Viernes creativo: escribe una historia

Seguro que hoy esperabais que presentáramos una imagen terrorífica, pero os proponemos construir vuestras historias a partir de una foto casi bucólica de Rodney Smith.

¿O seréis capaces de sacar una historia tenebrosa de ella?.

©Rodney Smith

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39 pensamientos en “Viernes creativo: escribe una historia

  1. Menú

    Hay mañanas en que a mamá le asoman goterones en los ojos y desempolva la maleta grande del altillo. Abre el armario y empieza a sacar los vestidos de primavera. Dice que se irá después de comer y que no volverá.
    Esos días papá y yo salimos a cazar las mariposas que se le escaparon y preparamos nosotros la comida.

  2. Persiguió sus sueños con la confianza del que cree que la senda por la que transita va a ser eterna. Una suave brisa confrontada al calor de la tarde lo distrajo momentáneamente de su objetivo; en aquel instante pudo ver desconcertado, allá en el horizonte, el final del camino. Al día siguiente, tras una vida entera de lucha y constancia, por fin tuvo sus anhelos al alcance de la mano. Tan sólo tenía que estirar levemente el brazo; algo simple, fácil, espontáneo. Pero había perdido la inocencia, ahora era sabio. El miedo lo paralizó y sus sueños escaparon para nunca más poder ser cazados, pues el camino era corto, el tiempo escaso y el temor inmenso.

  3. Alevillas

    Todos los domingos cazaban mariposas sin cesar. Pero esa mañana triste, las presas eran ellos. El verdugo ridiculizo sus ropajes blancos y sus absurdos gorros de aventureros. Primero le quitó la vida al niño. El padre se descompuso en finas lágrimas. El asesino fue preciso. Una obra de arte quiso formar. Padre e hijo fueron mariposas, al menos durante unos instantes, antes de arder.

  4. Big bang

    Los noticiarios habían hecho cundir el pánico, los mismos periodistas aparecían con las caras contraídas por el miedo. Era verdad, un gran asteroide iba a chocar contra la tierra, se desconocía dónde y cuánto destrozo iba a causar, pero era inminente, cuestión de horas. Informaban de que aunque no se esperaba el gran cataclismo,al menos, la mitad de nuestro planeta desaparacería devastado por la explosión y las llamas.
    Nosotros huímos a gran velocidad de la zona, dirigiéndonos a las montañas en el todoterreno. Alguien había dicho que era más seguro que estar al borde del mar.
    Paul y Brenda, nuestros vecinos de la casa de al lado corrieron a salvar a todo ser vivo, animal o insecto que pudieran, para trasladarlos a su refugio nuclear. Eran tan comprometidos y buenas personas… Los vimos como corrían mientras nosotros nos aléjabamos en dirección contraria. Por desgracia no tuvieron suerte, fueron tragados por una especie de tsunami provocado antes de la explosión. Sí se salvaron algunos bichos que habían conseguido meter en el refugio, como también su bebé de ocho meses al que habían olvidado durmiendo en una habitación de la casa.

      • Por cierto que leyendo al resto de los compas, la foto sugiere un padre y un hijo, sin embargo para mí de entrada me sugería un hombre y una mujer…
        Eso es lo que tienen las obras de arte como esta fotografía, que sugieren cosas distintas según el receptor.

      • Parece un padre y un hijo por la diferencia de altura y la ropa pero una mujer de pequeño tamaño sirve también. Por cierto, esta peli la tengo a medio ver pero tengo que remediarlo (o medio remediarlo). Besos, guapa

  5. Percepción

    A lo largo de mis años de estudio, he conseguido demostrar que cada sujeto percibe la realidad según determinados niveles cerebrales y sensoriales. A través de los cinco sentidos logramos distintos estímulos. En este punto no voy a entrar en mayores consideraciones.
    Habiendo avanzado que me dedico en cuerpo y alma a la ciencia, comprenderán que mi imaginación no suele desbordarse ante ciertos asuntos.
    Sin embargo, he de reconocer, aunque no desee probarlo científicamente, que cuando acompaño a mi hijo menor a cazar mariposas por los prados que rodean la casa, siento, percibo y disfruto de una extraña sensación de ingravidez. Unos instantes que pueden compararse, en mi caso particular, con cualquier pequeño avance científico en mi laboratorio.
    Me dejo llevar porque sé que son las endorfinas las que están segregando su sustancia para que la realidad que veo (dos personas, una más mayor que la otra con un cazamariposas corriendo tontamente por un prado) es absolutamente absurda.

