Viernes creativo: escribe una historia

La vida a veces se bifurca y hay que saber, en ese momento, cuál es la historia que queremos contar, ¿no es así?

Este es el momento y esta la fotografía de Geof Kern.

Geof Kern

Geof Kern

Te invito a dejar tu historia en un comentario en esta entrada, en facebook, en google+, en twitter, en tu blog o donde quieras, el asunto es escribir.

19 pensamientos en “Viernes creativo: escribe una historia

  1. ¿Que podría ser de otro modo?, ¡pues, claro! Si hubieses cerrado el tubo de pasta de dientes el día que me atreví a echártelo en cara. Si te afeitases cuando, zalamera, te pedía que lo hicieses, porque quería acariciar tu cara y no sentir púas en mi mano, una y otra vez. Y no digamos cuando se viciaba el aire y no podíamos hacer nada para limpiarlo…
    Tú lo has querido, Enrique. He decidido ser tu doble. Yo también dejo el tubo de pasta abierto; me estoy dejando una barbita (recortada, eso sí) que me hace un aspecto muy interesante. Y de lo demás, ya mejor no explicar…
    Sé que podría seguir siendo yo misma, a pesar de lo que no me gusta de ti, pero he pensado que tú eres yo y yo soy tú, con defectos, virtudes y exabruptos diversos. La única bifurcación implacable será la muerte y, ante ella, nada podremos hacer.

  2. Decisiones equivocadas

    Fuimos tan idiotas de darnos por sentado. Como si el tiempo que pasábamos juntos tuviera un contador interno. Superados dos años, superados cuatro. Superado matrimonio. Hijos: hecho.

    Fuimos tan ilusos de creer que la vida se encargaría. Nosotros solo debíamos ir cumpliendo los pasos establecidos, pagando puntuales el recibo de la hipoteca todos los meses, con eso bastaba. Teníamos asegurado el billete para la última fase: Jubilación feliz, viajes con el Imserso, fallecimiento mientras nuestras manos entrelazadas se sostendrían.

    Habíamos cumplido con todos los requisitos para envejecer juntos, salvo por uno: Querer. Quererse. El verbo querer en su completa definición. Debíamos querer hacerlo ambos, debíamos querernos para querer llevarlo a cabo. Debimos alimentar el amor para que en algún punto del camino no sintiéramos asco. Sí, asco, amargura, hastío, aburrimiento. Irritación al mirarnos por la falta común de ganas. Y, ¿ahora?

    Seguimos remando por este mar de insoportable rutina metidos en la misma embarcación, mientras uno rema con más ahínco y el otro tan solo sujeta el remo dejando de hacer su parte del trabajo. O…

    Navegamos por el mar de la incertidumbre subidos en diferentes embarcaciones separando nuestro camino para siempre. Sin saber el uno del otro, después de vivir tanto tiempo sin otro argumento.

    Difícil elección amigo, difícil.

    • QUIÉN MANEJA MI BARCA

      Pedro el pescador cogió su barca de madrugada. Ya no tenía edad para dar sermones, para dirigir la nave ni para nada. Había llegado al final de la edad, a ese océano al que van a parar todas y cada una de las edades de la vida. No miró atrás ni por un momento:
      El mar estaba en calma.

      MVF

  3. Deriva

    Podíamos haber seguido sin que nos importasen las olas de la vida. Nada nos hubiera mareado en ese amar calmo. Pero a veces te despistabas y, así, un día te soltaste para achicar agua y otro buscaste un cobijo distinto en una noche de tormenta. Sí; escuché los gritos en la habitación de al lado. Te giraste buscando mi mano pero ya no quedaba nada a lo que agarrarse. Y ahora te miro, pero ya no estamos.

