Viernes creativo: escribe una historia

Esta semana, uno de los escritores que participan en los viernes creativos ha ganado el concurso de Relatos en Cadena de la Cadena Ser, Ernesto Ortega.

Como homenaje y al hilo de su último libro de microrrelatos, «Microenciclopedia ilustrada del amor y el desamor», vamos a crear nuestra propia entrada en su enciclopedia, escribiendo un microrrelato de amor o desamor.

¡Felicidades, Ernesto!

Microenciclopedia-ilustrada

Te invito a dejar tu historia en un comentario en esta entrada, en facebook, en google+, en twitter, en tu blog o donde quieras, el asunto es escribir.

18 pensamientos en “Viernes creativo: escribe una historia

  1. Amor: ese escozor que no se aminora con nada. Hay quien dice que en Laponia tienen un antídoto, pero a mí no me viene muy bien acercarme por allí… Si conoces a alguien que pueda traérmelo, de mil amores pago los portes.

    Desamor: cuando el escozor, de pronto, desaparece, sin antídotos externos. Solo observando datos fehacientes, tales como encontrarse ese tanga rojo y arrugado, en un rincón del sofá.

    (¡Felicidades, Ernesto!)

  2. ESTABA LOCO
    Quiso transformarme en una mujer refinada, elegante, sofisticada, perfecta. Deseó que dejara de ser una mujer vulgar, que me volviera una dama. Intentó convertirme en la incomparable Dulcinea del Toboso, pero yo quería seguir siendo Aldonza Lorenzo. Estaba loco.

  3. ¡Enhorabuena Ernesto!

    Os comparto uno que escribí hace tiempo y el link de YouTube donde grabé el audio del texto. Espero que os guste. Enhorabuena de nuevo Ernesto, todo un placer compartir Viernes creativos con todos vosotros. María.

    Recuerdos

    Todavía recuerdo el olor del pegamento en tus manos. El balde lleno, la cámara de la rueda debajo del agua mientras buscábamos el pinchazo. Las bicicletas, el cantar de los grillos. La primera declaración de amor. Las yemas de los dedos ásperas, la piel erizada.

    Alguien debió contarnos que crecer significaba olvidarnos. Que tus manos sin pegamento rozarían otras manos. Que tras el paso del tiempo no volveríamos a tocarnos.

    No habías vuelto a ocupar ni uno solo de mis pensamientos hasta hoy. Te he visto en el parque, caminabas despacio. Jugabas con un niño. Has pasado tan cerca que nos hemos rozado. Una leve mirada mientras pedías disculpas, unos cansados ojos que no me han reconocido. Una punzada en el corazón al recordar tus torpes manos y la promesa de no dejar de amarnos.

    El pequeño tiraba de ti, impaciente por seguir jugando. Y tú, ejerciendo de abuelo tranquilo, le has sonreído y os habéis marchado.

    Alguien debió contarnos que la mente se va borrando, que debimos hacer lo pendiente y no dejar de besarnos…

  4. FIN DE TRAYECTO.
    Llevaban semanas preparando la huida. Él llevaría una gabardina de color marrón, como los detectives de sus novelas, como Humphrey Bogart, el atuendo más indicado para andar por Nueva York. Ella le pidió prestado un vestido rojo, con mucho vuelo, a su compañera de habitación. Ya no era rubia, pero tampoco importaba demasiado.
    Se miraron en el espejo. Se rieron, nerviosos. Brindaron con agua. Tragaron todas las pastillas a la vez. Tosieron. Volvieron a reír, se besaron y se tomaron de la mano.

    A la mañana siguiente, cuando los encontró la enfermera del asilo, ellos ya estaban a los pies de la Estatua de la Libertad.

    https://lalbosa.blogspot.com.es/2017/07/fin-de-trayecto-para-los-viernes.html

  5. Los nombres, son una licencia que me permito para homenajear a los autores del libro y a ti, Ana, por la propuesta. Espero que os guste 😉

    AMOR DE LUJO

    El amor se llamaba Ernesto Ignacio Buenaventura y vestía de lujo. Coches de gama alta y residencias de verano. Zapatos que, por donde iban, pisaban alfombras rojas. Porte altivo que exigía reverencias.