    Y, como les decía, aunque sea poco científico, y jamás lo reconoceré por escrito, no hay nada comparable en este mundo a la sonrisa de mi hijo.

  6. Ante la imposibilidad que tiene el hombre por si mismo, sin ropajes ni artefactos, de vestir colorido y de volar ¡Por pura envidia!, agrede la levedad álgida y natural de las mariposas. Demostrando lo tanto de indigno que hay en las decisiones por las que optamos muchas de las veces, mientras tocamos el suelo.

  7. Cazábamos las mariposas que salían del estómago de mamá como un proceso más de la metamorfosis, como parte del ciclo vital que papá concluía extendiendo bien sus alas, clavando una chincheta en la cabeza. Quizá para no ver nunca más sus caras, quizá para no ver la de mamá mirándole a los ojos.

  8. Quehacer concluido
    Aquellas mariposas que un día se batieron en nuestros jóvenes estómagos, hoy sobrevuelan por encima nuestras cabezas. Por eso cada día, aún nublado seguimos persiguiéndolas. El paisaje ya no es el mismo. No importa, lo que nos interesa es que el recuerdo no se diluya. Al vuelo, las cazamos y bajo el sombrero, las guardamos. Llegándonos a sentir equilibristas en nuestro circo particular. Cuando volvemos a la casa de fuertes paredes marmórea, por el ventanuco con vidriera de colores opacos, las dejamos escapar. Después seguiremos descansando. Otros, deberán continuar esta tarea.

  9. Antes del otoño

    Aquel verano no hubo golondrinas. Ni oscuras ni de las otras. Tampoco cometas, castillos de arena y helados de chocolate. Dimos largos paseos, si se le puede llamar así. Búsquedas desesperadas de un hombre con sombrero, que no recordaba dónde estaba y empezaba a olvidar quién era. Alguien con mis mismos apellidos, mirada perdida y sonrisa bondadosa. Aparte de eso, recuerdo que leí un libro, solo uno, y que dejé dentro los restos de la última mariposa que cogimos juntos, en los últimos días de primavera, cuando el estío todavía era posible.

  10. VUELO IMPERFECTO
    La tarde se agosta entre
    flores sombrías y alas de mariposa,
    entre primaveras ausentes
    y silencios suspendidos en el aire

    Se pierden lágrimas,
    y se empapan gotas heladas de rocío
    en sus manos,
    queriendo atrapar la vida
    que se les escapa en ese tiempo
    que solo dura un segundo
    que solo vive instante.

    A lo lejos, hélices de viento
    sueñan la imperfección de ser perfectos
    en un vuelo coetáneo, gris y distante.
    Un hilo de luz rompe en sus pensamientos
    y en sus ideas sin palabras.

  11. Verdadólogos

    Salían de casa pertrechados con los útiles necesarios para cazar. Aunque, últimamente, eran tan escurridizas que habían tenido que poner unas redecillas mucho más tupidas para que no se les escapasen. Cuando conseguían cazar una al vuelo, la encerraban en un tarro de cristal con la tapa agujereada para que no se ahogase. Ya en el laboratorio, la sacaban con pinzas del recipiente, estiraban sus cortas patitas y las sujetaban con alfileres. Algunas eran tan gordas que merecían una vitrina para exponerlas en soledad y para que pudieran ser contempladas en toda su extensión.

