Sacudida tras sacudida llego hasta la caja registradora y cobro al señor de las margaritas, 15 €. Sudo, tiemblo, estoy agotada. Cojo el dinero de su mano con una sonrisa imbécil que creo que me delata. Me mira raro.
    Tengo que dejar este trabajo, temo la reacción de los cactus cuando me acerque a ellos.

    MA

  12. Paraíso

    No supe cómo llegamos, lo que recuerdo de niña es que ya estábamos ahí, siempre jugando a tocarnos todo junto con las plantas. Nos alimentábamos de los frutos que los árboles daban o las hierbas que de la tierra emanaban como fuentes. Los más viejos platicaban que hace mucho tiempo atrás todo era desértico y que poco a poco nosotros hicimos este paraíso. Cuándo preguntaba cómo fue, sólo callaban y me mandaban a jugar.
    Un día conocí aún ser diferente de mirada penetrante, era hermoso. De pronto mis senos endurecieron, todo en mi temblaba, sudaba entre mis piernas y sentía una necesidad inexplicable por él.
    Él parecía sentir lo mismo, sus ojos tenían una mirada extraña pero atrapante, su boca parecía querer devorarme y en el centro de su cuerpo despertaba un ser inimaginable. Rápido corrimos el uno hacia el otro y realizamos un ritual que nos quemaba las entrañas. Nos tocamos de una manera diferente a lo de siempre, era algo inexplicable. De pronto aparecieron en nuestro juego pieles que nos cubrían y descubrían, objetos que nos provocaban más y más placer. Todo era incontrolable hasta que los cuerpos no pudieron más y de cansancio paramos. Nos miramos con ganas de continuar cuando, de pronto, él empezó a quejarse y torcerse febrilmente. Me preguntaba qué cosa mala hicimos mientras a él le salían hojas por todo el cuerpo. Poco a poco se volvió una enredadera. Entonces comprendí el origen de nuestro paraíso, mientras me convertía en un árbol más.

  13. – Anda, y dame tu flor antes de que se marchite y se pudra y no valga para nada.
    – ¿Que te dije? Pasa de mí, capullo.

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