    ¿Por qué lo amas, Anita? –le preguntaban sus amigas–¿No ves que es un muñeco? Un Ken que va buscando una Barbie…

    Pero Anita lo amaba porque, detrás de toda su existencia de lujo, ella veía un alma solitaria, y cuando sus ojos se encontraban él dejaba de ser Ernesto y de ser Ignacio para ser solo Nacho, su Nacho; el mismo que se casó con Bárbara (Barbie, si se quiere) para cumplir las expectativas de todos, salvo las de ellos dos. El mismo Nacho, triste y solo, que seguiría soñando con su Anita todos y cada uno de los días de su vida.

  6. AMOR ETERNO

    A menudo le regalaba flores sin esperar acontecimiento alguno, ni cumpleaños, ni San Valentín. Sabía que sus preferidas eran los tulipanes y cuando llegaba la temporada, en abril, la sorprendía cada día con un ramo de distinto color.
    Hoy se acerca sola al cementerio y cada semana deposita unas flores sobre su lápida; al hacerlo siente que él a su manera le devuelve una flor, un tulipán.

  7. La espera

    Pablo entró a un bar al que solía asistir de vez en cuando y, por hábito, pidió una cerveza. Después llegó Marisa y pidió una gaseosa y algo para comer.
    Marisa se puso a hablar por teléfono móvil. Desde una mesa cercana, Pablo alcanzó a entender que se dirigía a la secretaria de un médico.
    Pablo se preocupó por la salud de esa mujer, porque mencionaba unos estudios que tenía que hacerse. Entonces se dio cuenta de que, aunque la veía por primera vez, le gustaba.
    Marisa terminó su conversación y comió. Mientras lo hacía, dedicó alguna mirada a Pablo. Luego se fue.
    Como ya se dijo, Pablo iba de vez en cuando a ese bar: las posibilidades de encontrarla nuevamente eran pocas, pero un día sucedió.
    Marisa regresó a ese bar y volvió a estar sentada en una mesa cercana a la de Pablo.
    Marisa esperaba por él.
    Él caminó hasta la mesa donde estaba Marisa y tomó asiento junto a ella con naturalidad; él acababa de llegar y su nombre era Lucas. En ese momento, Pablo llamó al mozo: quería pedirle una bebida más fuerte que la habitual cerveza.

  8. La espera, por Luciano Doti

    Pablo entró a un bar al que solía asistir de vez en cuando y, por hábito, pidió una cerveza. Después llegó Marisa y pidió una gaseosa y algo para comer.
    Marisa se puso a hablar por teléfono móvil. Desde una mesa cercana, Pablo alcanzó a entender que se dirigía a la secretaria de un médico.
    Pablo se preocupó por la salud de esa mujer, porque mencionaba unos estudios que tenía que hacerse. Entonces se dio cuenta de que, aunque la veía por primera vez, le gustaba.
    Marisa terminó su conversación y comió. Mientras lo hacía, dedicó alguna mirada a Pablo. Luego se fue.
    Como ya se dijo, Pablo iba de vez en cuando a ese bar: las posibilidades de encontrarla nuevamente eran pocas, pero un día sucedió.
    Marisa regresó a ese bar y volvió a estar sentada en una mesa cercana a la de Pablo.
    Marisa esperaba por él.
    Él caminó hasta la mesa donde estaba Marisa y tomó asiento junto a ella con naturalidad; él acababa de llegar y su nombre era Lucas. En ese momento, Pablo llamó al mozo: quería pedirle una bebida más fuerte que la habitual cerveza.

    CC BY Luciano Doti, para el #ViernesCreativo de Escribe Fino.

  9. Ventanas

    Dicen que los ojos son las ventanas del alma. Por eso, Alfredo y Dulcinea escudriñaron en la mirada ajena, con la esperanza de encontrar lo que les faltaba.
    Él descubrió en ella una profunda y oscura soledad.
    Ella observó cautelosa, las llamas del infierno que Alfredo guardaba detras de sus ojos negros.
    Sin pronunciar un sólo vocablo, desviaron sus miradas y prefirieron continuar por caminos separados antes que el caos de un amor complicado terminara por arruinarlos del todo.