  12. Vertiente entomóloga (o Malicia)

    Añora tanto el amor que se disfraza de Vladimir Nabokov y, con su hijo, coge el sendero hacia el cañaveral del pantano. Allí se acumulan los insectos y, sobre todo, las mariposas. No es capaz de emularle de otra forma porque no tiene pericia alguna para contar historias, y ninguna niña como la nínfula Lolita no se dejará ver ni seducir. Hoy tampoco. Y se resigna practicando la vertiente entomóloga para tener algo en común con el genio ruso. Con la ropa de lino y el salacot bien calado, correrán como niños a través de la pasarela y competirán para atrapar a los lepidópteros más bellos, de colores más refulgentes y contrastados. Y si el pequeño tiene más agilidad y destreza, él lo contrarrestará empujándolo con malicia contra la blandura de la vegetación y de las cañas.

    Reza para que, de volver a caer en ella esta vez, se pueda controlar al ayudarle a levantarse y no se le apodere el espíritu del Humbert Humbert. Aunque su hijo lo tomó como juego inofensivo.

    d.

  13. Cazadores

    El tiempo se había detenido: el planeta había frenado su trayectoria y padre e hijo habían quedado suspendidos el aire, inmóviles. Únicamente los lepidópteros parecían inmunes al fenómeno y continuaban revoloteando sin miedo, jugando cerca de las redes, pavoneándose ante sus narices.
    Tras ellos, el fotógrafo, paralizado, observaba el encuadre y maldecía no poder mover ni un dedo.

  14. COLECCIONISTA DE MARIPOSAS

    Desde mi más tierna infancia siempre me gustaron las mariposas, con sus bellos y llamativos colores.
    Mis veranos siempre estuvieron marcados por mis carreras tras ellas con el cazamariposas y el equipamiento completo para la ocasión.
    La vida me ha cambiado a lo largo de los años, pero nunca he olvidado mi cita cada verano con mi afición favorita.
    Mientras corro por la pasarela persiguiéndolas vuelvo a ser aquel pequeño «coleccionista de mariposas».

  15. EFECTOS COLATERALES

    Cuando un señor se viste de traje blanco, se calza unos zapatos negros y un sombrero de Coronel Tapioca y se va al campo a correr detrás de las mariposas con un palo con red (¡joder, qué frase más larga!), cuando sucede eso, decía, es que ese señor tiene un problema. Cuando ese mismo señor viste a su hijo a su imagen y semejanza y le da otro palo con una red para correr detrás de las mariposas, entonces el problema lo tiene el hijo. ¿Y la mujer? La mujer no aparece en la fotografía, pero es de suponer que el señor tiene una esposa, que es la madre del hijo, a la que llamaremos Dorothy, un suponer. Bien, pués Dorothy se va a pasar toda la mañana cocinando para que cuando regresen el padre y el niño, la comida esté servida en la mesa, vaya plan. Por no hablar de la principal damnificada que tampoco aparece en la fotografía: la mariposa. Aunque ella aún no lo sabe, hay una mariposa no lejos de esa imagen que terminará la jornada atravesada por alfileres en un trozo de corcho: cosas que pasan cuando vistes a tu hijo como un bailador de claqué.

  16. Perseguir un sueño como el que caza mariposas. Así se lo había enseñado a su hija desde muy niña y así emprendieron aquel sendero. Juntos, adentrándose en el sueño eterno, mientras, los bomberos, trataban azarosa e inútilmente de desenmarañar la madeja metálica en que se se fue convirtiendo su coche al precipitarse por aquel barranco.
    Era tarde para ellos, el sueño volaba tan rápido y tan alto que se convirtió en infinito.

  17. Alimento

    —Esta foto es de cuando cazábamos mariposas, rodeados por la siembra. Quizás, las mariposas negras ya nos estaban anunciando algo —dijo Pedro.
    Luis notó que a su amigo se le nublaba la vista e intentaba reprimir un recuerdo. Asintió con la cabeza, incitándolo a continuar.
    —Fue antes de que llegaran los cuervos —hizo una pausa—. Se comían todo, no dábamos abasto con las escopetas.
    —En muchas partes hay cuervos… —intervino Luis.
    Pedro lo interrumpió.
    —Pero esos cuervos… Hay que haberlo vivido para saber. Aparecían al atardecer, con la luna. Entonces nos encerrábamos en la casa y disparábamos desde las ventanas.
    —Entiendo. No podían evitar que se comieran la cosecha.
    —No era la cosecha lo único que querían comerse.

