Viernes creativo: escribe una historia

Un imagen muy «sorolla» de Joshua Flint que nos invita a construir mundos que no existen. Igual que hacemos cada semana como las palabras. Esperamos que las historias no se os escapen entre los dedos.

Joshua Flint

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15 pensamientos en “Viernes creativo: escribe una historia

  1. Una playa más y enorme dentro de la inmensidad del universo. Los niños (nosotros), jugamos a construir y destruir, impregnados de arrugas por decimales de arena, mientras acogemos un seguido de fe estipulada en muchos yo de dioses.
    El cosmos y nosotros ¡todo agua reclamando invención!, salpicando de consistencia e imágenes etéreas la energía danzarina que vocea desde la nada.
    Nosotros: Árboles o edificios vistiendo un bosque o una ciudad. Nosotros: Granos de sal.

  2. Pasaba el verano contigo. Aunque Eulalia y Mark estaban con nosotros, yo pasaba el verano contigo. No querías castillos ni princesas. Te propuse rascacielos. Tenía una alternativa para ti cada vez que me decías no.

    Por el pesar de los cinco mil kilómetros que nos separan, un 11 de Septiembre me acordé de ti. Te llamé por teléfono, aturdido. No te lo dije; sólo quería saber si seguías viva.

    Estallaste en cólera.
    -Han pasado treinta años. Todo aquello era mentira y tú sigues viviendo en mundos de arena que se desmoronan.
    -¿Pero por qué destruías las dos torres, cada día, una y otra vez? -te insistí en la pregunta.
    -Si no lo hacía yo, lo hacía el mar.

  3. EL PRINCIPIO DEL FIN

    Cuando llegó el momento de decidir el camino a seguir, las nuevas generaciones lo tuvieron claro y eligieron a la Madre Tierra; eliminaron todo aquello que el Hombre había puesto en pie.
    Volvieron a empezar.

  4. La teoría del ser

    Siempre pensé que eramos una pequeña mota en el Universo. Una insignificante partícula en el medio del Cosmos. Aun así siempre hemos presumido de ser una civilización avanzada. Años de inversión en investigación y desarrollo. Darwin y sus teorías del inicio del ser humano. La fe, las creencia de la existencia en un ser superior, que nos premia y nos castiga. Que nos creó a su imagen y semejanza. Miles y miles de personas con miles y miles de teorías, cada cual más descabellada…

    Como les explico yo ahora, que tras años de investigación he podido constatar que somos un simple juguete de unos niños de tamaño descomunal. Gigantes que habitan en otra dimensión y que han hecho de nosotros un hormiguero…

    Nosotros, que somos incapaces de verlos porque no somos capaces de ver más allá de nuestras narices. Somos una civilización tan soberbia que no hemos contemplado la posibilidad de existencia de una especie superior a nosotros. Somos la civilización de: “Sígueme y te sigo”, “Cree en lo que te digo aunque no tenga forma de demostrar lo que te digo”, “Cree porque te lo digo yo”

    ¡Nah! Mejor que se sigan creyendo el ombligo del Universo, que diferencia hay. Seguirán viviendo engañados, pero felices. Umm…no, eso tampoco.

  5. PEQUEÑOS DIOSES

    Recuerdos de infancia, de veranos de juegos en la playa, en los que nuestra inagotable imaginación, ayudada por un cubo y una paleta de plástico, arena y agua de mar, llenaba nuestros días.

    Teníamos el poder de crear libremente, sin límites, un mundo a nuestros pies.

    Disfrutábamos al construir ciudades enteras, con sus calles, casas, rascacielos y monumentos. Nos sentíamos grandes, poderosos.

    El verdadero placer venía después, a la hora de marcharnos a casa, aplastándolo todo, sin compasión, antes que subiese la marea.

    Éramos pequeños dioses.

  6. Olas

    Estábamos en la playa y nos parecía que los tres meses de vacaciones durarían para siempre. De pronto, una ola gravitacional nos dio un revolcón y cuando nos quisimos dar cuenta David era arquitecto, Aurora jardinera, Ignacio amasaba fortunas en los edificios de primera línea de playa igual que antes hacia con la arena de la orilla y yo, bueno, como decía mi madre, me he dedicado a observar el ir y devenir del agua, el de la vida, y espero para meterme a que se tranquilice. Quizás mañana, hoy se hace tarde.

  7. Civilizaciones
    Elegimos un lugar cerca del agua. Construimos muros, edificamos una ciudad, redactamos leyes. Hubo revueltas, las sofocamos; hubo guerras, las ganamos. Nos hicimos grandes, como nunca nadie antes. Pero, al final, vino una ola y borró nuestras huellas de la arena.

    Luego vinieron otros. Eligieron un lugar cerca del agua.

  8. Náufrago

    Desde que arribó a la isla del tesoro, sus ojos cuarteados por el tiempo han recobrado la luz. En el horizonte nunca faltan cruceros repletos de turistas que le gritan «adiós, señor Belanfonte». En el cielo azul las gaviotas le dedican alegres figuras y a menudo le graznan noticias del otro lado del Atlántico. Mientras, niños gigantes le construyen en la arena ciudades iluminadas. Él devuelve las atenciones narrando historias de marineros que nunca vivió y, sería completamente feliz, si no fuese por las veces que quiere alzarse de su silla y las correas que le aprisionan se lo impiden.