    7 de Julio, 2017.
    Silvana Alexandra Nosach

  10. LA HORA EXACTA

    Hace 20 años que viven frente a frente en el mismo edificio: ella en el 5ºD (Bloque Y, Escalera F) y él en el 5ºH (Bloque K, Escalera G) Cada día, desde hace 20 años, se asoman a la misma hora y permanecen durante horas mirándose, en silencio. Si todavía no se han decidido a hablar no es por pudor, sino pura precaución. Ella intuye que él le dirá: “creo que deberíamos dejarlo”. Él sospecha su reacción: “Tal vez sea lo mejor para los dos…”.
    Mañana volverán a asomarse a la ventana, frente a frente, al caer la tarde: justo a la hora exacta.

  11. Siempre se habían amado, aunque nadie lo supiera.
    Eran vecinos desde niños. Vivían en la plaza de España, uno cerca de Gran Vía y otro en la Torre Madrid.
    Cada día se veían con la excusa de sacar a pasear a sus respectivos perros.
    Y aunque los dos estaban solteros, nunca se habían atrevido a confesar su atracción por el otro.
    Para que osaran confesarlo tuvo que producirse una desgracia: Toby, el perro de Leonardo, falleció de viejo.
    Y como ya no iba a tener ninguna excusa para encontrarse diariamente con Elsa, al día siguiente, ya sin su adorada mascota, Leo se llenó de valor y se acercó al parque de la plaza de España.
    Ahí, lleno de tristeza por su pérdida, se atrevió a confesarle lo que sentía hacia ella.
    Ahora cada día pasean a Flecha, la perrita de Elsa; luego la dejan en casa y se van a tomar algo en algún bar de la calle Fuencarral, antes de regresar al que ahora es también el hogar de Leonardo.

  12. Eres la chica de ayer
    Todo comenzó con el batir de las puertas del inodoro en el aeropuerto de Boston, Ernesto no daba crédito a lo que veían sus pupilas, no había ningún tipo de duda, era María Estévez. Fue su amor platónico en el instituto. Habían pasado treinta años desde entonces. Todavía la recordaba cuando bailaba con sus ceñidos pantalones de cuero negro, con sus insinuantes blusas que realzaban sus turgentes pechos alzada sobre el banco corrido de mármol blanco en el bar Melindres, mientras en la mano izquierda llevaba un “cocoloco”, con la diestra simulando ser un micrófono, acercándosela a sus sensuales labios carmesí, cantaba con el frenesí que proporciona el aderezo del alcohol:”Me asomo a la ventana eres la chica de ayer…”.
    Todavía recordaba cuando le dijo María apagando la sonrisa de su tez aniñada: “¡Mira Ernesto!, ¡yo para ti soy inalcanzable!, igual que el premio Nobel, cerebrito”.
    Con la última llamada de embarque la perdió de vista entre el deambular de los pasajeros.
    Cual fue su sorpresa que cuando se sentó en su confortable butaca 147A, en la contigua se hallaba María Estévez. Hablaron de sus vidas actuales y del pasado, de los tiempos del instituto. Ernesto le reveló que trabajaba con un equipo de científicos y que hacía dos años les habían otorgado el Nobel de Física, ya nada era inalcanzable…
    j. mariano seral

  13. Título: Love is in the air

    –¡No quiero volver a verte nunca más! –ha gritado mi médico mientras me echaba de la consulta. Todos en la sala de espera me observaban con profundo y descarado desprecio.
    –¡Toma tu receta! –ha vuelto a gritarme por el pasillo, poniendo un papel doblado en mi mano.
    He huido llorando, nerviosa y avergonzada. Sé que no debí insinuarme de aquella manera porque está casado y tiene dos hijos, pero es que es tan cariñoso, tan atento…
    En la farmacia, aún ruborizada, he entregado la receta al mancebo que, tras leerla, sorprendido, me ha susurrado con un guiño pícaro:
    –Llevo años esperando esto, amor mío. Allí nos vemos.