  18. Padre e hijo

    Desde que nació y lo sostuve entre mis brazos, ensangrentado aún de la placenta de su madre, Martín siempre ha sido un misterio para mí, un pequeño desconocido. A pesar de mis intentos, jamás hemos conectado. Cualquier acercamiento típico entre padre e hijo, en nuestro caso sólo ha servido para alejarnos. Que prefiera las zanahorias a los dulces de chocolate, los poemas de Lorca a una tarde en el parque de atracciones o una biblioteca a un día de playa; me desconcierta, a la par que me causa un hondo pesar. «¿Por qué? ¿Dónde radica mi fracaso?», me pregunto cada vez que no logro alcanzar esa complicidad anhelada, y mi esposa, atenta a nuestra relación, siempre me dice que la culpa no es mía, que tenga paciencia, que las piezas acabaran encajando. Pero no encajan y ya me gustaría que nuestra relación fuese tan natural como la que mantiene con el primo de mi mujer, el que ha regresado al pueblo hace unos meses, como se puede apreciar en esta fotografía.

  19. MARIPOSAS

    El último fin de semana que estuve con papá cazamos siete y las metimos en un tarro de cristal con la tapa llena de agujeros. Aún sigue el tarro boca abajo sobre su estómago y revolotean dos, pero con ella no ha funcionado. Tendré que telefonear a papá para decirle que la he liado un poco, que me he hecho pis en los pantalones y que no sé cómo limpiármelos, ni cómo limpiarlo todo. Le diré que es casi seguro que mamá ya no vuelva a sentirlas ahí por él, pero que no se preocupe, que cazaremos más, buscaremos juntos a otra señora que le guste mucho y probaré a metérselas a ella también, por si al final funciona, le da la mano y muchos besos, se queda para siempre con él y así deja de estar triste. Y que venga a buscarme pronto, le diré. Que mamá estaba dormida cuando lo hice. Que apenas le dolió. Que sólo me dijo «pero, ¿qué has hecho, mi niño?» y después cerró los ojos poco a poco. Que han salido ya dos soles y sigue sin despertarse. Y que me he comido todas las galletas de la despensa, pero que tengo más hambre.

    *L*

  20. Caza Mayor

    Cuando abatimos al cartero, nos prohibieron salir de cacería. Antes, para que su muerte no hubiera resultado inútil, enterramos su cuerpo al lado de una encina. Desmontamos la bicicleta con la que hacía el reparto y la arrojamos al lago, pieza a pieza, con la fuerza de dos cíclopes. Nos enternecimos con la lectura de algunas de las cartas que no pudo entregar y descubrimos, en otras, secretos que hubieran hecho sonrojar a sus destinatarios de haber sabido que habían sido vulnerados. Todas sin remedio fueron pasto de las llamas que anidaban en nuestra chimenea, aunque algunas, todavía hoy, permanecen en nuestra memoria. Todas menos una, pero eso entonces yo no lo sabía. Ante la desaparición del funcionario, la policía hizo pocas preguntas y, terminadas las pesquisas, concluyeron que lo más probable es que hubiera huido con una mulata de ultramar con la que mantenía una correspondencia clandestina. A salvo se sospechas, mamá ordenó que todos los rifles y demás armas de fuego de nuestra casa, permanecieran bajo llave y nos comunicó que ella personalmente se haría cargo de su custodia. Desde entonces papá permanecía triste y abatido. Si le proponía algún juego siempre decía que no, y solo le apetecía jugar al ajedrez. Pasaba mucho rato ensimismado entre cada movimiento, hasta el punto de que si me iba a la cocina o a tirar piedras al lago o a revolver los cajones de las habitaciones, al regresar todavía no había movido ninguna ficha. Fruto de una de estas incursiones encontré una misteriosa carta que papá escondía en el fondo de uno de los cajones de la mesa de su despacho. Dirigida a mi madre, la firmaba alguien con un nombre que me resultaba desconocido. Decía cosas muy bonitas y le llamaba «amor mío». Hablaba de cuanto la echaba de menos y de las ganas que tenía de volver a verla. Escuché la puerta. Era papá. Escondí la carta con torpeza, me creí sorprendido. Sin embargo un brillo casi olvidado iluminaba sus ojos. Me agarró de la mano y corrimos. Decía entusiasmado que volveríamos a cazar. Recuperamos los trajes blancos de montería y los salacots que habíamos guardado en el armario del recibidor y rescatamos dos cazamariposas que había descubierto en un baúl olvidado del desván. Me contó que a partir de ahora solo cazaríamos mariposas, que las conservaríamos escondidas en el invernadero y que cuando tuviéramos suficientes aprovecharíamos que mamá estuviera dormida para devolverlas a su estómago, para restituir aquel enjambre que, cuando empezaron a enamorarse, confesaba que sentía aletear en su interior. Eso o forzar la cerradura de la armería.