  4. “Y te da pena, incluso rabia, que nadie se pregunte
    por qué construyen polígonos al lado de cementerios.”, Ventura BL

    Tiramos del hilo rojo, escuchamos baladas tristes, dejamos que el agua inundara nuestras vidas para ahogar nuestras voces.
    Todo eso pasó mientras anegaban el cementerio para construir el polígono.
    Nos hicimos mayores, envejecimos, nos moríamos por morirnos juntos.
    Te fuiste antes que yo, mucho antes. Intenté acompañarte pero siempre había alguien que me lo impedía. Hoy nado a través del ruido maquinal de las industrias pesadas, buceo en el humo de las calderas asmáticas para hacer fondo en la tumba en la que, todavía, no podemos descansar juntos y en paz.

  5. La decisión de no unirse en matrimonio no era lo que esperaba pero la respetó. ¿Quién necesita un papel para comprometerse con alguien? Después, cuando le pidió que compartieran su departamento, sintió un poco de alivio. El suyo era demasiado pequeño, ni siquiera cabría una cama para dos. Pero se sorprendió cuando al llegar le mostró la que sería su recámara. Bueno, si lo analizaba un poco, era mucho más cómodo tener un espacio propio, además… ¿Quién tiene sexo a diario en estos días? Luego vino la división de espacios, dos compartimentos para cada quien en el refri, dos gavetas en la alacena, dos canastos de diferente color para la ropa sucia. El día que sacó el marcador de tinta indeleble para poner los nombres en cada taza y en cada plato, metió lo que pudo en la maleta y se largó.

  6. JUNTOS
    El reloj del tiempo agota los últimos granos de arena. En el mar, inmenso se van reconcentrando todos esos granos que los relojes de las vidas van consumiendo. Por eso un día, cuando comprendieron que el tiempo no iba a retroceder, no les iba a conceder ni sus sueños ni sus anhelos, decidieron ir al mar. A su inmensidad y buscar lo que les correspondía. Pusieron rumbo al horizonte y, aún a sabiendas de que este nunca iba a ser alcanzado, unieron sus manos y crearon una fuerza tal que, en ese mismo instante, vieron realizados todos sus sueños.
    El mejor de todos, estaban juntos, habían vivido juntos, amado juntos, deseado y añorado siempre juntos, como ahora. Y juntos se encaminaban al final.

  7. Puede que el embate de las olas les haga perder el equilibrio y sin querer se precipiten el uno sobre el otro para volver a tomar contacto cuerpo a cuerpo, en un abrazo no buscado que les hará retroceder al tiempo en el que tenerse lo ocupaba todo. Y así, encontrándose de nuevo, sentirán que se elevan mientras la barca en la que intentaron escapar del aburrimiento los lleva para siempre al fondo del mar.

  8. Encuentros con la Muerte

    Se asegura en el pueblo que, desde siempre, la muerte se presenta a los pescadores en alta mar, al amanecer y en forma de dos tétricos náufragos que, de pie sobre sus botes y con sus manos huesudas entrelazadas, anuncian el fatal desenlace con voz de ultratumba. Así lo ha narrado hoy Nemesio en la taberna del puerto cuando, cabizbajo, ha venido a despedirse de cada uno de nosotros, repitiendo el mismo relato escuchado miles de veces. A pesar de eso, al pobre Nemesio le han preguntado si era cierto que los lacayos de la muerte vestían de negro, olían a azufre, portaban pobladas barbas y dudas por el estilo ya resueltas en otras ocasiones. Nemesio ha balbuceado que sí a todo, menos cuando he querido saber si había atendido a la solicitud de agua. Entonces su mirada se ha perdido en un punto indeterminado de la taberna, ha empezado a temblar, a negar con la cabeza y se ha hundido como un gran transatlántico en las aguas gélidas del océano. Entre lágrimas lo he abrazado y, sin poderme contener, le he susurrado idiota al oído con mucha rabia. Yo, como nunca me canso en repetir, nunca les niego un trago.