    (¡¡¡MUCHAS FELICIDADES, ERNESTO!!!)

  14. Amantes eternos

    La noche del funeral de Margarita Montes, cumplí con su última voluntad, él mismo me ayudó. Retiramos las coronas de flores sentidas de su marido, hijos, hermanas y amigas del coro de la iglesia. Cavamos sobre la tierra, todavía húmeda, hasta llegar a su féretro. Extrajimos, uno a uno, todos sus clavos y él —yo no pude mirar— abrió la tapa. Con la luna como testigo, se acomodó a su lado y se despidió de mí. Luego, volví a fijar todos los clavos del ataúd y lo enterré junto a ella. Cuando me marchaba, yo juraría que los escuché jadear.

  15. PONME LO DE SIEMPRE

    Consuelo advierte a través de la ventana que él está a punto de cruzar la calle y se atusa el pelo con disimulo. Federico finge distraerse mirando a una transeúnte mientras abre la puerta de la cafetería, así se hace el interesante.
    “Lo de siempre, guapa” y ella le hace una café con leche con un poco de anís y le regala una lluvia de canela en polvo.”¿Alguna novedad?”, le pregunta él, y entonces ella le cuenta que ayer una clienta solvente se dejó unas gafas de sol de marca que en cinco minutos encontraron acomodo en su bolso. Por la noche, le dice, se vistió solo con ellas para darle una sorpresa a su marido; le hace un guiño con toda la intención, se sonríen con complicidad y él siente una punzada de deseo.
    Él le cuenta que su mujer volvió a sorprenderle urgando entre sus bragas. Las acaricia, las huele y se las lleva bien plegaditas, cada día, al trabajo lo que a ella ya le parece sospechoso, porque en la guantera del coche le pilló su mejor picardías y en la bolsa de deporte sus medias de seda. Es porque anhela el contacto con su hembra a todas horas, ya que es un hombre muy apasionado, le confiesa. Y entonces no solo se sonríen, sino que se sostienen la mirada. Las ganas que se tienen se hacen tan palpables que amenazan contagiar a toda la clientela.
    “He de marcharme ya, igual me paso mañana”, se despide. Luego paga y se va. Ella sabe que volverá e inicia la cuenta atrás. Le sigue con los ojos admirando su cuerpo esbelto y su caminar sensual mientras él silba, sin volverse, fantaseando que ella le observa alejarse.
    Luego, en casa, es Consuelo quien llega la última. Sólo le sale decirle un “hola” que Federico ni siquiera contesta, demasiado pendiente de la tele. Cenan sin hablarse y más tarde, cuando sus cuerpos se rozan en la cama, ella siempre hace como que duerme.

    Enhorabuena, Ernesto.

  16. Antes que nada, quiero felicitar a Ernesto. El REC es un sueño para todo escritor de cuentos. Enhorabuena y admiración.
    Mi contribución semanal es la siguiente:

    Nuestro amor, a veces

    Me dijeron una vez que emplear los adverbios siempre o nunca es propio de personas inmaduras. Las verdades absolutas no existen, aunque tal vez esté mejor dicho que se dan con poca frecuencia.
    También escuché decir a alguien que las casualidades no lo son, que se encuentra lo que uno, aunque sea de manera inconsciente, ya estaba buscando.
    He leído afirmar, con toda rotundidad, que los relojes parados aciertan la hora dos veces al día; y son muchas las que yo dedico a observar tu retrato, a añorar tu risa y la mirada profunda que me tiene hipnotizado, tantos años después de tu pérdida.
    Deberías, por tanto, creer, allá donde estés, amada mía, cuando te digo que no fue el azar lo que nos unió, y dudar, en cambio, cuando aseguro que tu sonrisa es la más bonita del mundo y que podría nadar en tus ojos sin descanso hasta disolverme en ellos.
    Por eso puedo asegurar, con toda la inmadurez que conserva un anciano de ochenta años, anestesiado de tantas pérdidas como la tuya, que por lo menos dos veces al día, te quiero para siempre.

    https://vozdelsilencio.blogspot.com.es/2017/07/nuestro-amor-veces.html

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