  21. DELITOS CONYUGALES

    Vlad y Vera solían cazar juntos mariposas. Era una afición que los unía, como a otras parejas une hacer una paella o jugar al golf o rezar juntos en la iglesia. Los fines de semana, solían preparar unos sándwiches de ensaladilla con pepino y se iban al campo, con sus redes cazamariposas y sus bártulos, en su Citroen dos caballos amarillo. Eran felices con sus pantalones anchos y ligeros, sus camisas frescas y sus gorros de explorador. Removían el aire con sus aros, como actores de una performance o bailarines de una comedia musical, así era el donaire de sus gestos y la sincronicidad de sus aspavientos. A veces incluso cazaban de verdad un lepidóptero. Invariablemente lo volvían a soltar, después de observarlo un rato con cuidado de no arruinar el bello mosaico multicolor de sus enormes alas membranosas. Otras veces, se limitaban a pasear por el campo y acababan cenando en cualquier coqueto restaurante que hubiera por la zona. Fue en uno de ellos donde conocieron a Lolita, la hija de la patrona, una turbadora niña angelical. Ambos se miraron con la mirada cómplice de los depredadores. Vlad no dudó en sacar de su bolsillo un grueso bloc de notas. Vera actuaría después como colaboradora necesaria, con una Olympia de carro largo bien engrasada.

  22. APRENDIZ
    La mujer tirada en el sofá hace gestos de desaprobación, mientras escucha al hombre decirle al muchacho que cuando se es novato es difícil escoger el primer espécimen, se hace por instinto, pero la práctica lo volvería más selectivo y aprendería a elegir los mejores. Era inquietante escuchar cómo le explicaba el uso de la tabla de estiramiento, en la que debía poner el cuerpo y evitar que el abdomen se desplazara fijándolo con unos horribles alfileres, cuidando de no dañar la pleura. Estaban en el sótano de la casa y desde su posición podía ver, en una mesa muy ordenada, la cal, una sábana; algo parecido a una trampa, cerca de una luz de neón y varios frascos, identificados con su contenido: cianuro de potasio, acetato etílico, clorocresol y otros de difícil pronunciación. Él le explicaba para qué servían y cómo debía usarse cada uno. Cuando hubo terminado le preguntó si estaba seguro que quería hacerlo; ya que, una vez se decidiera, no había forma de revertir cualquier daño, no era sólo un asunto de satisfacción personal. Ella tenía la esperanza de que el chico se arrepintiera y dijera que no pero cuando éste la miró, el brillo de sus ojos doblegó su resistencia: permitiría que fuera con su padre a cazar mariposas, para empezar su colección.

  23. Cazando mariposas

    Terrible entre los más terribles, un animal feroz. Implacable con mis presas. Capaz de eliminar a cualquiera, bien sea una amenaza, un objetivo o, simplemente, por placer. Metódica, meticulosa y efectiva en extremo. Hacer de la muerte un arte, sin el menor atisbo de empatía o piedad. Impasible, la peor de las asesinas.
    Pero dice mi papa que si quiero conseguirlo tengo que empezar desde abajo.