  9. Mambrina la dama sin yelmo
    Cupido, ocultándose entre las abstractas rocas de la playa, cogía una a una las flechas de su carcaj y apuntando con precisión disparaba al atardecer puntas cónicas románticas a los paseantes, bajo el susurro quedo de la mar mecida por la calma.
    Poseidón se enervaba al ver que Cupido invadía sus dominios, motivo por el cual mantuvieron una acalorada diatriba. Tal fue la agitación de la discusión, que Cupido le intimidó con dispararle una flecha de feroz filo. Poseidón se mofó de él con su maléfica sonrisa.
    El 16 de julio Poseidón navegaba por su amada mar. En la lejanía atisbó una doncella resplandeciente como si llevase una armadura plateada, en la cual se reverberaban los tenues destellos de febo al alba blanca, carecía del yelmo dejando al descubierto su mirada almibarada y sus cabellos áureos. Poseidón cuando llegó hasta su barca, quedó prendado al ver que la única armadura que portaba era su gran belleza, que la abrazaba con una perenne aureola. Se saludaron con un casto: “¡Hola!”
    Poseidón con voz entrecortada que raspó sus cuerdas vocales le preguntó: -¿Cómo te llamas?
    -Me llamo Mambrina – y seguidamente le cogió de la mano.
    Poseidón murmuro en sus pensamientos: “¡Maldito seas Cupido!, me has ganado la batalla.
    Desde aquel día Poseidón y Mambrina navegaban por la mar todos los días al atardecer entrelazando sus manos. Cupido evitó encontrarse con Poseidón ya que tenía la certeza que su disparo había sido certero.
    Con los meses Poseidón percibió que la armadura con la que vio el primer día a Mambrina, era el fulgor del metal del corazón noble, del corazón fiel que siempre permanecería a su lado.
    j. mariano seral

  10. TODOS LOS DÍAS
    Lord y Lady Seely, a pesar de que no tuvieron hijos, fueron una pareja feliz. Estuvieron casados más de veinticinco años. Durante todo ese tiempo se atuvieron a unas reglas muy claras desde el principio: dormían en alcobas separadas y, a no ser que recibieran invitados, comían cada uno en una habitación. La señora se levantaba temprano y se ocupaba de la logística que necesitaba la enorme mansión Seely. A las doce y media se dirigía a la biblioteca, donde Lord Seely, todavía en pijama, leía el periódico mientras desayunaba. Los esposos se saludaban y charlaban durante unos instantes. Si no tenían que asistir ningún acto social, ya no se verían más en todo el día.
    Cuando salían de Londres, Lord y Lady Seely mantenían su rutina. Viajaban en compartimentos contiguos y, por supuesto, tomaban billetes de primera clase; el valet del señor y la doncella de la señora iban en segunda. Desde luego, los Seely nunca se subían al mismo taxi ni dormían en la misma habitación de hotel. Cuando viajaban en barco, alquilaban dos camarotes. Tenían que realizar las comidas en la misma mesa –otra opción habría sido muy complicada–, pero se comportaban como perfectos desconocidos, hasta el punto de que pocos sospechaban que eran marido y mujer.
    La noche aciaga en que anunciaron que el barco había chocado con un trozo de hielo flotante, Lord Seely, después de vestirse apropiadamente, salió de su camarote y se dirigió a cubierta. Allí se encontraba ya a Lady Seely. Ni siquiera intercambiaron una mirada. Cuando un marinero apremió a Lord Seely para que subiera al bote en el que ya se encontraba su mujer, éste dijo que esperaría el siguiente: le habría resultado inaudito permanecer tan cerca de Lady Seely.
    Lord Seely fue una de las 1.513 víctimas del Titanic. Su viuda le sobrevivió cuarenta y dos años y lloró a su marido todos los días.

  11. Los dos viajamos por senderos separados, cada uno por el camino libremente elegido según nuestros diversos intereses.
    Pero, para mi sorpresa, en esta ocasión la vida nos conduce hacia la misma dirección, hacia la gran desconocida, aunque está vez llegaremos unidos.