  9. De niños..

    De niños creamos mundos nuevos, los cuidamos y los vimos crecer a la par que lo hacíamos nosotros.
    De mayores…destruimos esos mismos mundos.
    Me pregunto, si nunca debimos haber crecido.

  10. PROFESIONES DE RIESGO

    El ser humano es insaciable. Como se aprecia en la ilustración, tras el tsunami que acaba de producirse en esa ciudad imaginada o imaginaria, vemos a cuatro niños medio agachados, hurgando, manipulando entre los restos de edificios a ver si encuentran un fajo de billetes, unas joyas o un iPhone de séptima generación. Lamentable. Pero para lamentable lo del tipo del fondo, ese que aparece en el horizonte. Aparentemente está tomando notas, o haciendo el boceto para un cuadro, pero nada más lejos de la realidad. Se trata de José Pérez Quintanilla, notario de profesión (Colegiado 1220 del Real Colegio de Notarios de Soria), que está dando fe de los hechos, para que conste. Al señor Quintanilla no es que le importe el tsunami, ni que esos cuatro niños estén allí en horario escolar. A Quintanilla lo que le importa es dar fe y firmar. Y que le paguen por la firma, claro. Lamentable…

  11. (Viernes Creativo)

    COMIENZO

    En un tiempo interminable en el que el viento sembró de caos la tierra y una luz fría derretía toda existencia, el plomo y los ladrillos de un plano de papel arrugado y abandonado, comenzaban a nacer de nuevo entre las inocentes manos de quienes sin saber iban creando un mundo nuevo.
    El murmullo se hizo grito y los trazos bramidos de vida. Los portales y las calles se vestían de vida, de sueños… en un invierno tardío que renacía entre unas líneas de fragmentados de recuerdos.
    Todo temblor se deshizo en sus manos creando equilibrio.
    Grietas, que en secreto cegaban los errores de un pasado para no mentir a un cielo de torpe memoria y torturada vida, se despojaban de la cepa que les unía a una capa de palabra, de yeso y adobe…
    Un soplo de aire nuevo desheló esa sombra y reflejó un nuevo comienzo.

  12. Agricultura y ganadería
    En época de poda, recortábamos los rascacielos, emparejábamos las antenas más altas, recogíamos las torres, los esqueletos de metal que iban cayendo sobre las calles, sobre las azoteas de los edificios más bajos, y dejábamos las ciudades listas para volver a brotar.
    Era un trabajo agotador, porque requería permanecer inclinados durante horas y horas y los riñones se resentían. Pero el jefe no nos permitía descansar. Decía que éramos pocos para la cantidad de tarea que se acumulaba, y que no había tiempo para distracciones.
    En la primavera, cuando en las ventanas de los edificios, los brotes empezaban a abrirse, era necesario no descuidar el riego. Estar atentos para evitar que una helada a destiempo lo malograra todo.
    Pero la peor, era la época de la cosecha. Recoger con sumo cuidado los frutos que colgaban de los huecos de las ventanas, o se movían inquietos por las calles, o se escabullían veloces en las bocas de metro. Era un no parar de acarrear cubas y cubas repletas de ruidosos seres. Hombres trajeados, mujeres con tacones, niñeras con sus carritos de bebé, niños que iban al colegio. Todos mezclados, aplastándose entre sí, pugnando por escapar.
    Los llevábamos ante el jefe y el decidía cuáles eran adecuados para sembrarlos en los nuevos terrenos, y cuales había que desechar arrojándolos al mar donde se convertían en comida para las gaviotas.
    Después había que aplastar a los aptos, ponerlos a secar y dejarlos caer sobre la tierra expectante. Transcurrían años hasta que empezaban a echar tallo e iban pasando de ser un caserío modesto a convertirse en una aldea, un pueblo, una pequeña ciudad, para terminar siendo una urbe.
    Yo, a veces me quedaba con algunos frutos en los bolsillos, y sin que el jefe lo supiera los llevaba a casa, donde mis padres los criaban en el pequeño terreno del fondo. Como ganado daban mucho mejor resultado que como cultivo. Era cuestión de saber cuidarlos. Lo cierto es que en casa jamás faltaron los chuletones y el jamón.

    http://laletradepie.com/agricultura-y-ganaderia/

  13. La cabeza llena de castillos
    Mientras iba a tomar algo, le dije a Raúl que hiciera un castillo de arena. Volví al cabo de una hora. La playa estaba cubierta de rascacielos.
    –¿No te gustan los castillos? –le pregunté a Raúl.
    –Tita –me respondió–, no sé cómo es un castillo.
    Entonces le ayudé a construirlo y le previne para que no dijera nada a su padre. Estoy segura que a mi cuñado no le gusta que le llenen a su hijo la cabeza de castillos.

  14. De-construir

    Construyendo nuevas ciudades
    con las manos,
    como niños que juegan con la arena
    de las costas bravas
    que habitan
    cerca de tu corazón.
    El agua limpia
    las calles olvidadas,
    llenas de adoquines grises
    y personas con tristeza
    que vagan sin sentido.
    Las manos
    trabajan duro,
    las urbes adquieren un nuevo destino,
    el camino aún está por definir,
    pero los aires se respiran frescos y novedosos.

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