  24. El vuelo de la mariposa

    Siempre recordaré los domingos de mi infancia. Mi madre nos echaba a mi padre y a mí de la casa para hacer los quehaceres hogareños sin tenernos por allí incordiando. Mi padre se inventaba mil y un juegos, pero es que más me gustaba era el de cazador de mariposas.

    Nos vestíamos de exploradores y con nuestra pequeña red saltabamos llenos de júbilo intentando cazar aquellos diminutos y elegantes seres que huían atemorizados por su inminente captura.

    Nunca cazamos ninguna. Ahora sé con seguridad que mi padre las dejó escapar. Capturar al bello animal no era el objetivo de nuestra expedición. Hace un mes mi padre nos dejó víctima de una enfermedad terminal. En su lecho de muerte me dijo:

    Jason, no les hagas daño a las mariposas. Juega con ellas, disfruta de su vuelo y belleza pero protégelas. Son un regalo que nos brinda la naturaleza. Yo volaré con ellas.

    Cada domingo por la mañana salgo con mis hijos y con mi mujer a correr junto con las mariposas. Al hacerlo siento como mi padre corre con nosotros. Ojalá hubiera cazado mariposas con él más días a lo largo de mi vida…

  25. TRES EN UNO
    Mi tío es como si fuera mi padre por las mañanas: me prepara el desayuno, me lleva a la playa y a cazar mariposas. Es genial. Por las tardes es como mi maestro: me obliga a leer poesías y me explica lo lejos que está Groenlandia y cómo son las selvas amazónicas. Da un poco de respeto. Por las noches es como mamá: viene a arroparme, me da besos y caricias. Pero diferentes. Me tiembla todo el cuerpo cuando le escucho acercarse a mi cuarto.

  26. 1
    Halloween

    No a todo el mundo le sientan bien las mariposas. Ellos, mi hermano y su padre, las cazan y a las más espectaculares les clavan una fina aguja en el abdomen, pero no oyen su desesperación durante la larga noche de agonía. Mi habitación está junto al estudio. “Estudio?” les increpo yo “cámara de los horrores” y se ríen. “¡Qué delicada!”. El día de autos, señora fiscal, durmieron ambos en la habitación de Roberto y cuando mamá fue a despertarles les halló crucificados en la pared. ¡Qué horror! En la frente tenían la marca de La Gran Polilla. Roberto estaba suspendido por el pijama, su padre no.

  27. La caza de mariposas.

    Vamos a cazar mariposas, le dije a mi abuelo.Ya estaba harto de ver al viejo quejándose de todos sus achaques encerrado en su habitación. Refunfuñando aceptó y fuimos por ellas. Nos pusimos nuestro traje blanco y nos dirigimos a nuestro sitio secreto. Ya tenía tiempo que no hacíamos el juego de cazar a estos insectos.
    Vamos a una zona de la gran hacienda que un día será mía, pues según mi abuelo yo soy su heredero universal. En esta parte de la hacienda crecieron fuertes cedros. Y entre ellos corre un riachuelo en cuya ladera lodosa hay unas piedras blancas perfectamente lisas y resbalosas.
    Vaya, todo se presenta como un momento idóneo para calmar su dolor, volverme rico y hacer que parezca un accidente

  28. Las mariposas gigantes
    Entre nosotras, las mariposas enanas, circulan historias de las mariposas gigantes que viven en algún lugar de Sumatra o Borneo o, quizá, Madagascar. Vuelan felices, imaginamos, tranquilas, sin que ninguna otra criatura se atreva a molestarlas. También queremos pensar que ellas se vengan por todas las mariposas enanas que, para entretenimiento de los humanos, somos sacrificadas cada año, en un holocausto que pasa desapercibido. Ellas, las mariposas gigantes, cazan a los humanos y los exponen en vitrinas enormes, clavados con alfileres. Nos consuela imaginar que existen las mariposas gigantes.

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