  12. Llegaremos…

    Desde tu partida, la barca ha permanecido abandonada lejos de la orilla. Junto a sus maderas castigadas por el sol y las lluvias he realizado un juramento. Cuando llegue el momento, empujaré la nave mar adentro. Ojalá los vientos me sean propicios. No me rendiré hasta cumplir la promesa y descansemos juntos en nuestra isla soñada.

  13. VIDAS PARALELAS

    El tiempo callado, la mirada ausente, respirando el mismo frío y sin atrevernos a despertar. Intentando silenciar a las mariposas que se agitan en nuestro estómago, buscando un resquicio por donde poder escapar y volver a volar.

    Se nos olvidó compartir camino, ilusiones, caricias y corazón. Vivimos en paralelo, con la vista en el horizonte, sin conexión.

    Un cruce de sentimientos sin rencor y el roce de unas almas que se entrelazan desesperadas, evitan el naufragio. Navegamos en calma, buscando un futuro juntos, abrigados por el recuerdo de un amor infinito, aferrados a lo único que nos queda, nuestras manos.

  14. MAR EXÁNIME Y SEMPITERNO

    Le adevertí que para el carné de patrón de yate mejor un curso presencial y ella que no, que ahora la formación online es lo “trendy”, que además cuesta menos, por economizar. Y luego pasó que nos pilló una tormenta en alta mar, y ella con el móvil sin batería y ahora cómo le pregunto al tutor qué se hace en estos casos, se excusó. Total, que nos tuvimos que morir rapidito porque del yate, nuevo de trinca, quedaron apenas los dos botes salvavidas que, vaya retintín, no salvaron la nuestra. Al menos nos sirven para pasear por las tardes por este mar en blanco y negro, donde no hay horizonte y los peces están más tiesos que nosotros. Y yo que le digo que cabemos juntos en la misma barca, por economizar, y ella que no, que cada uno en la suya.
    Creo que me guarda rencor por algo, pero no está por verbalizarlo. Solo me habla para corregirme con palabras pedantes diciendo que no estamos muertos, que qué vulgar, y que se dice que estamos finados o que hemos sucumbido. Luego si le digo que me están sucumbiendo las uñas de los pies me llama hortera, que lo que me pasa es que se me están pudriendo con tanta humedad, y que no la insulte que no es pedante, que si habla con lenguaje ampuloso es porque hizo un curso de escritura creativa. Online, claro. Pues a mí no me quedan uñas pero a ella se le cae el pelo y le canta el aliento, y no se lo digo para no agraviarla, porque ella será una fenecida ampulosa pero yo soy un fiambre con educación.
    También quiero afirmar que lo de la primitiva está sobrevalorado, que mi Paqui era muy maja, que con el parné se ha puesto más mona por fuera pero también le ha salido lo repelente que llevaba escondido dentro, a chorro.
    Solo algunos días se la ve más cariñosa, parece que añora cómo éramos en vida. Entonces me pone ojitos, estira el brazo y yo, que aun la quiero, me siento como en el cielo al cogerla de la mano.

  15. EME
    Mario. Marta. Mar. Si la vida son ríos, ellos han muerto, aunque tal vez no lo sepan. Han querido permanecer juntos hasta el final, o tal vez no haya sido así. Quizá nunca lo pretendieran, pero sus barcas no se han separado lo suficiente. Es bonito haber llegado hasta aquí, se dicen, de tanto oírlo de todos. Pero esas barcas, que ahora navegan tan juntas, se han perdido en más de una ocasión. Ya se sabe cómo son los ríos: peligrosos, traicioneros.
    Marta, Mario, tan diferentes, estrechan sus manos con fuerza, cuando ya no queda más que la última amenaza: la muerte disfrazada de mar en calma, de mar amigo: el mar de sus nombres que los une, como el vértice de la eme, como una rótula bien engrasada.

    Mario, Marta, bien podrían estar vivos, llegar al punto donde sus vidas se bifurcan en plenas facultades, conscientes del momento, mirándose a los ojos con pena, con una inmensa ternura. Cuando nuestras manos se separen, dirían, vagaremos a la deriva, envueltos en la neblina que sale del mismo mar, que confunde la luz del sol con los destellos de los faros.

    Mar. Podría ser el principio de todo y Manrique estar equivocado. Y Mario, Marta, formar un ser único: barca, brazo, mano, brazo, barca, armando una eme indestructible. Porque, ¿qué hay entre la vida y la muerte? Décimas de segundo, un largo océano. Todo eso.

    Miremos. Contemplemos la escena ahora desde otro punto de vista. ¿Qué pasaría si tomáramos una foto desde el cielo, si proyectáramos en planta las dos figuras? Si descubriéramos que los dos botes están separados y la imagen anterior no es más que un efecto óptico. Que Marta y Mario corren ya por distintos derroteros y sus respectivas manos están tendidas hacia la ausencia, hacia la nada, y la letra que forman sus cuerpos es un dibujo caprichoso, como el de una nube que tarda segundos en desvanecerse.

    Mintamos. No hay nada más embaucador que una foto, ese segundo seleccionado entre millones, que imaginamos como un resumen de la vida, y muchas veces no es más que una mala anécdota de la misma. Podríamos pensar que la muerte es la última toma del carrete; pero para ello deberíamos consensuar que existe el final, y las historias acaban.
    No, no es así: las historias se cuentan, se acotan, se transforman, se mutilan y somos nosotros los que les ponemos sus límites, los que inventamos sus secuencias, desechando muchas otras, engañando al lector todo lo que este se deja.
    Al contrario pasa con la muerte, que no tiene relación alguna con el tiempo, que no empieza ni acaba y, por lo tanto, no la podemos dominar, no la podemos manipular, no la podemos entender. Está siempre ahí, antes, durante y después de todo lo que vivimos, de lo que recordamos. Nuestras vidas son, entonces, esa imagen fugaz en el mar en calma, ese espejismo en el desierto.

    Marta. Mario. ¿Qué importa adónde van? ¿Qué, si están vivos o muertos?

    http://vozdelsilencio.blogspot.com.es/2017/05/eme.html

  16. TU AVENTURA COMIENZA AQUÍ…

    Estoy repasando todo lo que leí antes de subir a bordo y, la verdad, les podré acusar de cualquier cosa, pero de publicidad engañosa nunca: “Vive tu semana definitiva”. “Diviértete en pareja”. “Si viajar es un placer, hazlo en crucero”. “La vida no se puede vivir a medias”.
    Ahora que me veo aquí, en medio del océano, únicamente con mi esposa, cogidos de la mano y en estos botes salvavidas, pues lo dicho, mentira ninguna. A lo mejor les puedo acusar de incumplir la frase: “Llame ahora”.
    Solo deseo que sea cierto eso de: “Nosotros elegimos los puertos”. Y que la dirección, que nos indicó el último miembro de la tripulación antes de morir, sea la correcta. Ya que los tiburones son cada vez más y no paran de dar vueltas a nuestro alrededor.

  17. PLE-AMAR

    Solo fuimos dos sombras enlazadas a una ola de desdichas. Una marea gravitando en la más insolente atracción de la luna. Un agua turbia espesa de palabras.

    Ahora el ciclo de nuestro mar de vida se sumerge en la distancia de un reflujo inverso.
    Tú a un lado de la orilla evocas mi mano, yo, en el otro, me ahogo en una magnitud desmedida de caricias sin horas, de piel abierta a la vida.

    Te miro, sonrío y por fin en la profundidad de mi latido, te olvido…

Replica a ginettegilart Cancelar la respuesta